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Hijas del Exilio inauguraron exposición de arpilleras CULTURA

Hijas del Exilio inauguraron exposición de arpilleras

Marco Fajardo
Por : Marco Fajardo Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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La muestra en la junta vecinal del barrio Yungay incluyó las creaciones de mujeres que vivieron en países tan distintos como la ex República Democrática Alemana (RDA), Francia, Bélgica, Holanda y Argentina. Carmen Muñoz, nacida y criada en Argentina, presidenta de la ONG Hijas e Hijos del Exilio, que organizó esta actividad, señaló que este fue un trabajo de mucho sentimiento e intimidad entre las arpilleristas, donde se logró en cada encuentro a través de la conversación llegar a plasmar una arpillera cargada de memoria sobre un hecho traumático de la historia de Chile.


Una exposición de arpilleras realizó el grupo Hijos del Exilio en el barrio Yungay, en el marco de la conmemoración de los 49 años del golpe de Estado.

La muestra es el resultado de un trabajo muy íntimo realizado por un grupo de mujeres, todas hijas del exilio, que se reunieron durante varios meses en la Junta de Vecinos Barrio Yungay, para conversar y crear un relato de memoria que se viera reflejado en una arpillera.

Arpillera de Rosa Saavedra. «Salí de Chile a los 6 años con mi mama y mi hermana de 2 años en enero de 1974, vivimos 17 años en la República Democrática Alemana, volvimos en 1990 cuando cayó el muro de Berlín y en Chile terminó la dictadura de Pinochet. El retorno no fue fácil, recuerdo una vez que me invitaron a una reunión para retornados, la encontré muy impactante y traumático escuchar los problemas de todos los que estaban allí y que retornaron con lo puesto».

Según comenta Carmen Muñoz, nacida y criada en Argentina, presidenta de la ONG Hijas e Hijos del Exilio, que organiza está actividad, este fue un trabajo de mucho sentimiento e intimidad entre las arpilleristas, donde se logró en cada encuentro a través de la conversación llegar a plasmar una arpillera cargada de memoria sobre un hecho traumático de la historia de Chile.

«Estamos felices y muy emocionadas de lo que conseguimos. Pronto seguiremos con otro taller más, para poder tener más arpilleras y poder seguir exponiéndolas para los 50 años del golpe», expresó.

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Arpillera de Silvia Mellado. «Un día de primavera mis papás nos dijeron que iríamos al mercado de los quesos. Alkmaar es el más famoso, aunque no el único. Está a 45 min aproximadamente desde Ámsterdam que era donde nosotros vivíamos. Durante la época estival se llena de quesos y llegan muchos turistas. La gente local usa los típicos zuecos de madera que allá se llaman Klompen y trajes típicos. Bailan, cantan, brindan, y obvio se come queso. Yo estaba muy feliz, porque había invitado a mi amiga Brigitte con nosotros. Ella era mi mejor amiga, en realidad como mi hermana».

Espacio de contención

La escritora Silvia Mellado, nacida y criada en Holanda, integrante de la ONG y profesora del taller, hizo énfasis en el espacio de contención que se produjo en cada sesión.

«Entre todas pudimos hablar sobre los que nos pasó, y que este trabajo permite mostrar a la comunidad y el mundo la experiencia traumática y sus secuelas de los que fue vivir el exilio de los padres, madres y después el retorno, que fue el exilio de los hijos del exilio», comenta.

Arpillera de Alejandra Loubies. «Llegué a un Chile gris, uniformado, sin colores para mí, era una niña de unos 7 u 8 años aproximadamente. Ingresé al colegio de mi prima con la cual vivía. Era un colegio inglés muy antiguo que estaba en el viejo barrio de Beauchef. (…) Mamá unos días antes me habló que debíamos cambiar nuestra historia por seguridad, y que yo debía decir que mi papá era francés y que él se quedó allá. Eso ya me generaba mucho temor. Con el pasar de los años lo hice y creo que hasta me lo creí».

Otra de las participantes fue Alejandra Loubies, quien vivió el exilio en la ex República Democrática Alemana (RDA) y en Francia.

«Comencé este taller de arpillera hace cuatro meses. Puedo decir que fue una gran experiencia para mí. Desde que retorné a Chile, nunca me junté con nadie del exilio. Y puedo decir que por primera vez en muchos años me sentí como en casa. Escuchar relatos que los sentí tan míos y ver que cada una de mis compañeras sentían el mismo vacío y esa sensación de no ser de ningún lado», relata.

«Sentir esa contención es impagable……buscar un recuerdo para plasmar en una arpillera ….definitivamente es un trabajo con mi ser interior, donde abro dolores que uno trata de dejar guardados, y que en realidad no deben estar guardados, y qué mejor que plasmarlos en una arpillera, y cada vez que la vea yo o quien sea, se transforme en una manera de hacer memoria para que nunca más un ser humano viva el exilio».

Arpillera de Carmen Muñoz, nacida en Argentina. «Mi casa, mi refugio, mi patio grande, largo, verde y frondoso, llegaba hasta la mitad de la manzana, se separaba de las otras casas por malla de alambre con ligustrina o enredaderas, se podían ver a los vecinos y vecinas y saludarles. Mi patio tenía muchos árboles frutales; naranjo, mandarino, ciruelo, pomelo y limón, banano, un nogal. Todos daban frutas y las comíamos. El fondo del patio limitaba con el patio de Don Pafundi, un señor muy mayor, al menos eso parecía para mí, me gustaba conversar con él a través de la malla de alambre, pensaba que podía ser mi abuelo».

Otra participante, fue Alejandra Torres, quien también vivió el exilio en la ex RDA.

«Realizar una arpillera, nada más que una arpillera, fue para mí un proceso de mucho respeto, puesto que yo las conocía desde que estaban apoyados en los muebles de la casa donde yo vivía en la RDA, o bien cuando iba a las casas de mis amigos y había arpilleras reales o replicadas en una postal, relatando escenas tan reales, a veces hasta obvias, según podía entender», dijo.

Arpillera de Marcela Montenegro, nacida en Argentina. «De entre tantos recuerdos, elegí contar uno con otra familia de exilio; amigos entrañables de mis padres, que también tuvieron que exiliarse por el mismo pecado de soñar con un país más justo, y que en Argentina se transformaron en nuestra familia. Esa familia son el chico Pato y la Nancy junto a sus hijos, que en Argentina vivieron durante un tiempo en un lugar llamado La Reja, estaba aislado de la ciudad, tenía calles de tierra y para llegar a su casa teníamos que cruzar un puente interminable de cuerdas y tablas de madera deterioradas por el tránsito del tiempo, cruzarlo me causaba pavor, pues a mi corta edad sentía como si tuviese que atravesar el largo de la gran muralla China, sin embargo, me armaba de coraje de solo pensar en todas las aventuras que me esperaban al otro lado de aquel gigante. Nos esperaban el Chico Pato, la Nancy, sus hijos, un asadito o lo que hubiese para tirar a la parrilla, conversaciones interminables e infinitamente interesantes entre los adultos, en las que siempre me las rebuscaba para escuchar. Los vecinos del Pato y la Nancy tenían una piscina (en chileno) o pileta (en argentino) podríamos decir que en su patio, allí era todo tan simple y esplendoroso para mis ojos y mi corazón de niña pues no habían panderetas ni divisiones entre las casas de unos y otros, era como en el paraíso ¿no? si es que existe; eso conquistó rotundamente mi corazón!».

Arpillera de Carolina Ruz (Bélgica 1976-1981). «El tiempo me aleja de esa infancia, pero no logra llevársela. La historia podría ser: éramos tres niños descubriendo una ciudad. Para llegar al colegio, nos iban a dejar muy temprano mi papa, después el partía a Lovaina a la Universidad. Pero para regresar nos subíamos en el colegio a un bus de acercamiento a la estación central, el 18 tachado, coincidentemente viajaban muchos latinos y árabes. Era un largo camino de regreso a casa junto a mis hermanos, tenía que estar muy atenta en la estación y cuidar mi bolsón. El más lindo que tuve y no lo olvido: verde con amarillo. Creo haber estado despierta hasta tarde en mi cama con el bolsón a los pies, el día que me lo regalaron, pensando en cuanto lo cuidaría esos días de largos regresos».

Alrededor de 100 personas pudieron apreciar la muestra de las Arpilleras en una única presentación, se esperan otras exposiciones próximamente.

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