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Sebastián Sichel, el candidato de la publicidad engañosa Opinión

Sebastián Sichel, el candidato de la publicidad engañosa

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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En tiempos en que las personas exigen máxima transparencia y honestidad a una clase política tradicional brutalmente golpeada en las recientes elecciones, la campaña del expresidente de BancoEstado yo la clasificaría como publicidad engañosa. Ha vendido un relato de “centro-centro” –como los pollitos de Fra Fra– cuando, en la práctica, Sichel es el candidato de los poderes fácticos, del mundo más conservador de la derecha y también del “piñerismo”, aunque esto último constituye un riesgo más que una ventaja. De seguro, tanto Lavín como Desbordes intentarán, en los cuatro debates de Chile Vamos, dejar en evidencia a ese personaje híbrido creado por Sichel y que constituye la apuesta de La Moneda hoy. 


Hace seis meses, Joaquín Lavín parecía ser el seguro candidato presidencial de la derecha e, incluso, con altas posibilidades de llegar a La Moneda. Hoy, en cambio, en el entorno del alcalde las alarmas están encendidas y tienen puestas todas sus energías en trabajar para superar un escollo que antes parecía un mero trámite: las primarias del sector. Pero hay temor. Ya se habla de los fantasmas que han reaparecido y recuerdan las cuatro elecciones que Lavín ha perdido en la última milla: dos presidenciales y dos parlamentarias.

Concordemos que el acto de honestidad política de Lavín –de restarse de ir a la reelección argumentando que se abocaría a la presidencial– le pasó una cuenta. A diferencia de Jadue, quien aprovechó la campaña municipal para estar en la agenda, y darse un baño de energía y optimismo con la buena votación alcanzada y cuya lista Apruebo Dignidad obtuvo buenos resultados. 

Acordemos también que, más allá de las sonrisas y palabras de buena crianza en la inscripción de las primarias –que contrastó con la mala teleserie de la oposición–, no alcanzó para ocultar el desánimo por el desastre electoral del sector. Si hasta ese día las peleas cruzadas se habían concentrado en Matthei y Lavín, a partir de ese momento, los comandos y sus candidatos dieron el vamos a una disputa en que deberán mostrar las diferencias entre ellos. Y el tono subió de inmediato. 

Llamó la atención la forma en que Sichel las emprendió contra Lavín. Dijo que el alcalde no era “una oferta de futuro”, lo que despertó un duro contraataque de Rodolfo Carter, el flamante vocero de Joaquín Lavín. El fair play se dio por terminado de inmediato. ¿Y por qué Sichel optó por el ataque frontal?  El expresidente de BancoEstado definió una estrategia agresiva aprovechando el momento de debilidad de Lavín, asociado al mal ambiente que dejó en la UDI la bajada de Matthei. Por supuesto que no era un salto al vacío. Sichel ya se había encargado de reclutar a varios representantes del sector más conservador y duro de la UDI. 

Pero la estrategia de Sichel no se acotó a introducir un misil al interior del partido de Lavín, también se encargó de torpedear las bases de Mario Desbordes en Renovación Nacional. De hecho, en esa colectividad cuatro diputados –encabezados por Tomás Fuentes, quien pertenece al grupo opositor al desbordismo y cercano a Allamand– y tres senadores han declarado abiertamente su opción por el exmiembro de Ciudadanos, lo que explica la insistencia de Sichel para que los militantes de Chile Vamos puedan quedar en “libertad de acción”. Pero donde ha sido hábil, es en engañar a la opinión pública presentando una campaña cercana al centro, cuando toda su base de apoyo –político y financiero– está en el ala dura de la derecha y el “piñerismo”. De hecho, la dupla Chadwick-Allamand encabezan este grupo transversal.

Por supuesto que Sichel no ha perdido tiempo ni gastado balas en Ignacio Briones. Aunque la lógica indica que es un rival directo, ya que ambos se autodeclaran en el centro político, la verdad es que el otrora Sebastián Iglesias –en la época DC usaba ese apellido– tiene claro que el candidato de Evópoli debería rematar en cuarto lugar y que no tiene ninguna posibilidad de llegar a la papeleta final, más aún luego que su paso como ministro de Hacienda le ha terminado restando más que sumando, debido a que se le asocia a la restricción de las ayudas efectivas a la gente durante la pandemia. 

De quien sí se libró Sichel fue de Evelyn Matthei. Otra cosa habría sido si la alcaldesa continuaba adelante en la carrera presidencial. En varias ocasiones denunció, sin pelos en la lengua, que el exministro de Piñera era el candidato “de los empresarios y Libertad y Desarrollo”. También lo trató de inmaduro, de contar con el apoyo de algunos medios de comunicación e incluso de inventar encuestas. Pero la acusación de ser apoyado por el “piñerismo” no solo ha provenido de Matthei. Mario Desbordes fue más lejos, señalando que Sichel era “el tapado” de Cristián Larroulet. 

En tiempos en que las personas exigen máxima transparencia y honestidad a una clase política tradicional brutalmente golpeada en las recientes elecciones, la campaña del expresidente de BancoEstado yo la clasificaría como publicidad engañosa. Ha vendido un relato de “centro-centro” –como los pollitos de Fra Fra– cuando, en la práctica, Sichel es el candidato de los poderes fácticos, del mundo más conservador de la derecha y también del “piñerismo”, aunque esto último constituye un riesgo más que una ventaja. De seguro, tanto Lavín como Desbordes intentarán, en los cuatro debates de Chile Vamos, dejar en evidencia a ese personaje híbrido creado por Sichel y que constituye la apuesta de La Moneda hoy. 

Pero faltan aún muchas incógnitas que despejar en la derecha. En primer lugar, si sus primarias logran atraer más de un millón de personas y son competitivas con las del FA-PC. Si Lavín será capaz de traspasar el favoritismo de las encuestas a la gente de derecha. Si Desbordes logrará afirmar el voto de RN, obteniendo la presidencia del partido, pese a los torpedos internos que está sufriendo. Si los poderes fácticos que respaldan a Sichel podrán permear a los partidos de Chile Vamos, lo que traerá, sí o sí, un quiebre importante en la UDI y RN. Y, claro, si Ossandón se anima a competir –este vez en primera vuelta– y el rol que tendrá JAK para restarle aún más votos a Lavín en la UDI.       

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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