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La derecha y sus «hombres del destino» Opinión

La derecha y sus «hombres del destino»

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Augusto Varas
Por : Augusto Varas Presidente de la Fundación Equitas
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El intento de separar la política del poder, la anti-política, y su hermana, la ideología de la anti-ideología, se ha constituido en el discurso oficial de la derecha. La insistencia de Sebastián Piñera en sus dos administraciones de favorecer la presencia de independientes en sus gabinetes intentó crear el espejismo de la primacía de lo técnico, de su absoluta prescindencia de las relaciones de poder sin un definido y claro sello político. Un mandatario que nunca reveló el inenararrable pero verdadero sentido de su misión: aumentar el lucro y la renta privada. Esta actitud vergonzante de la derecha ante su propia identidad política permite entender que su actual candidato, Sebastián Sichel, vencedor de las primarias de Chile Vamos, se permitiera asegurar que «nos olvidamos de gobernar cuando la política se politiza».


El 17 de mayo de 1972, en su  discurso ante la Junta General Ordinaria, el presidente de la Sociedad de Fomento Fabril, Orlando Sáenz, anticipaba que “solo el futuro podrá revelar el rostro y el nombre del estadista que transformará [este modelo] de gobierno. Cuando este hombre del destino aparezca, con regocijo miraremos a nuestros políticos tradicionales, y más aún si él emerge de sus filas, esforzándose por clasificarlo con sus gastados patrones de derecha, centro o izquierda”. Un año más tarde, su “hombre del destino” apareció encarnado en el general Pinochet. 

Esta búsqueda de un representante o líder por fuera del núcleo duro de su clase política tradicional ha sido una permanente inclinación de la derecha chilena, quizás en la inconfesable tarea de encontrar a quién domestique su arraigado gen de “fronda” del que ha terminado siendo su principal víctima. 

A pesar de los costos que ha pagado por esta práctica, la derecha reiteradamente ha depositado su confianza política en líderes no tradicionales de su sector los que, en apariencia, se han apartado de los supuestamente gastados patrones del alineamiento político. Así, en 1989 apostaron por el idependiente-UDI, Hernán Büchi, en 1993 por el independiente pro-RN Arturo Alessandri Besa, en 2005 y 2009 por el ex pro-DC y díscolo-RN, Sebastián Piñera. En 2013 fue el independiente-UDI, Laurence Goldborne, a quién sus cuentas en Islas Vírgenes y rol en Cencosud dieron paso a una rocambolesca sucesión de candidatos hasta que Evelyn Matthei sacó la cara por su sector. Y en 2021 ha favorecido al independiente-multipartidista, Sebastián Sichel. Solo en 1999 Joaquín Lavín representó fielmente a su tribu política siendo derrotado por Ricardo Lagos. 

El intento de separar la política del poder, la anti-política, y su hermana, la ideología de la anti-ideología, se ha constituido en el discurso oficial de este sector. La insistencia de Sebastián Piñera en sus dos administraciones de favorecer la presencia de independientes en sus gabinetes intentó crear el espejismo de la primacía de lo técnico, de su absoluta prescindencia de las relaciones de poder sin un definido y claro sello político. Un mandatario que nunca reveló el inenararrable pero verdadero sentido de su misión: aumentar el lucro y la renta privada. Esta actitud vergonzante de la derecha ante su propia identidad política permite entender que su actual candidato, Sebastián Sichel, vencedor de las primarias de Chile Vamos, se permitiera asegurar que «nos olvidamos de gobernar cuando la política se politiza». 

En las últimas semanas el rebelde exUDI, José Antonio Kast, mostrando un coherente relato ultraderechista ha socavado los hipotéticos seguros apoyos a Sichel. Así, el problema de hoy para la derecha es que Kast está opacando a su nuevo “hombre del destino”, emergiendo como némesis de su propio sector y sincerando el genuino ethos derechista, el que ésta persistentemente ha intentado ocultar. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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