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Opinión: ¿Qué son? ¿Dirigentes o hinchas?

Opinión: ¿Qué son? ¿Dirigentes o hinchas?

Tiendo a pensar que todos los directivos de un club… son hinchas de ese club. Sé que hay excepciones, como la Sebastián Piñera, fanático de la UC, pero que no tuvo empacho en sentarse en el sillón presidencial de Colo Colo; lo mismo que Arturo Salah, cuyos afectos claramente están en Universidad de Chile. Hasta el genocida Pinochet cambió de camiseta: la de Wanderers, por el carné de socio honorario del Cacique.


La idea en esta columna no es hablar de esos inconsecuentes, sino de quienes guiados por una pasión legítima y motivante, llegan a lo más alto en el organigrama de una institución. Es el instante en que el ahora dirigente cambia su, diría, “visión estratégica”: el fútbol ya no es el pasatiempo de fines de semana o de una tertulia con amigos, sino una actividad que focaliza sus sentidos de manera profesional, seria y trascendente.

Aquellos que logran esa mutación, tienen asegurado un gran porcentaje de éxito. Los que se quedan a medio camino o sencillamente no consiguen reprogramar el chip, suelen terminar envueltos en una mortaja de contradicciones y de fracasos.

Veamos tres casos vigentes en el fútbol chileno:

–          Carlos Heller: hincha de la U desde que tiene uso de razón, tarde o temprano llegaría a la cima del club universitario. Su irrefrenable fanatismo por el club, en conjunto con una de las más grandes fortunas de nuestro país, anunciaban desde hace mucho que en algún instante presidiría la institución universitaria. Para conseguirlo apeló a la perseverancia, a la humildad y a su habilidad para desembarazarse de José Yuraszeck, su enemigo natural dentro del directorio de Azul Azul. Sin embargo, Heller jamás ha dejado de ser un hincha del tablón. Amigo de los jugadores, condescendiente hasta decir basta con amplios sectores de la barra, todavía no logra establecer un límite entre la pasión y el deber. Los jugadores lo saben y sacan provecho de esa doble militancia: pasado un primer semestre de observación respecto de cómo sería Heller al mando de la U, y en el cual los futbolistas se aplicaron y actuaron en consecuencia (por algo fueron campeones), ya percibieron que la máxima autoridad del club es uno de los suyos, un compinche, un “brother”, una persona manipulable. Así, este presidente perfectamente puede recibir una patada en el trasero dentro del camarín tras un triunfo importante (momento de máxima euforia), porque “es de los nuestros”, asume el plantel. Por algo, Heller se saca fotografías con los jugadores haciendo el signo de la U con los dedos (como un hincha más), sin marcar ninguna distancia tal como obliga su investidura. Por algo, también, es Carlitos para todos. Ojo, no don Carlos ni Carlos: Carlitos.

–          Francisco Ceresuela: Me contaron (por que no la vi), que el actual presidente de Unión Española afirmó en una entrevista a Fox Chile que “ojalá José Luis Sierra se quede en el club durante muchos años…”. Su declaración es coherente con la admiración que siempre ha sentido Pancho (¿me dejas llamarte así?) por el estratego hispano. Cuando el Coto era jugador, incluso antes de ser capitán y referente, ya vertía elogios a raudales en torno suyo: “es clarito, no sólo en la cancha”, me dijo en más de una oportunidad. Pues bien, esta suerte de idolatría por Sierra hace que el timonel de Unión Española pierda todas las proporciones y haga mutis por el foro, por ejemplo, llegado el momento de analizar la realidad del equipo, sus debilidades y el triste espectáculo que entrega en Santa  Laura (ya perdí la cuenta de los partidos que los rojos no ganan en la Plaza Chacabuco).  Para Ceresuela, el club que preside comienza y termina con Sierra. No con sus hinchas ni con su historia (bastante buena, por cierto, pues Unión es el quinto club con más títulos en el fútbol chileno y uno de los pocos que alcanzó una final de Copa Libertadores). Incondicional hasta decir basta, Pancho además responde a los lineamientos del dueño de la institución, el español Jorge Segovia, quien también adora al Coto. Él y toda su familia. Corolario: a los adeptos hispanos que cada vez llegan en menor cantidad al Santa Laura, se les pide infinita paciencia. Recién en el próximo torneo, el equipo se verá enredado con los promedios de rendimiento. Al menos verán a Unión Española jugar por algo…

–          Aníbal Mosa: este empresario de origen sirio, aunque todos hablan del turco Mosa, llegó a Colo Colo con varios propósitos bajo el brazo: involucrarse en los destinos de su club (es hincha reconocido del Cacique), adquirir visibilidad mediática (pese a todas sus lucas, apenas era conocido en Puerto Montt y sus alrededores) y legitimarse socialmente. Esto último tiene que ver con su origen: hace un tiempo, Mosa denunció que el ex presidente Hernán Levy (consuegro de Piñera) lo discriminó “porque no pertenecía a cierto grupo aristocrático. Algo así me dijo. Colo Colo no le pertenece a los oligarcas. Creo que fui discriminado porque soy sirio”. Y para trepar en el directorio, don Aníbal hizo la fácil: sacó su chequera infinita y se hizo amigo de los jugadores y del cuerpo técnico. De un tiempo a esta parte, Mosa tiene línea directa con los referentes del plantel, al punto de que Esteban Paredes expresó en radio Bío Bío que él y sus compañeros veían con muy buenos ojos la posibilidad de que este empresario llegara a la presidencia del club. “Es muy cercano a nosotros”, remató. Esa mera declaración del goleador anticipa en Colo Colo un modelo parecido al de Heller en la U: un timonel que no marcaría distancia con los futbolistas, quienes terminarían por hacer y deshacer en el vestuario y en la cancha, y hasta involucrados en la toma de decisiones institucionales.

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