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Registran evidencia de migración humana en los Andes meridionales previa a la llegada de los incas CULTURA

Registran evidencia de migración humana en los Andes meridionales previa a la llegada de los incas

Investigadores chilenos colaboraron con colegas de la Universidad de Cuyo en Mendoza en el uso de una novedosa metodología para entender los movimientos humanos del pasado. En el trabajo se estudió, además, la variabilidad de las formas de los cráneos de los mismos individuos, detectándose importantes diferencias entre los locales y los migrantes. El estudio morfológico de los cráneos indica que las diferencias biológicas entre locales y migrantes sugieren genealogías ancestrales diferentes.


Luego de cuatro años de trabajo, un equipo internacional y multidisciplinario de científicos y científicas, liderado por Ramiro Barberena, investigador independiente del CONICET en el Instituto Interdisciplinario de Ciencias Básicas de la Universidad de Cuyo, registró evidencia de una migración de grupos entre 1270-1420 d.C., es decir que antecede por algunas décadas la llegada de los Incas a los Andes centrales de Argentina y Chile.

El descubrimiento, publicado en Scientific Reports, es clave, ya que utiliza una metodología innovadora que permite reconstruir territorios humanos y migraciones del pasado.

El estudio fue financiado principalmente por la National Geographic Society, sin embargo, otros proyectos locales estuvieron involucrados, como el proyecto ANID-FONDECYT #1170408, liderado por Cesar Méndez y radicado en el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP).

En un principio se buscó entender la variación del comportamiento del elemento químico “estroncio” en el paisaje de los Andes meridionales, entre el océano Pacífico en Chile central y las tierras bajas orientales en Argentina, mediante estudios en restos de roedores, los cuales por su baja movilidad son ideales para estos propósitos.

Luego, los investigadores analizaron los valores de este mismo elemento químico en huesos y dientes humanos de muestras excavadas en la década de 1930 en Mendoza y albergadas en el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas “Juan Cornelio Moyano”.

En palabras de Amalia Nuevo-Delaunay (CIEP), co-autora de este trabajo, “esta comparación permitió reconstruir la movilidad de un grupo de migrantes que llegaron desde un lugar remoto al valle de Uspallata y compararla con la movilidad humana de los últimos mil quinientos años de los grupos locales”. Cabe destacar que Nuevo-Delaunay lleva colaborando desde 2015 con este equipo de Arqueología de Mendoza.

“Nuestros huesos y dientes guardan un registro químico de los alimentos que hemos consumido a lo largo de la vida, así como de los territorios habitados. Los isótopos de estroncio (87Sr/86Sr) en huesos y dientes arqueológicos de individuos del pasado reflejan los sustratos geológicos que habitamos. Dado que los dientes registran la señal territorial de la infancia, y que los huesos registran la de los últimos años de vida, al comparar ambos contamos con una entrada a la historia de vida de individuos, familias y grupos humanos del pasado”, explica Barberena, investigador principal de esta colaboración internacional.

Según el científico, los Andes del Sur de Argentina y Chile son el contexto geográfico ideal para aplicar esta innovadora metodología, ya que ambos lugares cuentan con una marcada variación geológica en los tipos y edades de las rocas que componen el paisaje.

“Diseñamos este proyecto para rastrear los territorios humanos a ambos lados de los Andes y las conexiones trasandinas”, detalla Barberena.

Los resultados obtenidos permitieron identificar una migración de agricultores de maíz entre 1270 y 1420 d.C., lo que antecede por algunas décadas la llegada del imperio Inca a la zona. Los estudios de isótopos estables de carbono, que son un indicador de la alimentación en el pasado, mostraban que estos grupos además tenían un consumo muy elevado de maíz, lo cual es muy esperable para las sociedades agricultoras relativamente sedentarias.

En el trabajo se estudió, además, la variabilidad de las formas de los cráneos de los mismos individuos, detectándose importantes diferencias entre los locales y los migrantes. El estudio morfológico de los cráneos, que desarrolló Lumila Menéndez, investigadora de la Universidad de Bonn en Alemania y el Konrad Lorenz Institute for Evolution and Cognition Research de Austria, indica que las diferencias biológicas entre locales y migrantes sugieren genealogías ancestrales diferentes.

Cabe señalar que este tipo de colaboraciones internacionales permiten abordar temas que los investigadores por sí solos difícilmente pueden resolver por su envergadura.

Méndez comenta, “de hecho, sin la colaboración nada hubiera sido posible, ya que el envío del trabajo a evaluación se concretó durante una estadía de visita del doctor Barberena en la ciudad de Coyhaique, cuando estaba invitado a conocer el CIEP y trabajar con nosotros en los proyectos conjuntos que desarrollamos”, señala Méndez.

Para los científicos, este hallazgo fue un claro ejemplo de que el trabajo colaborativo permite aumentar las herramientas que cada centro de investigación posee y el trabajo conjunto ha permitido un relevante logro para la arqueología.

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