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La “autocrítica” de las AFP Opinión

La “autocrítica” de las AFP

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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«No habiéndose hecho las autocríticas del caso, los ejecutivos de las AFP realizan una serie de proposiciones para mejorar las pensiones, pero ninguna de ellas es una proposición destinada a mejorar la contribución de las AFP a mejores pensiones. En efecto, sugieren aumentar la cobertura y nivel de los PBS y APS del sistema solidario. Proponen aumentar la edad de jubilación, sin abordar el problema de que la edad real de jubilación es muy superior a la legal (en particular en el caso de las mujeres). Más aún, todos sabemos que esa medida no tiene relevancia para el sistema de AFP».


En diferentes medios, ejecutivos de las AFP intentan explicar por qué los chilenos rechazan en forma mayoritaria al sistema de capitalización individual. El principal argumento ha sido el que la ciudadanía es ignorante.

Así lo señaló el Superintendente de Pensiones bajo Pinochet: “La crisis se instaló por ignorancia”; un director de Habitat: “Existe una ignorancia dramática, y de eso somos todos responsables. También me hago responsable, por no explicar mejor que si uno coloca 10, es imposible sacar 100”.

Y quizás quien batió todos los récords en materia de desprecio a la ciudadanía fue el empresario José Luis del Río, de Falabella, quien señaló que “el debate por el sistema de pensiones es absurdo. Se les está echando la culpa a las AFP, cuando el problema son las bajas pensiones” y, coincidiendo con el director de Habitat mencionado, “hay un gran problema en nuestro país, que es que hay gente que todo lo quiere gratis y eso, simplemente, no se puede llevar a cabo”.

Loa afiliados a las AFP en muchos casos no saben de gimnasia financiera, pero conocen al dedillo de las dificultades que les ha causado el mercado laboral (para qué decir bajo la dictadura, en que el desempleo se ubicaba, en los 80, entre 20 y 35%), los bajos niveles de las remuneraciones (asociado a un sistema laboral que impide un equilibrio entre trabajadores y empresarios) y las dificultades para cotizar regularmente (sin contar el que muchos empleadores, habiendo realizado los descuentos, no pagan las cotizaciones). Saben en definitiva de la inadecuación básica entre un mercado laboral sustentado en la precariedad y un sistema pensiones que demanda una gran estabilidad laboral.

En la entrevista realizada a ejecutivos de todas las AFP por El Mercurio, incluido el presidente de la Asociación de Administradoras, se entrega la visión de estos personeros respecto de la crisis del sistema de pensiones y del sistema de capitalización individual. La primera afirmación consistente con la ignorancia que, según ellos, caracteriza a los chilenos es que no se han preocupado de “informar y explicar” a estos sobre el funcionamiento del sistema. Incluso, el presidente de Cuprum, una de las AFP que mayores comisiones ha cobrado históricamente, ha pretendido denunciar a “grupos que atacaban el modelo con campañas millonarias”.

No sabemos a quién se refiere. Realmente esto no calza con la experiencia de todos los chilenos, quienes estamos siendo bombardeados desde hace décadas de anuncios y comerciales, en todos los medios de comunicación, en que se defienden las virtudes presuntas del sistema de capitalización individual. Incluso, en los últimos días la madre del ministro de la Segpres mostraba su arrepentimiento por haberse prestado a realizar anuncios a favor del sistema. En tal sentido, creo que es pertinente que los ciudadanos demanden información cierta sobre la cantidad de recursos que las AFP y la Asociación de AFP han destinado a estas campañas.

Las extrañas matemáticas de las AFP

Las AFP no se cansan de reiterar la alta rentabilidad que han disfrutado los Fondos de Pensiones. Han hablado de rentabilidades positivas de hasta 8,6% promedio a lo largo de la historia. No resulta, en consecuencia, comprensible que los primeros jubilados que está generando el sistema tengan pensiones tan malas.

No todo se explica con la baja densidad de las cotizaciones. Las mayores rentabilidades (con muy pocas excepciones) se obtuvieron en los 80 y parte de los 90 producto de situaciones excepcionales, como fueron las altas tasas de interés pagadas por el Estado para hacer frente a la deuda externa que le heredaron al país los grupos económicos que colapsaron a principios de los 80 y como producto de los procesos de privatización que inflaron las inversiones de los fondos de pensiones al alcanzar estas empresas los precios de mercado. Lamentablemente, para los afiliados al sistema, en esos años estos eran menos numerosos y sus fondos eran aún pequeños y parte de esa rentabilidad iba a engrosar las arcas de las AFP, vía comisiones.

Los defensores de las AFP insisten en que el problema no es el sistema de AFP, sino el mercado laboral, cuestión que tampoco termina de calzar. En efecto, entre 1986 y el 2013 la economía creció entre 4 y 5% promedio. Aunque baja en comparación a la alcanzada por los tigres del Asia, es una tasa de crecimiento notable para los países de la región. Con esas tasas de crecimiento uno debería esperar estabilidad en el empleo incluso en condiciones de alta movilidad. No está ahí, en consecuencia, la causa de las malas pensiones. Si ni siquiera en estas condiciones el sistema de AFP cumple con sus promesas, qué queda para situaciones económicas más difíciles.

Cabe más bien indagar en las consecuencias para el mundo trabajador y de clase media de un sistema económico que valora solo el aporte del gran empresariado, que discrimina a las Pymes mediante variados mecanismos, que muestra un tremendo desequilibrio entre empleadores y trabajadores; donde el Estado ha renunciado a su papel de orientador del funcionamiento económico. Lo que permitió a los países desarrollados experimentar un fuerte crecimiento después de la Segunda Guerra Mundial y garantizar a los ciudadanos niveles adecuados de protección social fue la intervención pública y el control político de las grandes empresas. Eso se ha perdido en los últimos años, y en Chile se estableció un sistema que llevó al extremo un modelo en que el sistema político está blindado frente a las demandas sociales. De este modelo económico, que está libre de todo control ciudadano, el sistema de capitalización individual es un pilar fundamental.

Schmidt-Hebbel dice hacerse una gran autocrítica por no haber explicado que de “10 es imposible sacar 100”. Lo extraño es que resultados de ese orden de magnitud son los que obtienen las administradoras. En efecto, como se observa en el cuadro siguiente, la rentabilidad de las Administradoras ha alcanzado un promedio de 26,4% anual. Esto significa que en menos de 4 años recuperan el capital invertido. Es muy difícil encontrar entre las industrias legales una actividad que alcance regularmente rentabilidades en torno a un 30%. No se incluyen aquí los jugosos salarios de los directores y ejecutivos de las Administradoras. Incluso, en el 2008, cuando los Fondos de Pensiones alcanzaran pérdidas inmensas (el Fondo A cerca de un 40%), las AFP tuvieron un pérdida de apenas 0,4%.

tabla AFP

Sobre esta situación los ejecutivos de las AFP no pierden palabra alguna en la entrevista con El Mercurio.

Con datos cuya procedencia no se indica, los ejecutivos de las AFP señalan que cada vez más países (30 según Pérez Mackenna) se suman al modelo de capitalización individual. Sin embargo, el único ejemplo que citan es el de Polonia, y que es justamente uno de los varios países que han abandonado el sistema de AFP.

La realidad es otra, son muy pocos los países que pusieron como columna vertebral del sistema de pensiones al sistema de AFP y varios de ellos lo han abandonado. La mayoría de los que mantienen el sistema de AFP se encuentran en condiciones peores a las del sistema chileno. Basta mencionar los casos de El Salvador y Perú.

La confusión proviene de que muchos países han introducido (desde antes que se establecieran la AFP en Chile) el sistema de capitalización individual como complemento del sistema de reparto para los usuarios más ricos y sin que sea obligatorio. Chile perfectamente podría buscar un nuevo sistema y dejar que las AFP compitieran con otros operadores financieros por el manejo de quienes puedan realizar ahorro voluntario. Lo que efectivamente se está haciendo es introducir cambios en los sistemas públicos de pensiones para enfrentar los cambios económicos y demográficos, cuestión que dista de la pretensión de que el sistema de AFP se expande en el mundo.

La gran explicación que falta: ¿se justifica pagar un sistema tan caro como el de AFP?

El presidente de Habitat, en una entrevista con El Mercurio, reitera que el sistema de reparto no está en condiciones de enfrentar el mayor número de inactivos que los trabajadores activos deberán mantener en el futuro (que hacia el 2050 podría alcanzar una proporción de 2:1). Como lo han reiterado el Premio Nobel de Economía Peter Diamond y Nicholas Barr, de los principales especialistas mundiales en sistema de pensiones, tanto el sistema de reparto como el de capitalización individual enfrentan el desafío derivado de los cambios demográficos. En uno y otro caso, el tema es el mismo, la necesidad de lograr incrementos en la productividad del trabajo para que una menor cantidad de activos puedan generar los bienes y servicios que requieren los inactivos.

El problema del sistema de capitalización individual es que las rentabilidades en el largo plazo no logran en promedio tasas que puedan sostener pensiones dignas. Más aún, desde la crisis del 2008 las rentabilidades han tendido a caer por debajo de los promedios históricos. Hacia delante, las mayores regulaciones, la exclusión de activos financieros riesgosos y de carácter especulativo que explicaron buena parte de las altas rentabilidades de que se vanaglorian los defensores de las AFP, tendrán como consecuencia rentabilidades de los activos financieros, mucho menores.

Desde el punto de vista técnico, el problema fundamental es que los retornos del sistema financiero no permiten superar el crecimiento natural de la masa salarial. Por tanto, no tiene sentido que la base del financiamiento de la vejez dependa de su inversión en activos financieros. De eso se derivan dos corolarios: el primero, que no se justifica pagar a administradores de recursos, como son las AFP y las compañías de seguro, dineros por administrar y gestionar recursos que en promedio generarán rentabilidades netas no superiores (en el mejor de los casos, a 2%, lo que equivale a la tasa implícita con que las compañías de seguros reconocen al vender rentas vitalicias a los afiliados del sistema AFP que jubilan) al incremento de la masa salarial. Es esto lo que deberían responder con seriedad las AFP.

Las propuestas de las AFP para mejorar las pensiones

No habiéndose hecho las autocríticas del caso, los ejecutivos de las AFP realizan una serie de proposiciones para mejorar las pensiones, pero ninguna de ellas es una proposición destinada a mejorar la contribución de las AFP a mejores pensiones. En efecto, sugieren aumentar la cobertura y nivel de los PBS y APS del sistema solidario.

Proponen aumentar la edad de jubilación, sin abordar el problema de que la edad real de jubilación es muy superior a la legal (en particular en el caso de las mujeres). Más aún, todos sabemos que esa medida no tiene relevancia para el sistema de AFP. En efecto, ello es relevante cuando una determinada edad permite acceder a un beneficio. En el sistema AFP ello no es así. Todos pueden seguir trabajando. Proponen alzar las cotizaciones. El problema es que la mayoría de los afiliados no quiere poner un peso más en manos de las administradoras. Por tanto, una medida necesaria se ve obstaculizada por el propio sistema de AFP.

No ha sido el objeto de este artículo entrar en el terreno de las propuestas; cuestión que he tratado en trabajos anteriores y que me ocupa en la actualidad. Lo que interesaba era discutir la argumentación, a veces falaz, elusiva e incluso falsa, de los defensores del sistema de AFP. Cabe solo terminar señalando la conveniencia de que mientras se define el nuevo sistema de pensiones se instaure gradualmente la cotización empresarial de 4%, en beneficio de un mecanismo de reparto que permita aumentar la cobertura del pilar solidadario y el nivel de la PBS y el APS.

Eugenio Rivera
Fundación Chile 21

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