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Los fracasos de Trump lo hacen más peligroso MERCADOS|BLOOMBERG

Los fracasos de Trump lo hacen más peligroso

Trump entró en el personaje y jugó a la gallina con el comercio global, la economía, la frontera sur de EE.UU., las vidas de los migrantes y la seguridad financiera de millones de personas –antes de tener que ceder, cuando los costos y los peligros de esto se hicieron evidentes–.


Si alguien aún pensara que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha estado jugando un ajedrez tridimensional mientras que todos los demás están dedicados a tareas menos sofisticadas, tendría que abandonar esa idea ante el desistimiento de la amenaza arancelaria contra México.

Lo único que logró Trump con esta maniobra fue otra abundante ronda de atención, mientras todos intentaban descifrar el acertijo de «¿qué es lo que persigue este inusual y chiflado hombre esta vez, con esta ruptura de las normas del comportamiento presidencial generalmente aceptado?». Para Trump, personalmente, la oportunidad de generar y disfrutar ese tipo de ruido mediático no es cualquier cosa, por supuesto. El autoengrandecimiento y la autopreservación han motivado casi todo su pensamiento durante décadas, primero como novato fuera del círculo, luego como constructor observado de cerca y vocero de feria, finalmente durante sus años en la televisión y ahora como presidente.

Sin duda, Trump obtuvo la atención la semana pasada. Después de todo, al amenazar inesperadamente, por Twitter, con imponer pesados aranceles a México si no lograba resolver la crisis migratoria y humanitaria que se desborda desde América Central hacia EE.UU., Trump puso a las comunidades políticas y empresariales del mundo en vilo.

¿Y cuántos de nosotros podemos lograr algo tan genial? No cualquiera puede verse y actuar como un villano de Bond. Trump me dijo una vez, mientras conducíamos a uno de sus campos de golf, que su villano de Bond favorito era Auric Goldfinger, el fornido rufián que quería arruinar la economía global y ayudar a China y a sí mismo contaminando la reserva de oro de EE.UU. en Fort Knox. «Me pareció que Goldfinger era un gran personaje», dijo Trump. «Para mí, fue el mejor de los personajes. Casi creíble».

Entonces, por una semana, Trump entró en el personaje y jugó a la gallina con el comercio global, la economía, la frontera sur de EE.UU., las vidas de los migrantes y la seguridad financiera de millones de personas —antes de tener que ceder, cuando los costos y los peligros de esto se hicieron evidentes—. Sus facilitadores en el Congreso ayudaron a dar fin a la locura porque algo más importante (para ellos) que el estado de derecho, la urbanidad, la ética, la igualdad, la estabilidad, la formulación madura de políticas y el medio ambiente estaba en juego: el dinero.

Para la noche del viernes, Trump ya había cerrado su espectáculo, asegurando al día siguiente en Twitter que las «reseñas» de su juego «habían sido muy buenas», a excepción, dijo, de los críticos de cine que llenan los «medios de comunicación falsos y corruptos» de NBC, CNN, el New York Times y el Washington Post.

La verdad del asunto es que México —aparte de incrementar su propio rol de vigilancia en la frontera sur, en concordancia con un acuerdo previo— no cedió nada, como señalaron Michael Shear y Maggie Heberman en el Times. Tras mucho ruido y tensión, el autor de “The Art of the Deal” (El arte del acuerdo) salió con las manos vacías. «La decisión marca una victoria para el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, cuya administración había estado presionando a Trump para que abandonara la amenaza arancelaria» señalaron los reporteros de Bloomberg News Josh Wingrove, Nick Wadhams y Shannon Pettypiece.

Pero no nos engañemos pensando que este es el final de los juegos para la Casa Blanca. Ya ocurrió antes y ocurrirá nuevamente. Se avecinan negociaciones comerciales con Japón y la Unión Europea, y ya está en marcha la lucha por el comercio y los aranceles con China. Hay mucho espacio para que Trump agite esos temas. Sabe poco sobre políticas, pero mucho sobre cómo avivar las pasiones y los resentimientos de su base. Además, le parece bien fabricar cosas para seducir a sus partidarios con el fin de que acepten la idea de que nunca pierde y siempre tiene un as bajo la manga.

«Hemos estado intentando obtener estas acciones en la frontera por mucho tiempo, como lo han hecho otras administraciones, pero no lo lograban, o no por completo, hasta nuestro acuerdo firmado con México», escribió en Twitter el domingo. «Es importante señalar que algunas cosas no mencionadas en el anuncio de prensa de ayer, una en particular, fueron acordadas. Se anunciará en su momento».

Ajá. Hay algo «no mencionado» que saldrá a la luz «en su momento». Hmmm. Mientras que aparentemente solo el presidente sabe de qué se trata el acuerdo secreto, también advirtió que si México no juega como el espera en el futuro, pagará con el infierno, y con aranceles. Por lo pronto, todos deberían permanecer en vilo. «Siempre podemos regresar a nuestra antigua, y muy rentable, posición sobre los aranceles», concluyó en Twitter. «Pero no creo que sea necesario».

Se agita en vano. Así lo hizo hace varios meses, cuando amenazó con mantener el gobierno de EE.UU. cerrado a menos que obtuviera la financiación para construir un muro en la frontera sur. Políticos más experimentados y diestros que él han lanzado ese torpedo, y el gobierno volvió a abrir.

Intentar gobernar con amenazas y fuerza bruta no es gobernar en absoluto, y si bastantes engaños quedan en evidencia, los jugadores al otro lado de la mesa tienden a endurecerse. Ese no es un buen escenario para ninguno de los interesados, ya que una persona predeciblemente impredecible, sin confianza en sí mismo, ni moderación, ni asesores valientes y con principios, podría intentar eventualmente acabar con todo para probar su punto.

El presidente de EE.UU. no está jugando ajedrez; pero como un niño con fósforos, no tiene ningún problema en jugar con fuego.

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