La memoria podría estar fallándole a Eike Batista. Porque si “invertir en Chile se está haciendo imposible” como twitteó a raíz del fallo de la Corte Suprema que rechazó la construcción de la Central Castilla, debiera recordar que fue expulsado de Bolivia por el gobierno de de Evo Morales en 2006.
Fue acusado de construir dos hornos para una planta siderúrgica en la frontera con Brasil sin permisos medioambientales: su empresa EBX los pidió después de haberlos levantado.
Era un megaproyecto —como todos los suyos— para extraer hierro boliviano que se abastecería de carbón vegetal extraído de una zona de bosque nativo llamada Pantanal boliviano, lo que implicaba un violento proceso de deforestación.
Al final, pasó a manos de la empresa india Jindal Steel Power que no ha cumplido las expectativas del gobierno.
En 2004 la misma EBX, su filial siderúrgica, fue multada en Brasil por declaraciones impositivas falsas.
En mayo último las obras de una planta de fierro en Río de Janeiro que el grupo argentino Techint está construyendo en el Puerto de Acu, de Eike Batista —quien le vendió sus aciones del proyecto siderúrgico—, debieron ser paralizadas en su construcción. Los permisos medioambientales otorgados por la Comisión Estatal de Control Ambiental y el Instituto Estatal del Ambiente fueron suspendidos por supuestas irregularidades.
El séptimo hombre más rico del mundo según Forbes —con una fortuna de US$ 30 mil millones— podrá estar molesto con Chile, pero no puede quejarse por el precio que pagó por la Hacienda Castilla: US$ 1 millón por 240 mil hectáreas con 50 kilómetros de playa, entre Caldera y Copiapó.
Es la segunda mayor extensión de tierras del país en manos de un único propietario, sólo superadas por las que posee Douglas Tompkins en el extremo sur
Quién sabe si ahora cambia de parecer y revive la idea de un megaproyecto inmobiliario. O vuelve a la carga y parte de nuevo con los trámites para levantar la que pretendía ser la mayor central térmica del país con 2.354 MW.
