Publicidad
Feliz cumpleaños, Pato…

Feliz cumpleaños, Pato…

Este 20 de enero, “Día del Roto Chileno”, está de aniversario Patricio Nazario Yáñez, uno de los mejores delanteros que ha producido el fútbol nacional. Velocísimo, y dueño de una potencia desusada para el medio, el quillotano fue uno de los pocos que se salvó de la debacle en España 82 y puede exhibir el título de Campeón de América, tras ganar la Libertadores con Colo Colo.


Rompió todo un récord cuando, con miras a la Copa América de 1979, Luis Santibáñez lo convocó a la Selección Chilena perteneciendo a los registros de San Luis de Quillota y siendo, por lo tanto, un jugador de Segunda División. Patricio Yáñez, sin embargo, no se demoró nada en demostrar que la decisión de “Locutín” no era en absoluto delirante, porque realmente su fútbol era de primera. Rapidísimo, y con una potencia desusada para el medio, el Pato picaba y si el defensa no lo anticipaba o estaba desatento, llevaba todas las de perder. Tenía que conformarse con mirarle el número de la camiseta, porque ya con pelota dominada el quillotano era simplemente imparable.

Yáñez, nacido el 20 de enero de 1961, no jugó en esos primeros partidos de una Copa que, por esos años, se disputaba con un formato distinto al actual. A Chile le correspondió eliminarse en un grupo con Venezuela y Colombia y, en los partidos de ida, Santibáñez extremó su proverbial tacañería ofensiva que le valdría recibir, entonces y para siempre, el calificativo de “técnico ratón”. Resultado: la Roja retornó de esos partidos con la pobre cosecha de un solo punto, conquistado frente a los venezolanos. El Pato, y cómo no, si la única manera de continuar en carrera era ganando los dos compromisos, jugó las revanchas, cuyos resultados le dieron la razón temporalmente a un técnico que siempre defendió lo que en esos años se denominaba “la media inglesa”: un punto como visita y los dos como local. Obvio señalarlo: todavía la FIFA no introducía el cambio de tres unidades para aquel cuadro que ganara el encuentro.

Jugando de esa forma, la Selección Chilena llegó a disputar la final frente a una de las mejores selecciones paraguayas de la historia, que tenía su base en el Olimpia campeón de la Copa Libertadores y luego Campeón Mundial de Clubes. Se cayó estrepitosamente por 3 a 0 en Asunción, pero se ganó la revancha en Santiago y, como no estaba considerada en el reglamento del torneo la diferencia de goles en esa instancia, tuvo que jugarse un partido definitorio en el estadio de Vélez Sarsfield de Buenos Aires. La paridad sin goles, al cabo de 120 intensos minutos, le entregó el título a Paraguay, aunque el Pato, mediante un cabezazo, estuvo a punto de cambiar la historia. A pesar de que no era su fuerte, obligó al “Gato” Fernández a una estirada suprema para evitar la caída de su valla y matar la ilusión chilena.

Yáñez había mostrado sus credenciales de jugador fuera de serie y se transformó en elemento vital en esas eliminatorias para el Mundial de España 1982. Clasificación que se ganó en condición de invicto y sin siquiera recibir un gol en contra. Fue, también, la revancha contra los paraguayos, a los cuales se derrotó en Asunción, con una corrida fenomenal del Pato, que dejó atrás a la defensa guaraní para tocarla de derecha y de revés sobre la salida del meta. Poco antes, en un amistoso en Mendoza frente a la Argentina campeona del mundo, Patricio Yáñez había dejado preocupadísimo al técnico César Luis Menotti. El resultado, un 2 a 2 que se tornó inolvidable por el gol de chilenita de Sandrino Castec, para el entrenador no pasó de la anécdota. Lo que le quitó el sueño, por esa noche y varias más, era haber visto con qué facilidad la rapidez y potencia del Pato Yáñez había desairado una y otra vez a su marcador, Alberto Tarantini, puntal de ese equipo que un par de años antes había ganado la Copa del Mundo en una final estremecedora frente a Holanda. “Yáñez y Rojas (Manuel) son dos jugadorazos”, diría Menotti en la conferencia de prensa posterior al encuentro.

Yáñez fue, sin duda, uno de los pocos jugadores chilenos que no defraudó en ese Mundial de España de triste recuerdo. Uno de los pocos que, en medio de la soberbia que apuró la debacle, se salvó de la crítica impiadosa hacia aquellos delirantes que habían augurado que la Roja estaba para pelear por el campeonato. Las derrotas frente a Austria (0-1), Alemania (1-4) y Argelia (2-3) habían sido un durísimo cachetazo, un severo recordatorio de quiénes éramos futbolísticamente a nivel mundial.

La buena actuación de Yáñez en ese torneo le valió ser contratado por el Real Valladolid español, donde conformó una dupla ofensiva de jerarquía y para los hinchas inolvidable con el uruguayo “Polilla” Da Silva. El Pato, que nunca hizo muchos goles, se los servía en bandeja al charrúa y ambos se transformaron en protagonistas principales de esa Copa de la Liga ganada por el cuadro albi violeta en 1984, en una final inolvidable frente al Atlético de Madrid.

pato3

Pato Yáñez en el Real Betis

Yáñez pasó luego al Zaragoza y posteriormente al Betis. Parecía lejos ya de sus mejores años cuando Universidad de Chile, en 1990, decidió repatriarlo. No fue al aporte esperado. Sucesivas lesiones lo tuvieron siempre disminuido y sólo apareció en los últimos encuentros, para aportar a que la U se salvara de caer nuevamente a Segunda.

Colo Colo creyó en él y remeció el ambiente futbolero con una contratación que para todos resultó bombástica. En el club popular Patricio Yáñez vivió una segunda juventud. Se transformó en pieza clave de ese equipo que, con Mirko Jozic en la banca, obtendría en 1991 la Copa Libertadores de América, la Recopa Sudamericana y la Copa Interamericana. Con todo, el Pato no jugó los partidos finales frente al Olimpia paraguayo. La noche que los jugadores de Boca perdieron los estribos al verse superados y para intentar opacar el triunfo albo armaron una batahola feroz, el Pato fue expulsado tras agredirse mutuamente con el volante defensivo Blas Giunta. Yáñez es, pues, uno de los pocos jugadores chilenos campeón de América.

Jugó hasta 1995, año en que, vistiendo la camiseta alba, dijo “no va más”. Dejó tras sí la admiración del aficionado por su fútbol moderno, veloz y directo, y entre compañeros y adversarios la imagen del tipo que siempre afrontó el juego limpiamente, sin recurrir a los golpes ni a la trampa. Dejó, además, el recuerdo de esa desbordante simpatía que lo transformaba en una figura querible y ante el cual el reto o el reproche se antojaban hasta fuera de lugar. Como cuando, tras faltar tres días a los entrenamientos de Colo Colo, apareció sonriente y despreocupado para anular el enojo evidente de Mirko Jozic. Lo abordó a la salida del camarín, lo abrazó paternalmente y con su mejor cara de pena y abatimiento por la brutalidad humana, se fue caminando con él hacia la cancha, comentándole lo terrible que se estaba volviendo la guerra en los Balcanes y lo preocupado que él estaba por lo que podía estar viviendo la familia del técnico en medio de las balas y las bombas.

Era, además, el tipo más simpáticamente mentiroso del plantel, al decir de los jugadores de Colo Colo, que lo bautizaron como “Paul Anka”, por un hincha que, allegado al equipo, llegaba siempre al camarín de impecable terno y corbata. Al “Paul Anka”, según los cracks albos, nadie lo ganaba en lo “versero” y “chamullento”… hasta que conocieron a Patricio Nazario Yáñez. Porque el Pato era capaz de organizar una actividad social y benéfica y ser el primero en borrarse, sabiendo que al día siguiente su excusa para no aparecer iba a ser tan buena y tan graciosa que, en lugar de terminar todos enojados con él, darían por cerrado el capítulo con ruidosas carcajadas. Hasta el Sapo Livingstone lo delató una vez, muerto de la risa, frente a las cámaras. El Pato, que había organizado un partido entre el Area Deportiva de TVN y otro de la competencia, fue al final el único de los convocados que, al momento del pitazo, no había aparecido por ninguna parte. “Es el capitán Araya –dijo el Sapo-, que los embarca todos mientras él se queda en la playa”. Doble contra sencillo que el Pato, una vez más, había encontrado la explicación justa para su ausencia.

De su simpatía y calidez no se escapaba nadie. Hay un periodista que todavía se ríe cuando recuerda lo sentido que se declaró con él Patricio Nazario, porque nunca lo había invitado a su casa a conocer la estupenda y completa biblioteca que el profesional había conformado tras años y años de coleccionar revistas y libros de todo tipo.

Patricio Yáñez, extraordinario futbolista, de esos que en nuestro país se dan sólo de tanto en tanto, lamentablemente será recordado por las generaciones venideras tanto por su fútbol de categoría como por ese obsceno gesto que hizo en el Maracaná, dedicado al público brasileño, cuando él también creyó de buena fe que la bengala había herido gravemente a Roberto Cóndor Rojas. Con el arquero en el suelo, sangrante, el Pato no halló nada mejor que tomarse los genitales en gesto de rebeldía y de rechazo hacia esas pifias burlonas que bajaban de las tribunas.

Hoy, hasta un niño sabe lo que significa “hacer un Pato Yáñez”… Gesto que pasó del folclore futbolero a dicho utilizado más de alguna vez hasta en empingorotados salones.

Publicidad

Tendencias