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Las termas de Santa Laura

Las termas de Santa Laura

De un tiempo a esta parte, Unión Española pasó a engrosar el grupo de los clubes que participan, mas no compiten, en los torneos criollos. Y su director técnico cayó desde el paradigma “el entrenador con mayor futuro del fútbol chileno” a la condición de un auténtico “ganapán”.


Después de un mediocre arranque en el actual Torneo de Clausura, prolongación de un peor Apertura 2014, y cuando ya han pasado varios días desde la eliminación de la Copa Chile frente a la Universidad de Concepción, en Unión Española no pasa nada de nada. Todo sigue igual dentro de ese microclima que se ha creado en torno de Santa Laura, que bien parece un spá -o unas termas- más que un campo de trabajo futbolístico.

Ninguna declaración importante. Cero autocrítica. Los días se arrastran allá en Plaza Chacabuco, en medio del calor sofocante que azota Santiago, aunque paradójicamente y frente a tantos fracasos sucesivos, el cuadro hispano asume la postura de como quien oye llover…

A la cabeza de esos resultados, José Luis Sierra. El Coto goza de un estatus que contradice la estresante tarea de cualquier otro director técnico. Amparado en su condición de ex ídolo del club, Sierra parece blindado a los comentarios adversos a su gestión por una propuesta que hace rato satisface el paladar sólo de sus más incondicionales, entre ellos de Jorge Segovia, propietario de la señera institución, y quien controla su destino a miles de kilómetros de distancia.

Hasta hace un par de temporadas, Unión Española y su estratego eran muy bien evaluados por el medio local. De hecho, atrapó su séptima estrella al término del Campeonato de Transición (primer semestre de 2013), con el Coto en la cabina técnica.

A partir de allí, sin embargo, la partida de importantes jugadores en muchos miles de dólares, la compra de refuerzos de escasa jerarquía y la nula renovación de sus conceptos futbolísticos (incluso los más elementales), fueron sumiendo al equipo en una marcada decadencia.

Unión pasó a engrosar el grupo de los clubes que participan, mas no compiten, en los torneos criollos. Y Sierra cayó desde el paradigma “el entrenador con mayor futuro del fútbol chileno” a la condición de un auténtico “ganapán”, adjetivo no tiene nada que ver con el apodo histórico de los hinchas hispanos, sino con una expresión acuñada en el boxeo argentino: aquel púgil que sube al ring con la única intención de terminar de pie el combate, casi sin golpear, casi sin proponer pelea.

Esto quedó muy patente el semestre pasado, sobre todo en el duelo entre Colo Colo y Unión Española en el Estadio Monumental (triunfo albo 2-0). Los rojos salieron a la cancha con tres volantes de contención y, prueba patente de su conservadurismo, fue que a lo largo de los 90 minutos no se propiciaron ninguna oportunidad clara de gol, excepto por un tibio remate del argentino Ramón Lentini (uno de los grandes fiascos que ha pasado por el equipo, de cuya contratación nadie se hizo cargo), a los 40 segundos del primer tiempo.

En la salida del recinto de Macul, un hincha hispano confesó: “por primera vez siento vergüenza de mi equipo”.

Cito este partido, pero podría haber elegido cualquier otro. Y es que el fútbol de Sierra se ancló en la pasividad, en la carencia de un juego agresivo, más vertical y de mayor ritmo, variables incorporadas, ahora, hasta por los más modestos, que suman unidades precisamente ante rivales como Unión y otros elencos anquilosados en coordenadas superadas por los tiempos.

Recuerdo que hace un par de décadas, el ex volante Néstor Raúl Gorosito, de la Universidad Católica (un crack sólo dentro del campo de juego), puso en circulación el neologismo “achanchamiento”. Se refería, así, a la diferencia que en Chile marcan algunos jugadores extranjeros con la ley del mínimo esfuerzo. Acá te puedes convertir en ídolo corriendo poco, metiendo menos y mostrando talento y habilidad con cuentagotas…

Da la impresión que varios años más tarde, el técnico de Unión le encontró un nuevo sentido al concepto de Gorosito. Al cabo, Sierra tiene muy claro -porque así se lo hacen saber directa o indirectamente- que no saldrá de Santa Laura si no es por su propia voluntad.

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