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Opinión: indulto para el bombo, una tregua a la tontería

Opinión: indulto para el bombo, una tregua a la tontería

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José Roa, director del Plan Estadio Seguro, en la previa de Chile-México anunció una probable amnistía para ese peligroso delincuente que asola los estadios. ¿Usted sabía que este invento de Piñera le ha costado al fisco casi diez millones de dólares en apenas cuatro años? Y, salvo “forrar” a Cristián Barra, que entró en la historia como su primer director, el famoso plan nunca ha servido para nada.


Como hablando de un tema trascendente e importante, José Roa, Director del “Plan Estadio Seguro”, señaló muy serio durante este lunes, en la previa del partido de la Roja frente a México, que, si la Asociación Nacional de Fútbol Profesional se hacía responsable, y realizaba una petición por escrito, la “Marea Roja” podría contar con la autorización para que los más entusiastas muchachines pudieran ingresar con bombos al recinto.

Obvio es que, si los bombos seguían proscritos, como si se tratara de cualquier “hoolingans” indeseable, es porque la soberana estupidez que en algún momento se le ocurrió a Cristián Barra, jefe del mismo plan inventado durante la administración Piñera con el fin de darle una peguita bien remunerada en el aparato público a quien nunca se le conocieron dedos para el piano, seguía plenamente vigente.

Y aquí es cuando uno se pregunta: ¿Es obligación de las autoridades que asumen mantener las tonterías de aquellas que tuvieron que cerrar la puerta por fuera por decisión ciudadana?

¿Qué obligaba a la administración Bachellet a mantener ese plan que, aparte de demostrar reiteradamente su absoluta inutilidad, significa un gasto no menor para el erario nacional?

La prudencia, el buen tino y la sabia economía aconsejaban eliminarlo de plano, por ineficiente y chanta, sólo que, cuando de disputar el botín estatal se trata, en esta economía de mercado que vivimos la oferta siempre será poca para tanta demanda. En buen chileno, la fila de los que buscan una peguita decentemente remunerada en la administración pública es demasiado larga como para eliminar desaprensivamente el cargo que bien le puede parar la olla al amigo o al militante de algún partido caído en la desgracia de estar en la más triste de las cesantías.

¿Se habrán preguntado en algún momento las nuevas autoridades qué sentido tenía seguir gastando plata, que harta falta hace para otras cosas mucho más importantes, en la mantención de un organismo que, en último término, está destinado a proteger un negocio de privados como es el fútbol chileno, constituido sólo por Sociedades Anónimas que lo único que persiguen es el lucro? ¿No debieran ser los mismos clubes los preocupados de asegurarle a la gente que contribuye a mantener su negocio una plena y total seguridad?

Porque con idéntico criterio tendría que crearse el Plan Cine Seguro. O el Plan Discoteca Segura. O, para estar aún más a tono, el Plan Transantiago Seguro.

Porque no crean que el plan inventado para que se forrara el gañán Barra durante cuatro felices años (para él) ha significado para el tesoro nacional poca plata. No, señores. De acuerdo a la respuesta dada por la Subsecretaría del Interior a una consulta basada en la “Ley de transparencia”, mediante el oficio N° 1766 del 23 de abril pasado, la cartera informó que, entre el año 2012 y el 2015, el fisco ha debido desembolsar la no despreciable suma de casi 6 mil millones de pesos en el esperpento.

¡Diez millones de dólares para nada…!

Y como tenía que justificar su peguita y su sueldito (aunque en el caso de él habría que decir sueldazo para un tipo sin luces y además ignaro), al bueno de Cristiancito no se le ocurrió nada mejor que prohibir de plano en los estadios la amenazante presencia de lienzos y de bombos.

Convengamos en que mérito suyo fue prohibir también los fuegos artificiales, aunque en este caso alguien debe haberle soplado que en varias canchas sudamericanas los malditos fuegos de artificio llevan cobradas varias vidas de inocentes y desprevenidos espectadores.
¿Pero los bombos y los lienzos…? ¡de dónde…! ¿Cuándo se ha sabido de la muerte de un cristiano al cual un bombo le cayó en la cabeza? ¿Cuándo de un eufórico hincha estrangulado por un aleve lienzo?

Los bombos, los lienzos, las vuvuzelas y el papel picado, forman parte, guste o no, del folclore futbolero. Y el tipo decente no se convierte en un peligro ni menos en un delincuente por tirar challas tras el gol de su equipo, ni por torturarle los tímpanos a los demás dándole como poseído a un bombo o soplando a todo pulmón una vuvuzela.

Lo increíble es que la estulticia de Cristián Barra fue continuada por José Roa y sus compañeros de esta verdadera Santa Inquisición del fútbol en que se transformó el genial invento de Piñera, tan proclive a los golpes de efecto, a la parafernalia barata y sin sentido.

¡Si hasta esos ancianos venerables que conforman la “Bandita de Magallanes” vieron una vez prohibido una vez el ingreso a un estadio por el tremendo pecado de pretender ingresar con sus instrumentos…!

¿A quién se le podía pasar por la cabeza que alguno de esos señores, que ya pintan canas o derechamente ya no tienen cómo pintarlas, podían ser un peligro para la sociedad o, en este caso, para el público del estadio?

Una monumental paradoja, cuando vemos a un “Maldito Kevin”, o a un “Cizarro”, pasearse por calabozos y tribunales desafiantes y muertos de la risa, sabiendo que al final siempre se van a salir con la suya. O sea, que van a zafar libres de polvo y paja para seguir delinquiendo.

En resumen: Termínenla con esta entelequia que no tiene ni pies ni cabeza. Que el fútbol, un espectáculo pagado, y en ocasiones hasta sobre pagado, gaste sus propios recursos en asegurarle la seguridad a quienes, al final de cuentas, son sus fieles clientes, es decir, los hinchas.
Que se prohíban los fuegos artificiales de todo tipo, pero que se abran las anchas alamedas para bombos, lienzos y cornetas.

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