En “Disciplina para Flojos” su autor analiza la importancia de la vida bien vivida, mejorando nuestra conexión con otras personas, con la comida, el sexo y la importancia de los efectos químicos que se generan en nuestro cerebro.
Vicente Villela, autor y empresario, lanzó su segundo libro “Disciplina para Flojos” (Editorial Urano, 243 p.), tras haber publicado “Meditación para Escépticos”. En esta nueva entrega, Villela aborda el concepto de disciplina desafiando la idea común de que es simplemente un “machacar mecánicamente” hasta obtener un resultado.
Según el autor, antes de ese esfuerzo mecánico “es crucial preguntarse para qué, por qué y qué se busca, ampliando así el alcance de la palabra disciplina”.
Villela sostiene que “la disciplina no debe estar cargada de significados negativos como coerción, obediencia a algo externo, sino que debe ser integrada a la propia vida de manera significativa”.
El autor plantea preguntas fundamentales sobre cómo vivir una “buena vida”, tomar decisiones soberanas y crear un espacio de indagación personal.
Su motivación para escribir este libro incluye “ayudar a otros a encontrar respuestas que él mismo buscó y contrarrestar el prejuicio de que hoy día “todo está bien” y que todo puede mejorarse con autoaceptación y autocompasión”. Villela defiende la necesidad de una dosis de asertividad o “agresividad” para tomar acción en el mundo, evitando caer en un relativismo donde todo es correcto o incorrecto.
Para salir de la inercia y actuar, afirma Villela, es necesario superar la fricción inicial entre la duda y la acción. Según el autor, “la disciplina puede ser una fuente de dopamina, proporcionando gratificación neuroquímica en el cerebro antes de la experiencia”.
Villela advierte sobre los superestímulos modernos, como la comida, la pornografía, los videojuegos y las redes sociales, que ofrecen gratificación instantánea pero son sucedáneos pobres de la sociabilidad real y la buena alimentación. Estos estímulos, sostiene, generan una crisis especialmente en hombres jóvenes de 18 a 25 años, muchos de los cuales declaran no tener un amigo cercano.
Villela concluye que para tener una mejor vida, “es crucial regular los picos y valles de dopamina, encontrando un equilibrio entre estímulos y experiencias reales”.
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