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Lula impulsa diplomacia independiente para terminar con el hambre en Brasil

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Autoabastecimiento petrolero, reducción de la deuda externa histórica que crecía desde 1980 y un incremento considerable de las reservas monetarias y del comercio exterior, son tres aspectos que le han dado a Brasil una »coraza» adicional de seguridad para poder afrontar eventuales momentos difíciles en el futuro. Su política exterior, en general, se guía por un notorio pragmatismo.


Es cierto que el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, no puede mostrar hoy en política interna sólo buenas calificaciones, al haberse visto afectado durante su gobierno por serios problemas de corrupción y violencia (el único ángulo que explota cierta prensa interesada en desacreditarlo). Pero si puede hacerlo en política exterior, donde con un vuelco estratégico, consiguió para su país una cómoda posición internacional de "cierta independencia", sin poner en riesgo las relaciones con los países vecinos, conviviendo de la mejor manera con Venezuela y Cuba, e intensificando las relaciones comerciales con los más grandes mercados mundiales: EE UU, China, Rusia, Japón o Europa.



No cabe duda que Lula ha intentado buscar en todo esto una posición de liderazgo personal latinoamericano, igual como lo hace su colega venezolano Hugo Chávez. Ambos orientan sus pasos por la vía de la decaída integración económica regional, pero con fórmulas y medios diferentes: el brasileño desea encauzar sus inquietudes a través del impulso de la Comunidad de Naciones de América del Sur evitando choques con EE UU, mientras que el venezolano lo hace con su plan bolivariano del ALBA que se opone al ALCA estadounidense.



Chávez busca protagonismo cada vez que puede, especialmente en las cumbres, utilizando un tono soez, especialmente para referirse al presidente de EE UU George W. Bush, y a líderes latinoamericanos que "no le han permitido la entrada", como el peruano Alan García o el mexicano Vicente Fox. Lula, sin embargo, que no depende como Chávez casi sólo del petróleo para salir al mundo, y que enfrenta el domingo una dura prueba electoral, es un líder con un "norte más claro" y tradicional en política exterior, lo que no le impidió en su momento oponerse a la guerra angloestadounidense contra Irak o a votar a favor de Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, contrariando los deseos de Washington (recién asumido en el año 2003).



En busca de la autonomía energética



Lula ha podido estructurar esta política exterior de tinte "independiente" teniendo presente que una de las prioridades de Brasil debe ser siempre la búsqueda del autosuministro en rubros estratégicos, como es el energético, y mantener un nivel alto de crecimiento de la economía. En abril, Lula anunció: "Brasil ha dejado de ser dependiente del petróleo externo". Así dio por concluido un proyecto iniciado hace tres años que consistió en extraer crudo del mar, a 120 kilómetros de la costa de Río de Janeiro, desde una plataforma que garantiza 180.000 barriles diarios (un barril 159 litros o 42 galones).



Brasil completó así la cuota de sus necesidades que son de 1,8 millones de barriles de crudo por día, quedando solamente como "talón de Aquiles" el suministro de gas natural, que en un 50 por ciento procede de Bolivia. Esta relación, sin embargo, no ha sido fácil desde que el presidente boliviano, Evo Morales, líder del Movimiento al Socialismo (MAS), asumió el poder este año.



Morales, que acepta con agrado los consejos de Chávez y Castro, nacionalizó las reservas de hidrocarburos de su país y entregó la comercialización a la petrolera estatal boliviana YPFB, lo que originó incertidumbre en Brasil y en Petrobras, al margen de tener que asumir alzas de precios por el gas.



Sin embargo, el logro del autoabastecimiento energético no pertenece sólo a Lula, sino que es visto como un resultado avanzado de un largo programa de investigación que comenzó en los años setenta con el etanol, un tipo de alcohol extraído de la caña de azúcar que abastece de combustible, mezclado con gasolina normal, a un 40% del parque automotor brasileño de 22 millones de vehículos. Hoy, Brasil es el primer exportador mundial de etanol y el 2010 espera vender en el exterior unos 8.000 millones de litros anualmente.



Pero Lula no sólo ha buscado en sus cuatro años de mandato una independencia en materia energética, sino también en la deuda externa, cuyo monto asciende a cerca de 165.000 millones de dólares. A fines del 2005 pudo pagar, gracias al superávit comercial registrado por el país que fue de 44.700 millones de dólares, deudas por 15.440 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI) y 6.000 millones de dólares al Club de París.



Escudo protector



Autoabastecimiento petrolero, reducción de la deuda externa histórica que crecía desde 1980 y un incremento considerable de las reservas monetarias y del comercio exterior, son tres aspectos que le han dado a Brasil una "coraza" adicional de seguridad para poder afrontar eventuales momentos difíciles en el futuro. Hoy, sus reservas subieron a 74.000 millones de dólares (2002: 16.300 millones) y sus exportaciones a 125.500 millones. Sin embargo, los puntos débiles en la "coraza" de Lula son el crecimiento del PIB cercano al 3,2%, el desempleo que bordea el 10% y la inflación superior al 5% anual.



Con la buena imagen por este descenso brusco del grado de vulnerabilidad interna y el certificado de que los pobres viven hoy en Brasil mejor que hace cuatro años, Lula salió al gran mundo a buscar protagonismo en los grandes foros internacionales, como en la Organización Mundial de Comercio (OMC), habiendo sido uno de los fundadores del Grupo de los 20 (G-20), integrado por países en desarrollo que desean, en el marco de la Ronda Doha, presionar a EE UU y la Unión Europea para que abran sus mercados agrícolas. A pesar de este papel de liderazgo, a Lula no le ha sido posible hallar el consenso necesario para reformar la Carta de la ONU y sentar a Brasil en un sillón permanente del Consejo de Seguridad, también como representante de América Latina.



La relación de Lula con Chávez ha sido también un punto característico en la política exterior brasileña de los últimos años. Lula le abrió las puertas al presidente venezolano para que incursionará en los países del cono sur de América, al impulsar el "Grupo de Amigos de Venezuela", cuando Chávez pasaba por su peor crisis política en el 2003, iniciativa apoyada también por el presidente argentino Nestor Kirchner. Luego vinieron varios proyectos integracionistas como el de construcción de un oleoducto entre Venezuela y el cono sur para poder abastecer de crudo a todos los países.



Chávez, tras retirarse de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) en protesta porque algunos miembros negociaban TLCs con EE UU, entre ellos Colombia, Perú y Ecuador, consiguió ingresar al Mercosur con el apoyo de Lula y Kirchner. Sin embargo, en este mercado también enfrentará problemas porque hay dos de sus socios -Uruguay y Paraguay- que prefieren negociar TLC con EE UU antes que comprometerse a fondo con la integración regional.



Sin embargo, hay que destacar que el denominado "eje antiestadounidense y antiliberal" que proclama Chávez no cuenta ni contará con el apoyo de Lula, porque, en primer lugar, él no desea ni puede cambiar las que califica como "muy buenas relaciones" con EE UU y, en segundo lugar, busca en el exterior, al margen de la amistad con Chávez o Castro, nuevos amigos y mercados que le permitan, a través de buenos negocios, juntar los fondos que necesita para terminar con la pobreza en su país. Si no lo hace Lula, no lo hará nadie en Brasil, porque él sabe muy bien lo que es el hambre, ya que lo vivió en carne propia.





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Walter Krohne. Periodista (walterk@vtr.net).

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