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Los avances en el ámbito de la producción cultural


Recientemente se entregó a la opinión pública la encuesta sobre consumo cultural y uso del tiempo libre preparada por el Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes, en conjunto con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Este estudio satisface una necesidad de profundizar en el conocimiento sobre este ámbito, entregando interesantes informaciones que pueden ser complementadas con otras existentes, tales como los anuarios sobre estadísticas de cultura y espectáculos del INE y el Mapa del Campo Cultural en Chile preparado por el PNUD en el año 2002.



Entre sus principales hallazgos, la encuesta muestra que mayoritariamente se considera que el acceso a la cultura es más fácil que hace cinco años. Sin embargo, los resultados fueron abordados medialmente como un fracaso, asociado al bajo nivel consumo que mostrarían los indicadores sobre lectura de libros. A su vez, la posesión de libros, videos y soportes musicales se consideró baja, pues el 27% de los entrevistados tiene 10 o menos libros en su casa, el 25% tiene una cantidad similar de discos o cintas de música y un 35%, videos.



Sin embargo, esos resultados deben analizarse comparando con realidades y no con umbrales definidos normativamente. Sólo así es posible detectar avances y retrocesos en este ámbito. Respecto a la lectura, el resultado es que el 40% ha leído libros en los últimos 12 meses. Ello, si bien puede ser considerado bajo, debe matizarse con otra información entregada por el estudio: la diversificación.



Los libros más leídos son las novelas, pero hay lectores de autoayuda, historia, biografías, cuentos, ciencias, poesía y un revelador 15% que lee libros de «otras categorías». Ello es consistente con las cifras sobre publicación de libros (DIBAM). El número de títulos publicados aumentó en un 2.105% entre 1989 y 1998, sólo nueve años, pasando de 377 a 8.313 títulos, registrándose un aumento todas sus categorías, muy probablemente asociado a la expansión en el acceso a la educación superior. En el caso de la literatura, se pasa de 124 a 1.926 títulos. Ello, sin considerar la incidencia que pudiese tener el volumen de ventas de cada título. Esto es, su número de copias.



En el caso del cine, el 35% de los entrevistados asistió a éste en el último año. La mayor parte de ellos a ver películas de acción (40%), pero también hubo asistentes para la comedia, el drama, la ciencia ficción, los dibujos animados, el cine arte y el documental.



De acuerdo a datos del INE, entre 1990 y 2000 disminuyó relativamente en 14% la tasa promedio de asistencia al cine, pero, tal como examinaremos más adelante, en beneficio de otros espectáculos y manifestaciones culturales. El número de funciones de cine, en el mismo período, se incrementó en un 198%, pasándose de 139.945 a 416.965. A estas funciones asistió un total de 11.420.682 personas. Después de un período de declinación en la asistencia, desde 1997 se registran aumentos del orden de 23% anual, correlacionado con un aumento en el número de butacas que sigue el mismo patrón (19% entre 1997 y 1998).



Ello puede atribuirse a los cambios operados en la industria del cine en Chile, que se expresa en el aumento en las funciones recién indicado y en un incremento en la cantidad de salas, que sólo entre 1996 y 2000 se duplica, disminuyendo su capacidad en beneficio de la diversificación, pasándose de un promedio de 524 butacas en 1989 a 324 en 1999. Por otro lado, el 21% de los entrevistados ha asistido al teatro. Pese a algunos altibajos, la asistencia aumentó en un 108% entre 1989 y 1999. Consecuentemente, durante el mismo período el número de funciones prácticamente se triplicó.



En otros ámbitos, los resultados son diversos. El estudio muestra que la asistencia a los espectáculos de danza es de 11%, a exposiciones es de 21%, a los museos es de 13% y a conciertos, del 21%. Respecto a este último caso, las cifras del INE muestran que la asistencia promedio anual se triplicó durante la década de los noventa, pasándose de 14.137 personas en 1989 a 46.244 en 1999. Otro tanto ocurre con los recitales, cuya asistencia pasa de 31.681 a 76.828 personas durante el mismo período.



Estos datos son concordantes con que el 95% de los entrevistados en la encuesta indique que habitualmente escucha música, que se tengan un promedio de 38 discos o cassettes y que el 67% de los hogares de la muestra tenga más de 10 cintas o discos. La música que se escucha es, también diversa: la categoría más amplia (música romántica), alcanza al 36%, seguida de la música clásica (docta) con 12% y otras categorías, entre las que se cuenta un importante 20% de «otras categorías».



Por último, en el ámbito de la práctica artística, un importante 47% de los entrevistados llevó a cabo alguna actividad artística en el último año y el 19% asistió a clases de alguna actividad, sea una realización individual (25%), trabajo manual (18%), cantar o tocar un instrumento (15%), etc. Esto es una prueba de la creciente diversidad creativa del país, manifestada, entre otras vías, en la creciente postulación a fondos públicos de creación artística o audiovisual.



En definitiva, este estudio muestra un auspicioso futuro para el resguardo en la vida cotidiana de las obras del patrimonio cultural. Ello podría ser criticado, por cierto, por significar un desplazamiento del espacio público desde una lógica del ciudadano que debate cultura a uno que consume la cultura provista por la industria cultural, esto es, por la producción de contenido y pautas de valoración a través de los medios de comunicación masiva.



Sin embargo, en contrario, se podría asumir que las manifestaciones señaladas contribuyen a consolidar la presencia colectiva de lo que el PNUD en 2002 llamó «las imágenes e ideas mediante las cuales la sociedad se representa las formas en que convive y quiere convivir». Esto es, la posibilidad de los miembros de la sociedad para compartir algo en común en el plano simbólico de construcción de las identidades, más allá de su integración en el plano funcional.





María Luisa Brahm es la directora del Instituto Libertad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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