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La comodidad de no tomar riesgos

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Lo ocurrido esta semana denota un egoísmo político adverso a poner en riesgo sus propias posibilidades electorales y plantea la duda de cuánto está dispuesta nuestra clase política a renunciar a algo de poder y devolvérselo a la ciudadanía.


Por Javier Sajuria*



Después de meses de discusión y trabajo, después de promesas y compromisos, después de acuerdos ocultos y transacciones políticas, finalmente el proyecto de ley que incorporaba la inscripción automática fue rechazado en la Cámara de Diputados. Los parlamentarios, no obstante el alto porcentaje de personas que marcan las encuestas, que se muestran favorables a esta opción, han decidido, una vez más, desoír el clamor ciudadano y proteger sus estáticos y conocidos feudos electorales.



Es cierto que el proyecto, que presentó el Gobierno, no convertía en voluntario el voto, sino que quitaba las penas por no concurrir a las urnas, pero todos aquellos que proclamamos y defendemos al voto como un derecho entendíamos que era un primer paso para avanzar en torno a una mayor participación electoral en el país.



El actual sistema tiene demasiadas falencias como para permitirnos que siga como está. No sólo está el hecho de que estas elecciones sean las que tengan un menor número de inscritos en la historia democrática reciente del país, sino que se suma a esto que en estas elecciones tendremos el padrón electoral más viejo en años. Además, el mayor número de personas inscritas en Chile se encuentran en los niveles socioeconómicos más altos, lo que profundizaría las desigualdades, económicas y de poder, que existen en el país.



Hace algunas semanas, vimos perplejos como el candidato de la Alianza, Sebastián Piñera, hipotecaba parte de sus opciones presidenciales por el sólo hecho de quedar bien con sus vecinos de la UDI. Un acuerdo que se había mantenido oculto no sólo impidió que se aprobara el proyecto de ley, sino que va en contra de las pretensiones electorales de ese sector. En la reciente encuesta CEP, el abanderado de la Alianza obtuvo sus mejores resultados en aquellas personas que se encuentran no inscritos, en especial los jóvenes. Resulta, pues, incomprensible, que se haya tomado esta estrategia si lo que efectivamente se quiere es ganar. Pareciera que la derecha tiene una marcada vocación de minoría, que se alimenta con la postura respecto a la píldora del día después y otros temas.



La Concertación, en tanto, se ha cuadrado de manera disciplinada con las órdenes de La Moneda. Si bien no hay un mayor convencimiento dentro de las filas de la DC, se han visto obligados a renunciar a sus aprehensiones con el fin de cumplir con los compromisos que suscribieron. Sin duda el oficialismo ocupará esta votación como una herramienta más de ataque hacia la Alianza, aumentando el nivel de beligerancia que hemos visto en el último tiempo. Una actitud como esa no aportaría en nada al debate, sino que mantendría el status quo que tanto les acomoda.



Lo que más inquieta es el miedo que pareciera producir en algunos parlamentarios una modificación al sistema de elección. Es imperativo que nuestros representantes comprendan que la competencia trae beneficios para toda la ciudadanía, pues impulsa y obliga a quienes quieran postular a algún cargo, a mejorar sus ofertas al país. Lo ocurrido esta semana denota un egoísmo político adverso a poner en riesgo sus propias posibilidades electorales y plantea la duda de cuánto está dispuesta nuestra clase política a renunciar a algo de poder y devolvérselo a la ciudadanía.





*Javier Sajuria es Director Administrativo de Independientes en Red.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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