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El huemul y el cóndor ahora son piñeristas

Juan Guillermo Tejeda
Por : Juan Guillermo Tejeda Escritor, artista visual y Premio Nacional "Sello de excelencia en Diseño" (2013).
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Se añade a eso la torpe excusa de que se trataría de un logo «de transición». ¿Van a mandar a imprimir todas las carpetas, camionetas, placas de ingreso, etc., desde Arica a Punta Arenas, lo que significa muchísimos millones, para luego volver a hacer el cambio por el logo definitivo?


El logotipo presentado por el nuevo equipo de gobierno para hacer de símbolo del Gobierno de Chile nos deja muy inquietos.

Primero, porque como se ha señalado, su calidad es discutible. Puede apreciarse un corte no resuelto entre dos estéticas, una más bien tradicional, pero «redibujada» -el escudo- lo que le resta valor patrimonial, y otra denominada moderna, y que son las letras y colores, incluido el celeste. El escudo fue diseñado por Charles Wood en 1834 y ha conocido muchas versiones hasta fijarse su forma definitiva en 1967 por Decreto Supremo. La del logo sería una nueva versión, aunque muy literal.

[cita]Quien ha tomado la decisión ha sido sin duda un nuevo cargo gubernamental, o algún comité. Y esa gente no está dando la cara.[/cita]

Pero hay más. El uso abusivo del escudo y de la bandera por parte de la dictadura de Pinochet nos traen malos recuerdos. Aquel régimen se asoció visualmente a los emblemas patrios. Quien por justificadas razones tenía aversión al régimen empezó a tenerla a la bandera de Chile, lo cual es una barbaridad. Es decir, apropiarse literalmente un gobierno de paso del escudo de la nación deja en una situación difícil al cóndor y al huemul, que a todos nos pertenecen. Se trata ahora de animales piñeristas. Está bien aludir a los colores, recurrir a versiones suaves del escudo, etc., pero no hacer una cita literal.

Finalmente, la defensa del logo ha corrido a cargo de los diseñadores -de la agencia «Hambre» (hermoso nombre). Pero quien ha tomado la decisión ha sido sin duda un nuevo cargo gubernamental, o algún comité. Y esa gente no está dando la cara. Parece muy inadecuado que unos creativos tengan que responder en este caso.

Se añade a eso la torpe excusa de que se trataría de un logo «de transición». ¿Van a mandar a imprimir todas las carpetas, camionetas, placas de ingreso, etc., desde Arica a Punta Arenas, lo que significa muchísimos millones, para luego volver a hacer el cambio por el logo definitivo?

Por cierto que el nuevo gobierno tiene el derecho a mantener el logo que unifica todas las reparticiones gubernamentales, o a cambiarlo si ve razones para ello. El cambio, sin embargo, contradice vivamente la idea de continuidad que se esfuerza por dar el equipo de Piñera. Cuando el gobierno de Lagos hizo su logo, aquello tuvo la función adicional de agrupar en un solo símbolo las innumerables reparticiones y unidades gubernamentales del país, hasta entonces con logos diferentes. Hoy no parece haber una razón tan de peso para hacer el cambio.

Sintetizando, podríamos recordar aquí que con los símbolos del país no se juega. Se trata de nada más y nada menos que de diseños que tocan al alma nacional, y que requieren una mirada serena, amplia, tolerante, respetuosa, abierta a la diversidad. Las prometidas virtudes de eficiencia, eficacia, músculo, hacer bien las cosas, etc., no se han visto en esta jugada.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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