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Profesores: ¿sólo formación inicial?

Carlos Concha A.
Por : Carlos Concha A. Facultad de Educación, Universidad Alberto Hurtado.
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Los avances en las últimas décadas han sido escasos y no han logrado revertir las deficiencias en la formación que entregan nuestras universidades.


La opinión pública se ha impactado con la noticia de los bajos resultados de la Prueba Inicia logrados por estudiantes de último año de las Carreras de Pedagogía y Educación Parvularia, de universidades que voluntariamente accedieron a participar en esa medición.

No es discutible la relevancia de la formación de nuestros educadores y educadoras. Lo que parece ser más escaso es el interés político por abordarlo de manera profunda. Los avances en las últimas décadas han sido escasos y no han logrado revertir las deficiencias en la formación que entregan nuestras universidades.

[cita]Los avances en las últimas décadas han sido escasos y no han logrado revertir las deficiencias en la formación que entregan nuestras universidades. [/cita]

No es que no se sepa cómo hacerlo, hay países que han mejorado notablemente la formación de sus docentes y que lo han hecho en muy pocos años. Se trata de avanzar en cinco ideas, aparentemente fáciles de consensuar: (i) que los mejores egresados de secundaria ingresen a pedagogía, (ii) que tengan una formación de calidad y capacidades para desempeñarse con efectividad en diversos ambientes de enseñanza y con estudiantes con diferentes necesidades, (iii) que sólo los que logran esas competencias puedan ejercer, (iv) que sus remuneraciones partan al mismo nivel que las carreras que hoy están entre las más demandadas y (v) que la sociedad valore el rol de sus profesores y profesoras.

Si avanzamos en lo anterior, aseguramos un salto cuyos primeros efectos se comenzarán a notar en cuatro o cinco años, con los primeros egresados; los cambios mayores, nunca antes de 15 o 20. Si mejoramos la formación inicial de docentes y sólo hacemos eso, su beneficioso efecto lo recibirán nuestros nietos. Es que tenemos un problema mayor. El deterioro de la formación inicial de nuestros docentes en nuestro país tiene ya varias décadas.

¿Cómo paga un país el costo de permanecer indiferente al hecho que por años las carreras de pedagogía recibieran los más bajos puntajes de ingreso? En algunos casos las universidades ni siquiera lograban completar sus vacantes. ¿Qué costo tiene el deterioro de la valoración social de los docentes, para no mencionar el deterioro de su retribución económica y de las condiciones de su desempeño?

Se requiere avanzar también en una política de actualización y formación continua de docentes, tanto en aspectos disciplinarios, como de la enseñanza, de manera que se asegure que quien ejerza esta profesión posea efectivamente las competencias para hacerlo. Este es un desafío igual o mayor al de la formación inicial de docentes, porque afecta a docentes que están ejerciendo día a día en una sala de clases. No son estudiantes de pedagogía.

El desafío demanda instalar capacidades efectivas de acompañamiento al desempeño de nuestros directivos, de nuestras educadoras y de nuestros docentes en sus escuelas y liceos. Supone también facultades de educación de alto nivel académico, muy conectadas con la realidad y las necesidades de sostenedores, directivos, docentes, familias y las comunidades educativas, que no sólo trabajan en formación inicial de docentes, sino también en su formación permanente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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