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Simce: ¿seguiremos buscando culpables?

Luis Osandón Millavil
Por : Luis Osandón Millavil Director Departamento de Educación, Universidad Católica Silva Henríquez
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Los resultados de la Prueba SIMCE 2009 no debiesen sorprender a nadie, pues sólo vienen a  reafirmar una  realidad que muchos hemos venido planteando y estudiando desde hace años: nuestro sistema educacional es altamente discriminatorio y registra impresentables diferencias entre la enseñanza  pública y privada.

Este indiscutible fenómeno -que como los resultados indican comienza a gestarse desde la educación inicial de nuestros niños- deja en evidencia la enorme segmentación de nuestro sistema educativo.
Sin embargo, esto no puede tener como consecuencia la continua estigmatización de estudiantes, profesores y escuelas cuando éstas no llegan a resultados que la sociedad pudiera estimar como satisfactorios. Del mismo modo, el uso de esta información no debiera plantearse como un simple asunto de medio para el ajuste entre la oferta y la demanda, sino que debiera ser analizada desde perspectivas éticas y pedagógicas de mayor profundidad y alcance a la hora de pensar las políticas educacionales.

Entonces, ¿cómo se mejora la calidad de la educación?

En primer lugar, contribuyendo a un diálogo social informado, donde la calidad sea comprendida como un conjunto de atributos que integran formación y aprendizaje; vale decir, donde tan importante como el dominio de la cultura codificada en algunas asignaturas escolares, se entienda que también es importante la contribución de la escuela a la formación de ciudadanos capaces de actuar proactivamente en la transformación de los contextos sociales y políticos que están a la base de la desigualdad. Ello no se logra dominado, solamente, algunas materias escolares, sino también logrando una adecuada formación valórica, política, estética, emocional y corporal, esto es, concibiendo a nuestros niños/as y jóvenes como seres humanos integrales. Esto ha sido reclamado desde el profesorado, los padres de familia y los mismos estudiantes en innumerables oportunidades, para esto recuperemos en nuestra memoria el fondo de las reivindicaciones pingüinas del año 2006. Otra cosa es que no se les haya querido escuchar.

[cita]Se requiere tiempo, buena asesoría y menos presión por resultados de corto plazo; sobre todo si estos últimos son entendidos como rendimiento en pruebas que miden limitadamente la calidad de algunos aprendizajes.[/cita]

En segundo lugar, elaborando estrategias que eviten la segmentación propia a un sistema de competencia por matrícula, dónde el marketing escolar se estructura fuertemente en función de la demostración de resultados en pruebas estandarizadas del tipo SIMCE. Ello implica más bien fortalecer las capacidades propias de cada establecimiento, tanto en el plano de la gestión institucional como de sus procesos curriculares y pedagógicos.

Esto, que de algún modo se ha intentado en los últimos años, requiere de esfuerzos sostenidos en el largo plazo para que el profesorado y los directivos competentes logren efectivamente avanzar en una articulación compleja de sus quehaceres profesionales. Si hay algo que conspira contra este tipo de trabajo, es el desarrollo de controles externos implementados mecánicamente. La rendición de cuentas y la estandarización de los procesos pedagógicos no hace más que desviar energías y recursos de lo sustantivo de toda escuela, esto es: lograr ofertar una formación contextualizada y sintonizada a las necesidades de la comunidad en que se inscribe su labor. Para ello se requiere tiempo, buena asesoría y menos presión por resultados de corto plazo; sobre todo si estos últimos son entendidos como rendimiento en pruebas que miden limitadamente la calidad de algunos aprendizajes y obvia por completo el proceso formativo de seres humanos en la escuela.

No tengo claro si los tiempos que corren y las señales del actual gobierno van en la dirección planteada, pero tengo la convicción de que son aspectos importantes para tener una mejor perspectiva respectos de nuestras neuróticas reacciones como sociedad frente a este tipo de noticias “alarmantes”. Puede que nuestra manera de preocuparnos sea parte del problema.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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