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Ollanta Humala, el guerrero que todo lo mira

Santiago Escobar
Por : Santiago Escobar Abogado, especialista en temas de defensa y seguridad
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La percepción de que un eventual triunfo presidencial de Ollanta Humala implica un cambio importante en el escenario político del Cono Sur no es errónea. No tanto por su clivaje chavista como por el tono de su lenguaje político, exacerbadamente militarista y poco amistoso, y su interés por transformar las relaciones con Chile en una tensión permanente.


Hace poco más de un mes Ollanta Humala Tasso, el ex militar nacionalista  que apoyado por grupos marxistas se perfila como posible vencedor de la contienda presidencial del Perú, respiró tranquilo. La Fiscalía de Tocache, un apartado lugar del Departamento de San Martín en el centro norte de Perú, decidió archivar la investigación que había reabierto en su contra, por presuntos delitos de lesa humanidad, ocurridos mientras era jefe militar de la base Madre Mía, en el Alto Huallaga, en 1992.  Humala, cuyo nombre significa “el guerrero que todo lo ve” requiere mantener cerrado ese agujero de su historia política. Lo que hoy necesita es tranquilidad y votos para ganar la elección.

“En Perú todo puede ocurrir”, me dijo hace poco un alto ex funcionario del Estado peruano que prefiere mantener en reserva su identidad. “Incluso que un militar violador de derechos humanos gane una elección apoyado por grupos izquierdistas”. Por lo demás, agrega, “la historia de los Humala, de toda la familia, es un ejemplo de lo que son los  ríos profundos del Perú como sociedad, para usar palabras de José María Arguedas. Llevan de todo en su turbulencia”.

Tan complejos son al parecer que a menos de dos semanas de la elección hoy nada está definido. Encuestas de tres diferentes empresas de estudios de mercado dadas a conocer por el Diario El Comercio entre el 27 y el 30 de marzo, ponen un escenario presidencial absolutamente líquido, que se definirá en la segunda vuelta, y donde la mayor incógnita es quienes pasarán a esa instancia.

La empresa IMA, el 30 de marzo da a Alejandro Toledo un 23.9%, a Ollanta Humala un 21,9% a  Keiko Fujimori un 17,6%, a Pedro Pablo Kuczynski un 16,9% y a Luis Castañeda un 13,8%.  La empresa Ipsos Apoyo dio el  27 marzo un triple empate entre Humala, 22,8%, Fujimori 22,3% y Toledo 21,6% y un empate en el cuarto lugar entre Kuczynski 15,8% y Castañeda 15%. Ese mismo día la Empresa CPI daba a Humala 21,2%; a Keiko 19%, a Toledo 18,6, a  Kuczynski 16,1%  y Castañeda 15.6%

En tal escenario, el debate televisivo del próximo domingo puede resultar fundamental en una elección muy volátil y fraccionada. Y donde se requiere armar el tablero de las alianzas de segunda vuelta.

Madre Mía y la historia de Ollanta Humala

El tiempo que pasó en Alto Huallaga combatiendo la guerrilla de Sendero Luminoso es para Humala un agujero negro en su historia política. No solo por las acusaciones directas de ser autor de varios asesinatos y desapariciones de personas, sino porque las investigaciones realizadas han determinado que su expediente de servicio, tan importante para esclarecer los hechos y su identidad, fue manipulado y se perdieron papeles. Además nunca ha hablado sobre ese período de su vida, en una zona que tiene 3.725 personas muertas o desaparecidas por violencia política.

[cita]Los delitos concretos por los que se le acusó  fueron desaparición forzosa y homicidio en agravio del matrimonio formado por Natividad Ávila Rivera y Benigno Sullca Castro, en junio de 1992,  cuando era jefe de la base antiterrorista de la localidad de Madre Mía.[/cita]

En marzo del año 2006, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos del Perú da a conocer su Informe contexto de violencia en la región nororiental y sucesos de base militar de “Madre Mïa” (1992), en el que se contienen de manera pormenorizada los antecedentes  que pesan sobre Ollanta Humala, quien en esa base militar habría actuado con el seudónimo de “capitán Carlos González”.

Los delitos concretos por los que se le acusó  fueron desaparición forzosa y homicidio en agravio del matrimonio formado por Natividad Ávila Rivera y Benigno Sullca Castro, en junio de 1992,  cuando era jefe de la base antiterrorista de la localidad de Madre Mía. También se le acusó por tortura y tentativa de asesinato contra Jorge Ávila Rivera, un testigo clave que logró escapar, después de ser detenido en la misma fecha, arrojándose al Huallaga. Y que luego se retractó, según se investiga hoy por pago en dinero.

En ninguna base de datos del Ejército Peruano figura el nombre real del oficial destacado a la base de Madre Mía bajo el seudónimo de “Carlos” y el Ejército Peruano se ha negado sistemáticamente a entregar esta información durante esta y otras investigaciones pues las considera contrarias a la seguridad nacional  y al éxito de la lucha contra la subversión.

La Comisión de Verdad y Reconciliación pidió la información en reiteradas oportunidades al Ministerio de Defensa peruano sin resultados positivos.

De ahí que la acusación judicial ventilada en el Cuarto Juzgado Supraprovincial de Lima finalmente no llegó a ningún resultado. Además de la renuencia del Ejército Peruano para entregar información, algunos testigos se desistieron de sus acusaciones y Ollanta Humala fue absuelto por la Corte Suprema de Perú.

No obstante, en marzo de 2011, en un juicio que se lleva en contra de Amílcar Gómez, hombre de confianza de Ollanta Humala, por intento de soborno a testigos del caso Madre Mía, uno de los implicados declaró que en 2006, Amílcar Gómez le pidió que convenciera  a su cuñado Jorge Ávila para que cambiara su declaración, a cambio de dinero. Humala ha aceptado su cercanía con Gómez, pero ha negado todas las imputaciones.

El hecho tiene relevancia en este caso pues hace pocos días el Tribunal Constitucional peruano ha adoptado una importante decisión: los delitos de lesa humanidad no prescriben en el tiempo, y un tribunal puede investigar estos casos sin importar la fecha en que hayan sido cometidos. Dio así por terminado el debate que pretendía establecer noviembre de 2003 como fecha a partir de la cual podían investigarse esos crímenes, pues en ella Perú adhirió a la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad). La amenaza legal para Ollanta Humala volvió a aparecer.

Etnocacerismo, chavismo, izquierdismo, militarismo

En septiembre de 2010 Ollanta Humala visitó Washington, en su campaña de cambio de imagen, con el objeto de explicar a autoridades norteamericanas y de organismos internacionales su propuesta política.

Allí trató de explicar que el Partido Nacionalista que lidera no va contra las inversiones privadas ni tiene animosidad contra ningún país, que su centro es el crecimiento económico en una sociedad libre y democrática, y esencialmente peruano, en abierta toma de distancia de Hugo Chávez. Habló de lucha contra la impunidad en casos de derechos humanos, declarando que nunca los ha violado y  argumentando que luego de tres años y medio de arresto domiciliario fue declarado inocente en el caso de Madre Mía.

Pero es difícil conciliar esa imagen de desarrollo con la historia misma de los Humala, que han hecho del nacionalismo y del militarismo un arma de lucha política sin que importen mucho las instituciones.

El fundador de la dinastía política es su padre, Isaac Humala Núñez, quien en los años 1953 y 1954 era dirigente de la llamada “Célula Cahuide” del Partido Comunista de Perú, que integraba estudiantes y profesores de la Universidad de San Marcos que actuaban en la clandestinidad en contra de la dictadura de Manuel Odría. En ese mismo grupo militaban el actual Premio Nóbel de Literatura Mario Vargas Llosa y el ex jefe guerrillero Héctor Béjar.

Disuelto ese grupo Isaac Humala paso al Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Luis de la Puente Uceda y Guillermo Lobatón, con quienes también rompió pues consideraba que cualquier acción política que enfrentara al ejército peruano era un error pues este era, según él, absolutamente necesario para concretar los cambios estructurales en el Perú.

Isaac Humala integra los valores andinos tradicionales a una visión militarista del desarrollo y adopta como figura histórica al caudillo  Avelino Cáceres, quien levantara montoneras en contra de la ocupación chilena y en contra del acuerdo que la oligarquía peruana había consumado con el ocupante extranjero.

Tanto el padre Isaac Humala como la madre, Elena Tasso, pertenecen a una elite intelectual, lo que explica el doble carácter en la formación de los Humala, especialmente la mezcla de indigenismo, marxismo y nacionalismo militar. No es raro entonces que inculcara la carrera militar en sus hijos, y que estos expresen una doctrina tan abigarrada.

Los Humala, Ollanta y su hermano Antauro, jugaron un papel importante con la llamada asonada de Andahuaylas, en Tacna, en contra del gobierno de Alberto Fujimori. Más aún, el día en que se sublevaron -domingo 29 de octubre del 2000- corresponde a la misma fecha y casi la misma hora en que rumbo a Venezuela se fugó Vladimiro Montesinos  a bordo de un  velero llamado “Karisma”.

La percepción de que un eventual triunfo presidencial de Ollanta Humala implica un cambio importante en el escenario político del Cono Sur no es errónea. No tanto por su clivaje chavista como por el tono de su lenguaje político, exacerbadamente militarista y poco amistoso, y su interés por transformar las relaciones con Chile en una tensión permanente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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