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Agua: el pueblo de Caimanes y la minera Pelambres

La ambigüedad y manipulación en los datos de realidad combinada con la política de los hechos consumados, marcan el ambiente que como una nube negra cubre día a día a Caimanes, mientras sube y sube allá, enfrente, el muro de los relaves.


Dicho en una lengua abstracta: ¿puede haber convivencia del mundo moderno con lo diferente? ¿O la palabra “moderno” dice inevitablemente aniquilación de otros modos de vida y existencia? Una destrucción que no ocurre solamente en los hechos de la vida humana, en sus sentimientos, sino en cómo hacemos de la existencia pensamientos. Por ejemplo, esta misma columna de opinión puede resultar un objeto moderno más. Un objeto argumental y teórico. Así, por más que opinemos de lo otro, de lo diferente, desde el inicio ya estamos convirtiendo eso “otro” en algo de lo mismo moderno en que vivimos. Aniquilando.

Para dar siquiera un paso fuera de ello, hablemos de Caimanes en estos días. Caimanes es un pequeño pueblo, al interior del valle del [ex]río Pupío, que desemboca[ba] en la playa de Los Vilos, Chile. A Caimanes le ha ocurrido encontrarse en la ruta de desarrollo de la minera Pelambres que, aunque tiene su yacimiento bastante lejos del pueblo, ha descubierto que resulta barato traer desde allá sus relaves y desechos mineros y tirarlos justo en la cabecera del valle del Pupío. A escasos 10 kilómetros de Caimanes.

Ahorrémonos, para esta ocasión, las escaramuzas judiciales que desde hace unos diez años han envuelto a Caimanes contra Luksik-Pelambres y que han llegado hasta las puertas de la corte suprema. Esa es una historia épica, catastrófica, heroica, absurda y algo patética; una historia que vale la pena contar porque resume muchas de las paradojas del mundo en que vivimos –no la vida de los medios de comunicación y las teorías sino la de nuestro cotidiano, que precisamente el “ser moderno” consiste en borrar. Hacer como que ese lugar (el cotidiano) no existe, cuando es allí donde más directamente nos ocurren las cosas.

Vamos a la actualidad misma de Caimanes contra Pelambres. Hay, en estos momentos, un informe de la PDI (actuando para la fiscalía) que señala los niveles y tipo de contaminación del agua de la napa del Pupío que está bebiendo la gente de Caimanes. La contaminación señala hacia el tranque de Pelambres.

Entonces, la Seremía (el poder ejecutivo) de la cuarta región emana una especie de contrainforme que dice algo diferente. No lo hace llegar al pueblo y sus dirigentes. Lo entrega a Pelambres, de modo que la empresa lo indica (sin detalles) a los caimaninos que laboran en el tranque. El resultado: confusión y división en el pueblo.

No se puede saber con alguna claridad si las aguas de la napa del Pupío están envenenadas o no. Mientras tanto, ¿qué agua está bebiendo el pueblo? ¿Qué agua beben los niños en la escuela?

La ambigüedad y manipulación en los datos de realidad combinada con la política de los hechos consumados, marcan el ambiente que como una nube negra cubre día a día a Caimanes, mientras sube y sube allá, enfrente, el muro de los relaves.

Y eso que el pueblo está en una zona calurosa, donde los días, antes, eran casi siempre despejados y sonoros solamente de pájaros. Donde hoy por hoy está haciendo más calor y llueve menos –y, a pesar de todo, la primavera brota de los cerros verde y florida entre las piedras. Nativa la bella de las ramas del litre, el cactus y el quillay.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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