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La asamblea constituyente y las interpretaciones post electorales

Por: Patricio Segura


Señor Director:

Sí, ya lo sé.  Las elecciones no se ganan ni se pierden, se interpretan.  Tal máxima es precisamente la que están poniendo en práctica desde la noche del domingo todos los que hicieron sus apuestas (y por tanto, algo tuvieron que ganar o perder) en la jornada del 28 de octubre.

Y aunque mosquee como axioma salido de una versión moderna de El Príncipe, la cínica frase da cuenta de algo consustancial a la política como acción humana.  La creación de sentido.  En política nada es triunfo o derrota absoluta (hablando en términos electorales, valga aclarar) y todo depende del ángulo desde el cual observemos la realidad y los objetivos declarados (o no).  No digo esto como crítica, sino en el entendimiento que en la construcción de apoyos, respaldos o sueños colectivos no hay nada zanjado y siempre hay múltiples caminos posibles de recorrer.

Ejemplos.

Existen candidatos como Michelle Bachelet que se presenta a concejal por Las Condes en 1996 y cae derrotada al obtener un magro 2,35 % pero que una década más tarde es elegida Presidenta de la República con el  53,5 %.  O alcaldes como Oscar Catalán en Aysén que en 2008 pierde contra Marisol Martínez obteniendo 4.005 preferencias pero que cuatro años después retorna en gloria y majestad con 3.880.  Es decir, electo con menos votos.

Es eso lo que hemos visto en estas pocas horas.  Aunque existe cierto consenso en que el gran perjudicado fue el gobierno y la Coalición por el Cambio, indicios hay de interpretaciones contrarias entre sectores interesados.  El Mercurio recordándonos que la Alianza “mantiene seis de las diez comunas con más electores y agrega La Florida” y La Tercera que la UDI es “el partido más votado”.  Y el presidente de la DC, Ignacio Walker, asegurando que el triunfo del bloque PS-DC ( “Concertación Democrática”) por sobre la alianza PRSD-PPD-PC-IC (“Por un Chile justo”) demuestra que “el camino es una coalición de centroizquierda y no de izquierda”.

Reiteremos.  La construcción de la verdad política es un acto colectivo y son los argumentos los que deben entrar a competir en el supermercado de las interpretaciones que se ofrecen por una y otra mirada.  Así, cada ciudadano puede elegir la que le haga más sentido (o elaborar la propia, en todo caso).

Si hay un tema que viene pesando a la Concertación (y a la oposición) es la factibilidad de formar un nuevo bloque político que trascienda las paredes de la principal coalición opositora nacida a fines de la dictadura.  La tensión principal, que la trascienda hacia la izquierda.  Antes esencialmente en contenidos.  Hoy, en actores que la abandonaron precisamente por no compartir los contenidos.  Hace una década se bautizó esto como la pugna entre autoflagelantes y autocomplacientes. Luego, entre conservadores y progresistas.  Y en las últimas semanas, más o menos izquierdistas.

Para aportar a la discusión, recurriremos a los votos obtenidos en la elección de concejales y a un tema emblemático que marca la agenda sobre lo que se entiende o no por izquierdización: la convocatoria, previo plebiscito, a una asamblea constituyente para cambiar la Constitución.  Algo que deberá analizar cualquier abanderado que quiera representar, en primera o segunda vuelta, a esa oposición que se siente lejana a un nuevo gobierno de derecha.

Por lo menos hasta ayer, el sistema de cómputos del Ministerio del Interior sobre un universo de poco más de 4 millones de votos válidamente emitidos indicaba que la Coalición por el Cambio, es decir el oficialismo, contaba con un 32,94 % de las preferencias.  El pacto “Concertación Democrática” con un 27,36 % mientras que “Por un Chile justo” con un 22,10 %.  El total de los dos bloques concertacionistas más PC da 49,46 %.  Menos de la mitad necesaria para ganar una elección presidencial.

Con estos resultados en la mano fue que Ignacio Walker aseguró que a la Concertación no le conviene un giro a la izquierda.  La apuesta por la “gobernabilidad” a todo evento –en una especie de “pax romana” a costa de los derechos y anhelos de la ciudadanía- ha sido la consiga, pero el problema hoy no es si este conglomerado tiene que mirar o no hacia un lado u otro, sino definir qué es lo que quiere ese sector amplio y ciudadano que este fin de semana votó por la oposición o, más positivamente dicho, por otra proposición.  No incluyo acá al PRI ni a Chileprimero, que con relación a la asamblea constituyente en realidad nadie sabe para quién trabajan.

Porque si hablamos de asamblea constituyente es preciso señalar que esta propuesta cuenta con el apoyo explícito del 22,10 % que se adjudicaron radicales, PPDs, ICs y comunistas.  Pero así también con el 4,51 % del PRO, ecologistas verdes y adherentes del Wallmapuwen.  Y si me apuran un poco, con el 3,05 % del electorado del MAS y humanistas, y el 0,81 % de Igualdad.  Es decir, un 30,47 % (incluidos los independientes asociados) que supera por más de dos puntos el 27,36 % de quienes se han autodenominado celadores del modelo vigente dentro de la centroizquierda.

Estos cálculos, como planteé al principio, no son verdad política absoluta. Son un dato más al análisis que se debe realizar en pos de objetivos político de transformación, que es lo que muchos buscamos.  Algo que debe mirar Bachelet, por cierto, pero también cualquiera que quiera proponer un nuevo Chile (porque de eso se trata, al fin y al cabo) el próximo año.

Está claro que el gran protagonista fue la abstención que llegó a un 60 %.  Si fue por flojera, acción política o fuerza mayor es algo que deberán dilucidar analistas y sociólogos, aunque está claro que es una variable esencial al momento de decidir las propuestas, caras y alianzas de las presidenciales y parlamentarias.  Junto con un impulso serio hacia la educación cívica.

Como bonus track sólo aportar que en Coyhaique los candidatos que firmaron su compromiso por la asamblea constituyente para una nueva Constitución completan un 36,98 %.  Y aunque se sumen al PS y a la “Concertación Democrática” los votos del alcalde electo Alejandro Huala, no es un dato menor que su candidatura tomó fuerza a partir de su participación en el movimiento sindical y social, que es un decidido adherente de la asamblea constituyente y que, además, rechaza los proyectos de represas en la Patagonia.

Que cada uno saque sus conclusiones.

 

Patricio Segura

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