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La dictadura de la televisión ha muerto Opinión

La dictadura de la televisión ha muerto

Antonio Leal
Por : Antonio Leal Ex Presidente de la Cámara de Diputados, Director de Sociología y del Magister en Ciencia Política, U. Mayor. Miembro del directorio de TVN.
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TVN debe hacer frente a las nuevas reglas con las que se compite por el “rating”. De una parte, la temporalidad, el voyerismo, el exhibicionismo de la vida privada y de la sexualidad, la pérdida de significado, lo cual lleva a una pantalla de pésima calidad. De otra parte, el deseo de la audiencia de sentirse representada en la pantalla, de que su cotidianidad no sea un dato más. Pero si el parámetro de la televisión es solo el rating, será el mercado y no la cultura, la creatividad, lo que determine qué veremos en televisión. Como dice Giovanni Sartori el rating no existe para medir la calidad del producto televisivo sino para fijar el precio de la publicidad.


Como lo he señalado en la conversación con la periodista Rayen Araya en El Mostrador TV, es un momento muy pertinente para abrir un debate, sobre la TV en general y la TV pública en particular, dado que en el Senado se encuentran en tramitación la ley de TV digital terrestre, las modificaciones a la actual ley de TVN y una ley corta de TVN.

Por cierto, este debate no puede ser solamente institucional, sino que debe extenderse a la ciudadanía, ya que los consensos con los cuales se instaló el modelo televisivo en Chile se han modificado y la TV debe reformularse, relegitimarse, en medio de una sociedad dotada de una nueva subjetividad, con mayor autonomía de los centros de representación a los cuales entregó en el pasado sus decisiones, y con exigencias mayores creadas también por la extensión de la imagen televisiva a todo el mundo y la gran revolución digital de las comunicaciones que vivimos.

Una nueva ley de TVN —más allá de la coyuntural ley corta que simplemente debe incorporar elementos normativos que den a TVN una ampliación de giro y mayor competitividad— es urgente, ya que el actual sistema de TV pública está basado en una ley del siglo pasado, de 1992, la Ley nº 19.132. Y en muchos aspectos ella no da cuenta de los cambios planetarios que se han producido en los últimos 20 años en la industria televisiva y de las comunicaciones y en la sociedad en su conjunto.

Por ejemplo, el propio Directorio de TVN requiere ser configurado con criterios que vayan mucho más allá del pluralismo de los partidos de manera que exprese al conjunto de las sensibilidades, de las visiones y temas que cruzan la sociedad.

Por tanto, hay que enfrentar los nuevos desafíos con una nueva normativa. Hay que preguntarle a la sociedad qué tipo de TV pública quiere y con qué tipo de financiamiento. Hay que discutir sobre la misión de una TV pública en el segundo decenio del siglo XXI y si la TV pública y la TV en general, dado que el Estado entrega las concesiones, tienen una responsabilidad social, cultural, de generación de los lazos de identidad en una sociedad que pierde los elementos de cohesión del pasado. Vivimos, sin duda, un nuevo escenario que marcará el cambio que debe experimentar la TV.

[cita]Es evidente que hay una fuerte tensión entre la misión que le entrega el Estado y el imperativo del autofinanciamiento que obliga al canal a competir por el avisaje y ello muchas veces no se condice con la calidad programática o con la existencia de programas que resalten el rol de la TV pública. Es evidente que los avisadores colocan sus recursos en programas con alto rating que muchas veces corresponden a programas de lo que se llamaría “cultura efímera” y no tienen financiamiento programas de mayor contenido y más integradores.[/cita]

Macluhan decía en los años 60 que el cambio tecnológico del paso de lo escrito a lo visto, a la TV, iba a cambiar la conciencia de la sociedad y construyó su teoría de la aldea global en la hegemonía que la TV establecería sobre las vidas de todos los seres humanos del planeta. La TV entró en nuestros hogares, se mundializó y por 60 años dominó la agenda de la cosa pública, estableció el lenguaje y los ritmos de la cultura y de la política, alfabetizó, fijó las modas, los estilos, las expectativas, dio sentido a las cosas y junto al mercado ha sido el otro gran factor de la globalización.

Sin embargo, esa dictadura dorada de la TV ha muerto. En la era digital, cuando internet permite una comunicación de muchos a muchos, las personas somos receptores y transmisores, se radica aquí la nueva velocidad de la imagen, el cambio del tiempo y del espacio, el surgimiento de nuevas comunidades a través de la red.

La gente comienza a hacer TV en sus casas y a subir sus propias imágenes a la red. “Adiós Tía Paty, Adiós tía Lela” fue visto en YouTube por dos millones de personas antes de que la TV lo mostrara.

Por tanto, la TV no puede desconocer este fenómeno y debe renovarse.

La ley otorga a TVN un rol diferenciador y cuyo norte es satisfacer el bien común. Es el único canal que tiene una misión. Es decir, TVN tiene la misión de promover la integración del país en su diversidad, en el pluralismo, en los valores democráticos, en la tolerancia, en la solidaridad y más que la espectacularidad debe estimular el pensamiento crítico, la construcción de imaginarios sociales que en su pluralidad de imagen y discurso muestren la complejidad de los fenómenos que cruzan el mundo de hoy.

Se trata de una enorme misión que se le exige al canal público. Pero es evidente que hay una fuerte tensión entre la misión que le entrega el Estado y el imperativo del autofinanciamiento que obliga al canal a competir por el avisaje y ello muchas veces no se condice con la calidad programática o con la existencia de programas que resalten el rol de la TV pública. Es evidente que los avisadores colocan sus recursos en programas con alto rating que muchas veces corresponden a programas de lo que se llamaría “cultura efímera” y no tienen financiamiento programas de mayor contenido y más integradores o para tener estaciones regionales que respondan mejor a las exigencias de un país que debe descentralizarse y ofrecer información e identidad en cada región de Chile.

TVN debe hacer frente a las nuevas reglas con las que se compite por el rating. De una parte, la temporalidad, el voyerismo, el exhibicionismo de la vida privada y de la sexualidad, la pérdida de significado, lo cual lleva a una pantalla de pésima calidad. De otra parte, el deseo de la audiencia de sentirse representada en la pantalla, de que su cotidianidad no sea un dato más. Pero si el parámetro de la televisión es únicamente el rating, será el mercado y no la cultura, la creatividad, lo que determine qué veremos en televisión. Como dice Giovanni Sartori el rating no existe para medir la calidad del producto televisivo, sino para fijar el precio de la publicidad.

En este contexto complejo, es evidente que TVN hace grandes esfuerzos por preservar calidad y misión pública. Muchos de sus programas, su noticiero e investigaciones periodísticas, su matinal, teleseries, muestran que transversalmente se puede tener una pantalla de calidad siendo, a la vez, entretenida y no elitista.

Es evidente, además, que falta debate de actualidad y de política en toda la TV chilena no solo porque a una cierta tecnocracia le haya parecido que la política apaga el rating y es superflua, sino porque ello está conectado a la crisis cultural del espacio público y al dominio de lo subjetivo, singular, afectivo. El cambio de subjetividad que viven nuestras sociedades repropone, de manera diversa al pasado, una nueva reapropiación del espacio público que debe verse reflejada en el debate político y cultural en televisión.

Por ello, me parece absolutamente necesario abordar el tema de fondo y que, como ocurre con todas las televisoras públicas en el mundo, TVN deba recibir financiamiento público integral o parcial, para desarrollar proyectos específicos inherentes a su misión. Debe poder reinvertir parte de sus utilidades, debe poder contratar crédito. Debe ser tratada como una TV que está en el mercado, que compite con altos niveles de exigencia y con grandes grupos económicos, que requiere de una parte más autonomía y que no puede competir con las manos atadas; y de otra más apoyo del Estado para cumplir su rol, para ampliar la democratización del espacio público de las comunicaciones.

Es necesario que TVN tenga la posibilidad de garantizar un espacio comunicativo de calidad social y cultural que no esté determinado por el rating y la conquista y mantención del público en cada espacio. La nueva tecnología es una oportunidad que debe ser aprovechada para generar nuevos espacio de TV de calidad.

TVN debe jugar un rol articulador en el ingreso a la televisión digital terrestre y debe disponer de señales, con financiamiento del Estado, que tengan una programación cultural, científica y de investigación periodística. Como señala Valerio Fuenzalida “el exitoso canal de cable segmentado en información 24 horas de TVN debería ser un ensayo del canal digital informativo en TV abierta”, toda vez que la tecnología digital permitirá que un canal físico de 6 Mhz se puedan emitir dos señales de alta definición y hasta siete en definición estándar, lo que genera una posibilidad de representación de la política y de diversos géneros muy amplia, el satisfacer las exigencias de la audiencia y con ello enriquecer la calidad de la TV y su rol público.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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