Señor Director:
En su carta de respuesta, el Sr. Sabrovsky elude el problema al transformar el intercambio en una defensa personal e institucional. En esta defensa no menciona la “despolitización” ni recurre a “Carl Schmitt”, como si justificarse y justificar a la Universidad Diego Portales –todos elaboramos una ficción para explicar el lugar donde estamos- dependiera de la obliteración de estas cuestiones. Esta denegación confirma en parte lo que intenté remarcar, al parecer sin fortuna, en mi “Carta abierta a Eduardo Sabrovsky”.
1° En su respuesta, el Sr. Sabrovsky reitera que “la izquierda chilena se vio forzada por los acontecimientos a entrar en una lógica –la del universalismo de los DD.HH.–”. Pero esto es un apéndice de lo que escribiera en su columna. La tesis completa es que el recurso del universalismo de los derechos humanos de la izquierda chilena habría pavimentado y contribuido, al igual que la dictadura, en la preparación del terreno o substrato cultural despolitizado que requería la hegemonía liberal. Permítanme traducir esta idea: la neutralización del cuerpo mediante la tortura y el endeudamiento de los estudiantes habría contribuido a la hegemonía liberal al igual que la neutralización del cuerpo político mediante el recurso de la universalidad de los derechos humanos y la franja electoral del No. ¿Qué significa ese “al igual”? ¿Cómo debemos entender esta complicidad? No tergiverso nada al insistir en este punto. Cuando se escribe ese “al igual que la dictadura” lo mínimo es una argumentación que no se reduzca al traslado de lecturas críticas que, de Marx a Badiou, cuestionan la adscripción de “lo humano” a una universalidad neutra, a la soberanía estatal, a la biopolítica o a un simulacro hegemónico “ideal” que borra la confrontación política en la universalidad “real” de la globalización.
2° Para afianzar esta tesis, el Sr. Sabrovsky recurre exclusivamente a Carl Schmitt. Según el Sr. Sabrovsky, la neutralización de la “política concreta” responde a tres lógicas: la lógica publicitaria, tecnocrática y administrativa de la Concertación; la lógica de la profesionalización de las Fuerzas Armadas; y la lógica de la universalidad de los derechos humanos. Nada más. Son las lógicas de la despolitización según el marco conceptual de Schmitt: técnica, desmilitarización y universalización. ¿No habrá otras causas de la despolitización que nos permitan desmentir que la detención de Pinochet fue el triunfo de Pinochet?
Hay una ambigüedad en el uso de Schmitt en las reflexiones del Sr. Sabrovsky. En su carta de respuesta omite el nombre de Schmitt –agrega el de Lenin, pero no el sentido de ese “significante” que articula Slavoj Žižek, sino como simple recurso “realista” que sirve de propedéutica para almas bellas- y defiende la versión liberal de la “universidad” como lugar de “excelencia” y “meritocracia”, cuestiones que desde 1950 se enquistaron en Chile gracias a la “re-politización neo-conservadora” descrita por Lechner en “El proyecto neoconservador y la democracia” (1981). En su columna, por el contrario, recurría el Sr. Sabrovsky al Schmitt anti-liberal para recordarle a la izquierda sus traiciones: la “universalidad” olvida la facticidad del pueblo; la abstracción de la “humanidad” recubre las tensiones del demos; la “técnica” produce la ficción de una administración neutral. Bajo el nombre de Schmitt, los procedimientos políticos de la izquierda evidenciarían un desplazamiento desde la “universalidad” como “ideología” (Marx) hacia una “universalidad” democrática liberal. Es como si el Sr. Sabrovsky reprochara a la izquierda la denegación de “lo político concreto” y al mismo tiempo quisiera aleccionar a la izquierda sobre los beneficios de esa denegación.
Ocurre que Carl Schmitt es funcional a la crítica de la izquierda, pero su nombre es denegado en la defensa del proceso que nos ha llevado a tener, según el Sr. Sabrovsky, universidades a la altura de los tiempos: universidades coherentemente liberales, como la UDP. Ese proceso ha sido defendido por el Sr. Sabrovsky en sus columnas en El Mostrador: “la modernización liberal que puso a andar la dictadura en los años ’80, y que los gobiernos de la Concertación, además de profundizar, legitimaron democráticamente” (véase “El malestar en el liberalismo”, 7 de septiembre de 2012). El Sr. Sabrovsky sabe muy bien que la “izquierda” podría decir exactamente lo mismo. La diferencia es que el Sr. Sabrovsky celebra este proceso. Es más: lo quisiera coherente, verdaderamente coherente. De esta tesis uno puede desprender las consideraciones sobre la universidad del Sr. Sabrovsky, en el sentido de que la universidad alcanza “niveles de excelencia” justo en el punto en el que rompe con el Estado sin desprenderse de lo “público” (y “lo público” para el Sr. Sabrovsky es ante todo el “laicismo autoconsciente de las élites intelectuales”). Para el Sr. Sabrovsky, todas las universidades en el contexto de la globalización neoliberal son universidades privadas que se orientan hacia “una sociedad meritocráticamente lograda”, una “sociedad despolitizada” (véase el artículo “Universidad de la excelencia, política cultural, poder”, en revista Papel Máquina, N°2). Desde aquí se advierte también la relación del Sr. Sabrovsky con los tópicos schmittianos del “retorno de lo político” más allá del Estado o benjaminianos de la continuidad del “estado de excepción” para describir la transición chilena.
Schmitt sirve entonces para criticar a la izquierda pero no para justificar el liberalismo coherente que promueve el Sr. Sabrovsky. Por este motivo Schmitt es omitido en la carta de respuesta publicada el día lunes, donde el Sr. Sabrovsky viene a justificar(se). “Eso” que habría denegado la izquierda es lo que permite estar a la altura de los tiempos: la complicidad de una situación meritocrática en la UDP con la modernización liberal de la Dictadura, es proporcional a la complicidad de la izquierda con esa misma modernización liberal a través del expediente de la universalidad de los derechos humanos. La izquierda preparó el terreno despolitizado para la UDP. Lo importante es leer a tiempo a Freud para elaborar una simbólica de la negación que permita la subsistencia del pensamiento. Mientras la izquierda erraba sin saberlo al fabricar la simbólica de la universalidad de los derechos humanos, el Sr. Sabrovsky elabora sin desánimo la ilusión de la meritocracia, de la independencia y de la excelencia.
3° Mi “Carta abierta a Eduardo Sabrovsky” incluye varias líneas que desbordan este intercambio epistolar. El “recurso de Schmitt” en el debate local, el “dispositivo de la traición” en la escena del pensamiento o el consenso teórico alrededor de la “inconmensurabilidad de lo político”, son cuestiones abiertas que debieran profundizarse. Nada de esto se entiende sin el análisis de las recepciones –o, mejor, intercepciones– que conforman las escenas del pensamiento chileno, escenas que se constituyeron especulativamente al mismo tiempo que la censura y el control académico, el Terrorismo de Estado, la instalación de la especulación financiera y la privatización de la educación. La circulación de conceptos, los préstamos de nombres o la traducción diferida, sostienen un estado de deuda específico de la economía teórica, que es inseparable de la trasformación económica producida en Chile. Escapando justamente de un análisis inquisitorial que quisiera ver en esto una “complicidad estructural” entre las escenas del pensamiento y el despliegue de la actual “gubernamentalidad neoliberal”, mi carta se cerraba con una pregunta: “¿Existe acaso la revisión de lo que significa, para el pensamiento chileno, escribir desde una universidad privada?”
La pregunta no tiene la intención de inhabilitar a quienes escriben y piensan desde las universidades privadas. Es una pregunta abierta sobre el proceso por el que la “ejemplaridad del caso chileno” transita desde el acontecimiento de la UP al laboratorio “ejemplar del neoliberalismo”, una ejemplaridad que sin embargo no ha derivado en un análisis y revisión de los presupuestos del pensamiento que ha surgido en este proceso. “¿Cómo se habría enriquecido La Tarjeta Postal si Derrida hubiera conocido con exactitud la situación económica chilena?”, era la pregunta de Patricio Marchant. La dimensión del problema no se puede reducir a la simple defensa y promoción de una universidad; se trata de hacerse cargo de las intercepciones teóricas y del lugar desde el que se escribe, particularmente si hablamos de “despolitización”.
Ivan Flores Arancibia
Doctorando en Filosofía, Universitat Autònoma de Barcelona