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2013 sin Bachelet

Pablo Valenzuela
Por : Pablo Valenzuela Director Ejecutivo Fundación Casa de la Paz.
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Si algún daño ha hecho el silencio de Bachelet a la discusión política, es que ha puesto el debate de ideas en un segundo plano, convirtiendo cada debate de precandidatos -por lo menos en buena parte- en una suerte de sesión de adivinos que tratan de interpretar cada signo de la ex Presidenta.


Es x de abril y contra todo pronóstico Michel Bachelet, ex presidenta, ex comisionada de ONU Mujeres y desde ese día ex esperanza presidencial de ciertos sectores de la Concertación, declina toda opción presidencial, comenzando una carrera académica.
Al declinar su nueva postulación a La Moneda señala enfática: “Es hora que este país de una vez se ponga serio, y en vez de estar eligiendo candidatos sólo por el peso de las encuestas, los forje en una fragua de ideas, de programas que expresen distintas visiones de país de un modo inclusivo, innovador y sin temores de molestar a quienes hoy detentan el poder.” Junto con esa frase caen lagrimones en viejos estandartes de su coalición.

¿Qué pasaría si ese día llegara? Si Claudio y Andrés se dieran cuenta que ya no se están preparando para las elecciones del 2017, sino que para las de ahora. ¿Qué pasaría si un gobierno de continuidad tomara más realidad? Quizás hasta Pablo se animaría a entrar en la contienda y Marco y Franco, se sobarían las manos o quizás se sumarían al estupor.

[cita]Si algún daño ha hecho el silencio de Bachelet a la discusión política, es que ha puesto el debate de ideas en un segundo plano, convirtiendo cada debate de precandidatos -por lo menos en buena parte- en una suerte de sesión de adivinos que tratan de interpretar cada signo de la ex Presidenta.[/cita]

Podrían pasar muchas cosas, pero una sólo sería segura. El contenido de la agenda política y de los debates de los otros candidatos o pre candidatos, perdería un 30% de su contenido, el cual es principalmente hablar sobre la ex Presidenta.

Porque si algún daño ha hecho el silencio de Bachelet a la discusión política, es que ha puesto el debate de ideas en un segundo plano, convirtiendo cada debate de precandidatos -por lo menos en buena parte- en una suerte de sesión de adivinos que tratan de interpretar cada signo de la ex Presidenta. Ello cuando lo esperable sería que hicieran esos esfuerzos interpretativos pero para comprender a la ciudadanía, para así con ellos, generar ideas creativas y pertinentes para atender las aspiraciones e inquietudes de los habitantes de Chile. Cómo también sería loable que pusieran esfuerzos en detallar las diferencias entre las muy similares ideas que exponen en sus páginas web.

Estoy seguro y convencido que hay una inmensa parte de la ciudadanía, especialmente esa que no votó en la elección pasada, que no quiere ser seducida únicamente por un carisma mágico, o por resultados de encuestas; o por una carrera meteórica supuestamente basada en el puro mérito; o por una trayectoria de servicio y unas ganas de no enojar a nadie; o por una inteligencia y capacidad técnica tan potente como fría.

Lo que muchos ciudadanos estamos esperando es participación efectiva en la formulación de los programas de los candidatos presidenciales, los cuales debieran estar llenos de compromisos concretos y alcanzables. Compromisos que además debieran ser totalmente monitoreables y verificables por la misma ciudadanía.

Lo que hemos tenido hasta el momento es sólo una débil discusión como arroz graneado de la conversación pitonisa de las decisiones de la ex Presidenta. Junto a ello tenemos un salpicón -débil y aburrido- de ideas expuestas en las web de los candidatos. ¿Quién sabe cómo han llegado a esas ideas? Uno supone que en gran parte debido a su propio trabajo intelectual y al escuchar a su equipo, que en general son personas que piensan muy muy similar. Pero de esfuerzos por armar un programa participativo, pero de verdad con metodología y ambición territorial y representativa, no hemos sido notificados. A tres meses de las primarias.
Nos encantaría, que de una vez tuviéramos un proceso de real construcción programática participativa. La cual, por ejemplo para el conflicto Estado chileno/nación mapuche, implementara una metodología que permitiera que jóvenes indígenas aportaran sus ideas, en un diálogo abierto e inclusivo, de cómo se puede superar ese problema histórico y cultural.

Luego de esa construcción participativa, sería interesante ver un buen debate entre candidatos, donde se pudiera ver su visión política reflejada más en el modo en cómo ellos adoptaron o adaptaron las claves e insumos desde la ciudadanía, que en una discusión que se base en tres puntos que se le ocurrieron a ellos o a sus expertos y que hoy constituyen el contenido de sus páginas web.
Sería potente ver cómo esos que pretenden liderar un país, ejercen un liderazgo carismático abriendo su programa y su proyecto, para que las plumas, plumones, lápices y bolígrafos de muchos pudieran dejar huella en esa interpretación conjunta y co-construida de un país y de su futuro, en qué debieran consistir los programas de estos candidatos.

Imagínense lo potente que sería aplicar lo mismo con el debate sobre nuestra matriz energética, con la injerencia de la ciudadanía en la vocación de sus territorios, con las alternativas de desarrollo de nuestra ruralidad, etc.

Si es necesario que un día ficticio, como el que se describía al principio, tenga que suceder para que veamos a candidatos construyendo desde ya y en serio programas con la ciudadanía y de paso pensando en cómo van a gobernar el 2014 y no el 2018, le pido a la ex presidenta que me copie la cuña y tengamos “un 2013 sin Bachelet”, pero lleno de candidatos con programas participativos y con compromisos sobre los cuales debatir y soñar. Sería bello.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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