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Es fácil ser Nathaly Jones

Lo fácil de ser Nathaly Jones, en definitiva, es que para estructurar una crítica no se necesitan demasiados argumentos. Basta un montón de desconfianzas que puedan tocar la sensibilidad de un país tremendamente descontento.


Cuando leí la columna de Nathaly Jones «De la calle a la élite«, publicada hace algunos días en El Mostrador, pensé: es fácil ser Nathaly Jones.

Me refiero por cierto a la facilidad de plantearse simplemente desde un discurso «anti», que usualmente –también en el caso mencionado– aprovecha las caricaturas más populares disponibles sobre el poder, “el sistema” y el dinero, para justificar dicotomías absolutamente antojadizas y hasta un poco irresponsables, en cuanto suponen cierta pureza en las intenciones de unos, en contraposición con intereses oscuros y reprochables de otros.

Es fácil ser Nathaly Jones, porque ese tipo de discurso no exige nada. Solo un poco de virulencia e imaginación. Te ahorra la necesidad de proponer algo y te exime de cuidar un mínimo respeto, dada la «calaña» de quienes son aludidos, a la luz de lo que plantea la propia columna.

Es fácil ser Nathaly Jones porque, con dos o tres datos de conocimiento público, se puede armar una lista. Poco importa qué importancia tengan a efectos de la misma quienes aparecen «listados». Desconozco los niveles de información que maneja la autora del escrito al que he dedicado estas líneas, pero salta a la vista la incapacidad de poder presentarnos buena información. ¿Cuántos de los que nos leen ahora y tuvieron oportunidad de revisar tu columna, Nathaly, saben quién es Pedro Glatz o conocen a Giovana Roa o Catalina Lamatta, como para aquilatar la importancia que habrían tenido en determinadas organizaciones vinculadas al movimiento social, versus el hecho de que se encuentren ahora en esos cargos?

[cita]Lo fácil de ser Nathaly Jones, en definitiva, es que para estructurar una crítica no se necesitan demasiados argumentos. Basta un montón de desconfianzas que puedan tocar la sensibilidad de un país tremendamente descontento.[/cita]

¿Da igual desempeñar una función altamente estratégica, en un cargo de exclusiva confianza política, como Camilo Ballesteros (lo que ciertamente no me parece ninguna aberración, incompatibilidad o incoherencia), que ocupar un escaño en el Congreso, como Jackson, Boric o Vallejo, o trabajar como funcionario en el equipo de alguna autoridad del servicio público? Por otro lado, ¿no falta nadie?

Para efectos de esta lista, da igual. Porque lo fácil era hacerla con lo que hubiera a mano.

Sólo me queda claro que ser Nathaly Jones es más fácil que ocupar cualquiera de esos cargos, partiendo por el hecho de que quienes los desempeñan tienen pocas posibilidades de responder a este tipo de comentarios odiosos, en atención al protocolo. Siguiendo con que asumirlos conlleva, mucho más que un gustillo por la buena paga (la mirada fácil), una cuota de audacia, visión política de largo plazo, sentido de responsabilidad y convicciones firmes. Por mencionar algunos aspectos.

Qué odioso resulta el facilismo de explicitar los “interesantes”sueldos percibidos por ellos y ellas, a sabiendas de las enormes brechas que existen en nuestro país en este sentido. Tanto más odioso e injusto hacerlo cuando entre ellos hay, por ejemplo, parlamentarios que impulsan la idea de recortar su dieta.

Lo fácil de ser Nathaly Jones, en definitiva, es que para estructurar una crítica no se necesitan demasiados argumentos. Basta un montón de desconfianzas que puedan tocar la sensibilidad de un país tremendamente descontento.

Lo difícil, lo desafiante, es atreverse a penetrar en los tejidos del establishment con una vocación transformadora, aun en conciencia de la enorme dificultad que impondrá una serie de lógicas y entramados institucionales; asumiéndote impopular, apostando tu credibilidad y tu liderazgo. Lo difícil, incluso asumiendo lo anterior como un “imposible”, es tener apertura para sopesar otras estrategias políticas desde la vereda de la tolerancia. Al menos desde la del respeto.

Lo difícil es sumar voluntades, desarrollar ideas, articular alianzas, trabajar para reconstruir las confianzas. Lo difícil es jugársela dentro de los límites que te ofrece el sistema, para redefinir los límites que el sistema te impone. Lo difícil, en suma, es ser las Natalia Jiménez, los Miguel Crispi, los Guillermo Petersen y las Karol Cariola.

Lo más fácil es ser Nathaly Jones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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