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Los profesores bajo el microscopio

Tatiana Díaz Arce
Por : Tatiana Díaz Arce Docente Titular UMCE
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La investigación educativa focalizada en los procesos de enseñanza y aprendizaje en el aula escolar, en la que los propios maestros tengan la posibilidad de examinar su praxis pedagógica, no solo reconoce su ethos profesional, a veces tan cuestionado, sino que constituye una vía para mejorar dicha praxis, es estregar a los profesores la oportunidad de mirarse a sí mismos, de autoexaminar su desempeño y reflexionar en torno al mismo.


En cualquier iniciativa de política pública destinada al mejoramiento de la calidad de la educación chilena se debe considerar como un aspecto imprescindible a la investigación educativa. Si bien es cierto en la última década se han implementado iniciativas como el Fondo de Investigación y Desarrollo en Educación, FONIDE, antes de tomar decisiones en torno a la continuidad, interrupción o el fortalecimiento de iniciativas de este tipo, en un marco de reforma al sector educacional, se deben examinar cuestiones previas a determinaciones que obedecen a criterios de naturaleza más bien instrumental. Así, por ejemplo, es necesario plantear interrogantes tales como ¿qué tipo de investigación educativa?, ¿investigación educativa orientada hacia qué fines?, ¿focalizada en qué objetos de estudio?, ¿desarrollada por qué tipo de actores?, ¿orientada a la resolución de qué tipo de problemas educativos?, entre otros cuestionamientos que no pueden eludirse.

Las instituciones académicas han hecho esfuerzos loables por emprender iniciativas destinadas a apoyar la investigación en educación, no obstante, los impactos de las mismas parecieran desdibujarse, pues sus hallazgos no logran cuajar en proyectos nacionales para el mejoramiento de la educación. En este mismo marco, la cuestión referida a los actores que desarrollan investigación educativa pareciera ser un aspecto en el que vale la pena detenerse.

En la mayoría de los fondos concursables que asignan recursos para el desarrollo de la investigación en educación, se considera como criterio el currículo de productividad científica de los integrantes de los equipos que desarrollarán los estudios; este canon tiende evidentemente a la exclusión de los profesores que se desempeñan en el sistema escolar, por lo que la mayoría de las proyectos de investigación son realizados por académicos universitarios o integrantes de centros avanzados de investigación, relegando a los docentes del sistema escolar a ser objetos de estudio de dichos proyectos, pero no a ser participantes activos de los mismo. Así, los análisis estadísticos en torno a los resultados del Simce y la prueba PISA, o la correlación entre datos sociodemográficos de la población escolar y los resultados en los mismos instrumentos de medición nos han permitido tener un diagnóstico prístino sobre características indeseables de nuestro sistema escolar, como lo es su escandaloso e inaceptable nivel de segregación, sin embargo, pareciera que hoy, teniendo este diagnóstico meridianamente claro, lo que se requiere es dar un paso decisivo hacia un aspecto igualmente medular, pero, al mismo tiempo, mucho menos estudiado en nuestro país: los procesos didácticos al interior del aula escolar. Esto pondría al centro a los docentes y a su práctica pedagógica.

[cita] La investigación educativa focalizada en los procesos de enseñanza y aprendizaje en el aula escolar, en la que los propios maestros tengan la posibilidad de examinar su praxis pedagógica, no solo reconoce su ethos profesional, a veces tan cuestionado, sino que constituye una vía para mejorar dicha praxis, es estregar a los profesores la oportunidad de mirarse a sí mismos, de autoexaminar su desempeño y reflexionar en torno al mismo. [/cita]

Con esto no se está planteando poner a los docentes bajo el lente del microscopio para desmenuzar su praxis, sino que se trata, por una parte, de hacerlos protagonistas de iniciativas de investigación, participando en las mismas desde la formulación de los estudios hasta la transferencias de sus hallazgos. Y, por otra, de reconocer su experiencia como enseñantes, de valorarla como un saber situado que no es posible de ser revelado en los análisis estadísticos de otros estudios, y que no por esto resultan ser menos medulares a la hora de adentrarse a indagar sobre lo que sucede en la sala de clases y cómo es que se desarrollan los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Es probable que los maestros no cuenten con la misma cantidad de las valoradas publicaciones en revistas científicas indizadas, como si cuentan los académicos universitarios que se adjudican recursos para investigar, pero esto no hace a los primeros menos aptos para incluir a la investigación educativa en su práctica profesional, particularmente porque lo que el mejoramiento de la calidad de la educación hoy demanda es la investigación en torno a los procesos didácticos y a la interacción entre profesores y estudiantes involucrada en tales procesos.

La investigación educativa focalizada en los procesos de enseñanza y aprendizaje en el aula escolar, en la que los propios maestros tengan la posibilidad de examinar su praxis pedagógica, no solo reconoce su ethos profesional, a veces tan cuestionado, sino que constituye una vía para mejorar dicha praxis, es estregar a los profesores la oportunidad de mirarse a sí mismos, de autoexaminar su desempeño y reflexionar en torno al mismo. La participación de los maestros en este tipo de estudios les permite preguntarse por qué sus estudiantes aprenden o no aprenden en sus clases, o qué deben cambiar o mantener para mejorar este procesos en sus estudiantes. En suma, se trata de permitirles a los maestros aprovechar su saber profesional para que desde un proceso investigativo, y no evaluativo, como en el caso de la Evaluación Docente, puedan generar un conocimiento nuevo sobre su propio quehacer. Sin duda, esto permitiría también optimizar los aprendizajes de sus educandos, pues un docente que puede examinar su propia praxis es capaz de reorientarla, de identificar las estrategias necesarias para mejorarla, incluso más allá de toda actividad de perfeccionamiento o de asesoría escolar.

Desde esta perspectiva, tanto la academia que realiza investigación educativa como las instituciones de formación de profesores y, especialmente, los diseñadores de las nuevas iniciativas legislativas sobre carrera docente, tienen la posibilidad de avanzar, desde un diagnóstico ya conocido, hacia una estrategia de mejoramiento de la calidad educativa que va más allá de la opinión de unos y otros expertos y considera efectivamente la experiencia de quienes protagonizan los procesos a mejorar: los maestro en el aula.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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