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Más diputados para Santiago… ¿es mejorar la representación?

Nadie que intente vestir de tenidas democráticas se opondría a eso. Pero si lo vamos a hacer, hay que hacerlo en serio. Entregar más parlamentarios a Santiago es una buena idea, si y solo si permitimos que los ciudadanos y ciudadanas de regiones puedan tener representantes de calidad, y no el mero resultado de negociaciones que se realizan en Providencia o Santiago.


Uno de los principales componentes de la actual propuesta de reforma al sistema electoral es que las nuevas magnitudes de distrito (es decir, la cantidad de parlamentarios que serán electos en cada territorio electoral) mejorarán la representación de los electores, adecuándose de mejor manera al principio de “una persona, un voto”, lo que ha sido ampliamente puesto en duda por varios académicos y actores políticos, que la han calificado de “insuficiente”.

Sin duda, en un escenario ideal, la proporción de electores que son representados por un parlamentario debería ser la misma en todos los territorios del país. Pero nuestro país si por algo se caracteriza precisamente es por la desigualdad entre sus habitantes y sus territorios. No es novedad mencionar que en la región de menor extensión territorial del país vive el 40.4% de la población nacional, se produce el 44.5% del total del producto interno del país y ha registrado el mayor Índice de Desarrollo Humano en cada una de las mediciones que se han realizado. Cualquier otra región, en este u otros indicadores, está muy lejana a alcanzar estos niveles de desarrollo.

Corregir a la perfección la actual desigualdad en la representación política que existe en torno a la Región Metropolitana no es sino validar un modelo de desarrollo económico concentrado en una capital nacional, que basa su éxito en la prestación de servicios a regiones con actividades económicas extractivas.

[cita]Nadie que intente vestir de tenidas democráticas se opondría a eso. Pero si lo vamos a hacer, hay que hacerlo en serio. Entregar más parlamentarios a Santiago es una buena idea, si y solo si permitimos que los ciudadanos y ciudadanas de regiones puedan tener representantes de calidad, y no el mero resultado de negociaciones que se realizan en Providencia o Santiago.[/cita]

Dejando a un lado un argumento normativo, en la práctica, algunos regionalistas podríamos decir incluso que, hoy en día, Santiago está sobrerrepresentado. Tal cual. A pesar de que hay 16 distritos que cubren la Región Metropolitana (es decir, 32 diputados, los que corresponden al 27% del total), según datos de la Biblioteca del Congreso Nacional, en la actual legislatura hay 54 diputados que nacieron en Santiago (correspondientes al 45% de los 119 diputados hoy en ejercicio). Es decir, Santiago tiene una “sobrerrepresentación” de un 4%, a pesar de que estos representantes tengan sus oficinas distritales en otras regiones del país. Esto no es ninguna novedad para los electores de distritos de regiones, quienes cada 4 años se cuestionan a qué santiaguino los partidos políticos propondrán como candidato para representar los intereses de un distrito donde, con suerte, han pasado algunas semanas de vacaciones en su infancia.

Estamos todos de acuerdo con mejorar la representación de la ciudadanía, especialmente de aquellos sectores históricamente marginados. Nadie que intente vestir de tenidas democráticas se opondría a eso. Pero si lo vamos a hacer, hay que hacerlo en serio. Entregar más parlamentarios a Santiago es una buena idea, si y solo si permitimos que los ciudadanos y ciudadanas de regiones puedan tener representantes de calidad, y no el mero resultado de negociaciones que se realizan en Providencia o Santiago. Sin duda, esto pasa con mejorar las prácticas al interior de los partidos, especialmente con aquellas referidas a la nominación de candidatos, para permitir que aquellos candidatos y candidatas propuestos desde los territorios sean quienes efectivamente compitan, en igualdad de condiciones, por los puestos de poder y los cupos parlamentarios. En la medida en que esto no ocurra, no tiene mucho sentido seguir “sobrerrepresentando” a Santiago.

Este dilema entre la representación regional y poblacional sí tiene una solución y es dotar al bicameralismo de este sentido. Una Cámara para representar a la población y otra Cámara para representar los intereses de las regiones versus el centralismo de Santiago. Las políticas públicas que hacen cambios en las instituciones políticas deben tener como consideración los incentivos que crean para el actuar de los tomadores de decisiones, por lo que corregir a favor de Santiago no es otra cosa que reafirmar la nefasta idea de que Santiago debe ser Chile

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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