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La receta es muy sencilla

Michelle Bachelet ha comenzado a tratar de aplicar su receta, que es la más sencilla de la política, tan antigua como el Imperio Romano y que siempre, repito, siempre, lleva a una caída final como la de dicho Imperio: quitarles a los ricos para darles a los pobres, con el fin de que todos sean iguales, y entregarle al Estado la tarea de hacer que, entonces, todos vivan felices y por muchos años.


Michelle Bachelet va “en caída libre”, como dice el senador Andrés Zaldívar. Su desaprobación, según la encuesta Adimark, es mayor que la de todos sus ministros, salvo dos, el de Educación y el de Transportes, que la tienen peor.

¿Cambio de gabinete? ¡No! ¡Si el problema es ella! Pues tiene una receta infalible, que ya ha explicado (cita no textual): “la reforma tributaria va a permitir que los que tienen más paguen más, para que haya más igualdad y para financiar el mejoramiento en la educación; cuando la educación mejore, el país va a crecer más y va a alcanzar antes el desarrollo”.

Michelle Bachelet ha comenzado a tratar de aplicar su receta, que es la más sencilla de la política, tan antigua como el Imperio Romano y que siempre, repito, siempre, lleva a una caída final como la de dicho Imperio: quitarles a los ricos para darles a los pobres, con el fin de que todos sean iguales, y entregarle al Estado la tarea de hacer que, entonces, todos vivan felices y por muchos años.

El Imperio Romano cayó por eso. ¿Quieren una explicación más detallada? En http://www.youtube.com/watch?v=6PcaciZean4, se la dará a ustedes el profesor de economía Jesús Huerta de Soto, de una universidad madrileña, en sólo 7 minutos. En resumen, en Roma había agricultores que se enriquecían vendiendo caro el pan. El emperador resolvió distribuirlo gratuitamente a la gente, a la cual, a la vez, mantenía entretenida con los espectáculos gratuitos del Coliseo: “panem et circenses”. Receta infalible. Pero los agricultores se arruinaron y sus trabajadores se fueron todos a Roma, donde se podía vivir gratis. El Estado de Bienestar en forma. A los emperadores se les comenzó a terminar el dinero. Entonces dividieron las monedas y fijaron los precios. Y se prohibió a los campesinos irse a Roma. Fueron los primeros “siervos de la gleba” (como los mapuches chilenos que no pueden vender libremente sus tierras, permitiendo lo cual se habría terminado hace muchos años “el problema mapuche”). Bueno, se desató la Inflación en Roma, apareció el mercado negro y con él el descontento general. Cayó el Imperio, sobrevino la Edad Media junto con el feudalismo. Y el progreso se detuvo por mil años.

¿Por qué cayó el Muro de Berlín? Por lo mismo, claro que dejando atrás ciento diez millones de muertos (pues desde la publicación del “Libro Negro del Comunismo”, este último se ha acreditado diez millones de muertes más). Lo resume todo la frase de un ex comunista cubano, Leonardo Padura, en su libro “El Hombre que Amaba a los Perros”: “La Unión Soviética legaría al futuro su fracaso y el miedo de muchas generaciones a la búsqueda de un sueño de igualdad, que en la vida real se había transformado en la pesadilla de la mayoría” (p. 257).

Acá el sólo anuncio y debate del “sueño de la igualdad” está haciendo despertar prematuramente a la mayoría, que algo ha aprendido, pese al masivo lavado de cerebros, y ya avizora “la pesadilla”.

Es el eterno problema del socialismo. No tiene en cuenta la naturaleza humana. Salvador Allende, cuyo ideal quiere completar Michelle Bachelet, según ha dicho alguna vez, también tenía el “sueño de la igualdad”. Él creía que si su gente usurpaba empresas y se tomaba los campos, bajo la tutela de sus funcionarios se iban a producir bienes más abundantes y baratos y el pueblo iba a ser feliz. Pero sólo hubo déficits gigantescos, escasez generalizada y mercado negro. Y el pueblo no fue feliz. Sobrevino “la pesadilla de la mayoría”, cuyos representantes en el Parlamento lanzaron un urgente pedido de auxilio a los militares, que éstos, en mala hora para ellos, atendieron. Y legaron a la mayoría “la joya más preciada de la corona latinoamericana”, justo antes de que los Aylwin y compañía (en la cual militaban los legatarios de Allende) en señal de agradecimiento metieran presos a todos los militares que pudieron, cosa que, mediando el fuerte concurso de Piñera, siguen haciendo.

¿Va a cambiar un nuevo ministerio la “sencilla receta” de Michelle Bachelet? No. Para que la misma cambiara, ELLA tendría que estudiar la historia de la caída del Imperio Romano, la de la caída del Muro de Berlín, la verdadera historia de la UP, la de los dolorosos ajustes que sufren hoy los “Estados de Bienestar”, leyendo de paso el libro de Mauricio Rojas, “El Otro Modelo Sueco”; y, lo más importante, convencerse de cuál es la realidad.

Si no, si sólo va a cambiar el gabinete y continuar tratando de aplicar su “sencilla receta”, entonces la “caída libre” va a continuar.

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