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¿Un país de clientes o de socios?

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Juan Cristóbal Beytía
Por : Juan Cristóbal Beytía SJ, Capellán TECHO-Chile
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Cuando una persona se sienta a esperar la asistencia o el beneficio y ha dejado de aportar, Chile se empobrece. Cuando hablamos de ciudadanía queremos decir personas que participan de los beneficios de Chile porque también han participado de sus trabajos. Por eso la sociĕtas viene de socius; el socio pertenece, aporta, comparte como miembro de la sociedad.


Hace un par de semanas tuve una gran decepción, una que probablemente más de algún lector habrá tenido alguna vez. Al desayuno abrí una caja de leche, para tomar junto al pan tostado con margarina. Fue tremendo, porque con el primer sorbo me di cuenta de que estaba agria. ¿Qué hacer? Podría haber reclamado, pedir un cambio, una devolución del dinero o, simplemente, no volver a comprar en ese lugar. Todas eran reacciones muy obvias para un cliente.

Esto me hizo pensar, porque en muchos ámbitos de la vida nos comportamos como clientes. Las empresas modernas han puesto al cliente al centro de todo. Mal que mal, “el cliente siempre tiene la razón”. Con esto, fomentan en nosotros actitudes bien infantiles, donde, al igual que los niños, nuestra necesidad es lo único importante y lo que necesiten otros realmente no interesa.

De manera análoga, establecemos relaciones de cliente con otras instituciones. Con la pareja: si ya no me satisface en lo que necesito, simplemente se cambia. Con la familia: estoy dispuesto a pertenecer mientras me entregue comida y techo, pero no me pida colaborar en algo más. Con el Estado: reclamo por los hoyos en las calles, reclamo por la calidad de lo de acá o por qué falta lo de allá. Al Estado le pido que cambie esto o aquello (póngale usted el nombre que quiera, desde un semáforo a un ministro), mal que mal “yo pago mis impuestos”, mal que mal “el cliente siempre tiene la razón”. Lamentablemente, también estamos estableciendo relaciones de cliente con el Estado.

Una sociedad así no tiene mucho futuro. Un Estado proveedor de servicios a personas consumidoras de programas, beneficios y garantías, pero que no son capaces de hacerse parte de un proyecto común, no conseguirá vivir en comunidad ni tener identidad propia. Soy el primero en alabar que hoy el Estado tenga mayores capacidades y pueda cubrir necesidades de muchos habitantes de nuestra patria. Soy el primero en celebrar este progreso en muchos ámbitos. Pero sin duda hay que poner atención a la creación de un sistema de dependencia, donde las personas no se hacen “socias”, participantes, ni miembros de un proyecto que llamamos Chile. Cuando una persona se sienta a esperar la asistencia o el beneficio y ha dejado de aportar, Chile se empobrece. Cuando hablamos de ciudadanía queremos decir personas que participan de los beneficios de Chile porque también han participado de sus trabajos. Por eso la sociĕtas viene de socius; el socio pertenece, aporta, comparte como miembro de la sociedad.

[cita] Cuando una persona se sienta a esperar la asistencia o el beneficio y ha dejado de aportar, Chile se empobrece. Cuando hablamos de ciudadanía queremos decir personas que participan de los beneficios de Chile porque también han participado de sus trabajos. Por eso la sociĕtas viene de socius; el socio pertenece, aporta, comparte como miembro de la sociedad.[/cita]

Basta recordar a León Felipe, que decía: “ Voy con las riendas tensas / y refrenando el vuelo / porque no es lo que importa llegar solo / ni pronto, / sino llegar con todos y a tiempo”. Llegar solo es fácil y rápido, pero la soledad mata. ¿No estaremos avanzando en esa dirección, de un país que llega rápido, pero de personas solas y desconfiadas? ¿Llegará lejos un país así? Es impresionante ver, en cambio, cómo en diversos campamentos la organización de las comunidades ha redundado en mayor participación y, a la larga, en menor pobreza. Esto ha bajado las desconfianzas, ha generado redes y ha permitido que un grupo grande de familias, ya no una sola por ahí a punta de méritos y sacrificios individuales, puedan salir adelante.

Es un signo de esperanza ver que, para ir en auxilio de las familias de la Región de Atacama, ahí el Estado se puso con las casas, diversas empresas apoyaron con materiales, maquinaria, ropa o alimentos. Los jóvenes dispusieron (y siguen disponiendo) de su tiempo durante varios fines de semana para desinteresadamente ir a levantar las viviendas de emergencia o prestar diversas ayudas. Sin distinción, en Tierra Amarilla, Los Loros, Diego de Almagro o Chañaral, las familias locales, damnificadas o no, se pusieron a disposición de los voluntarios que llegaron al lugar. Los atendieron, los celebraron, los ayudaron en la construcción: no se quedaron cruzados de brazos. Celebraron Semana Santa, el Día del Trabajo, los cumpleaños, ¡y las inauguraciones de las casas! Todos pusieron lo suyo y están logrando una gran obra. Ya van más de 500 viviendas construidas. ¿Es este un nuevo Chile que surge? Espero que así sea. No quiero un Chile de clientes infantilizados. Que venga un nuevo Chile, lleno de socios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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