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El abuso sexual y la prensa

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Gonzalo Rovira
Por : Gonzalo Rovira Vicepresidente Izquierda Ciudadana
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El martes 26 de abril fue un mal día para la niñez en Chile. La Tercera, uno de los diarios de mayor tiraje en el país, publicó una viñeta de Hervi, en la que aparece una pareja de hombres cincuentones en la puerta de un Liceo, comentando: “En verdad, me olvide de las primarias porque me distraje con las secundarias”, es decir, que prefieren “mirar niñas escolares” que poner atención a problemas que afectan al país, como la situación de las primarias municipales.

El diputado Gabriel Boric, uno de los pocos que han alertado sobre la gravedad del hecho, declaró en las “redes” que “reírse del acoso a menores de edad me parece abiertamente inaceptable”, a lo que un internauta irónico le respondió llamándolo: «Defiende-niñas adolescentes».

Revisar el tema es una tarea mayor, por lo que haré un breve resumen.

En nuestro continente, solo desde hace un par de décadas el tema de las violencias sexuales contra niños, niñas y adolescentes es una preocupación relevante. Los organismos internacionales promueven considerar el tema con un estatus de grave problema social. El Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), ha publicado numerosos trabajos buscando precisar los argumentos que entrega Naciones Unidas en su documento acerca de las tareas que debemos emprender en este milenio, para “empoderar a niñas y mujeres y alcanzar la equidad de género” y “asegurar así sociedades estables y pacíficas”. Se ha generado conciencia de la dimensión del problema, y hoy sabemos que enfrentar y resolver el tema de la violencia sexual será definitivamente un detonador del desarrollo para nuestro continente.

¿Qué tan extendido es el problema de la violencia sexual en Chile y en la región? La propia naturaleza del problema y la diversidad de metodologías utilizadas para capturarlo en cifras dificultan tener información certera sobre el mismo. Sin embargo, sabemos que lograr cifras robustas nos permitiría la elaboración de políticas públicas más eficaces, para enfrentar delitos que, al llegar a la edad adulta, ya han afectado a una de cada tres mujeres.

Las dificultades para comprender las distinciones que debemos hacer en el tema y las cifras de “la violencia contra niñas y niños” fueron abordadas a fines de los 90 por el filosofo canadiense Ian Hacking, pero aún no las hemos resuelto.

Sabemos que entre el 75% y el 90% de los casos de abuso sexual no son denunciados; que de los casos denunciados entre el 70% y el 80% el victimario es un familiar o un cercano a la familia; que más del 90% de los victimarios son hombres; que más del 80% de las víctimas son niñas; que al ocurrir los hechos solo hay dos, víctima y victimario; que en menos del 10% de estos delitos queda algún rastro genético, semen o sangre, que permita identificar con certeza al victimario.

Permítame explicar la relevancia de esto: si a usted le roban la cartera, basta que usted diga que identifica al presunto culpable para que este sea detenido, pero si usted identifica a su agresor sexual tendrá que pasar pruebas de credibilidad y, me disculpo, no a usted lectora/lector, sino que un niño o niña menor de edad. Pareciera que la diferencia entre creerle a una niña o un niño y a usted, es mayor, pero ¿cree usted que los adultos no mienten?

Por cierto, el problema de la cifras no es fácil de resolver. Cada vez que se develan números actualizados nos espantamos y nos duelen (por ahora, estoy excluyendo de esta afectación a Hervi y el diario La Tercera), el motivo es que los números son personas; niños, niñas y adolescentes que no pudieron defenderse de un adulto que frecuentemente aparecía como su protector, pero no lo era (como esos dos adultos que en la viñeta miran niñas que podrían ser sus nietas). Pero debemos detenernos más en estos datos, pues sólo así podremos lograr políticas públicas eficaces.

[cita tipo=»destaque»]Una de las primeras cosas que hemos aprendido, es que no podemos permitir que los medios de comunicación masivos sean incitadores o permisivos de delitos de este tipo. Si no reaccionamos con energía frente a estos hechos, nuestras hijas e hijos estarán en el peor de los mundos. Todos debemos condenar el que se afecten los derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, más aun si es en forma pública y con difusión, como ha ocurrido en el caso ya mencionado.[/cita]

Si revisamos las cifras de las distintas instituciones, como totales o haciendo cortes etarios o geográficos, tal como nos han alertado los organismos internacionales, nos encontramos con cifras diferentes, obtenidas con distintas metodologías, unas más y otras menos informativas. Debemos saber más y para ello es necesario establecer metodologías únicas y rigurosas. ¿Podemos también saber las características de esos delitos no denunciados y que tal vez lleguen al 90% del total? Sí, podemos.

Hace una década iniciamos un ambicioso programa de investigación desde el Servicio Médico Legal. Esto fue posible con el patrocinio de la OMS/OPS, y con el apoyo de la Unicef, desde el 2010 se transformó en Jornadas de Talleres sobre Abuso Sexual de Niñas, Niños y Adolescentes. El objetivo ha sido implementar prevención del abuso sexual con el entorno en que se produce y donde ocurren los casos de su denuncia, política preventiva que pareciera ser más eficaz.

Una de las primeras cosas que hemos aprendido, es que no podemos permitir que los medios de comunicación masivos sean incitadores o permisivos de delitos de este tipo. Si no reaccionamos con energía frente a estos hechos, nuestras hijas e hijos estarán en el peor de los mundos. Todos debemos condenar el que se afecten los derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, más aun si es en forma pública y con difusión, como ha ocurrido en el caso ya mencionado. Al contrario, hemos aprendido que en la prevención del abuso es determinante enseñar a denunciar y, junto con ello, dar “una mano” a las víctimas, que estas sientan el apoyo social y en particular de su entorno.

No parece razonable creer que un medio que destina diariamente tantas páginas a dar a conocer la persecución de delitos de esta especie, su crónica roja, no se percatara de la gravedad que tiene reírse de situaciones que vulneran los derechos de quienes no tienen como defenderse. Parece que al diario, y a otros muchos, se les olvida que en los últimos diez días, para no hablar del último mes o del último año, en todos los diarios del país han aparecido noticias relativas a graves transgresiones a los derechos de niñas, niños y adolescentes; a las noticias de los muchos casos denunciados, de los casos condenados, hay que sumar aquellos de personajes públicos acusados de abuso sexual, y la muerte de una pequeña; sin considerar, también, casos de adultos, como las acusaciones de acoso que pesan sobre algunos profesores universitarios.

Ya nada nos sorprende. Pero debemos dar espacio a todas y todos de ayudar, con mayor razón a los medios de comunicación. Por ello, solicito públicamente que el diario La Tercera se disculpe, en particular con las escolares que pueden verse afectadas por esta negligencia.

Hemos trabajado en Seminarios y Talleres con cerca de 50.000 personas en seis regiones de Chile, hemos capacitado casi a 5.000 profesionales pertenecientes a la administración pública, psicólogas/os, asistentes sociales, enfermeras, psicopedagogos, matronas y terapeutas ocupacionales, para que denuncien, enseñen a denunciar y sepan “dar la mano”.

El 2015, en una de estas Jornadas, realizada con el apoyo de Sename, al terminar un plenario con más de mil docentes y asistentes de la educación, de establecimientos públicos, privados y particulares subvencionados, de Junji e Integra, con funcionarios de la Salud primaria, Carabineros y de la PDI, actividad que siempre realizamos tras terminar los Talleres, muchas personas se quedaron a conversar, a darnos ideas o entregarnos testimonios. Una profesora me entregó una hoja doblada y me pidió que después la leyera; resultó ser una “viñeta”, en este caso anónima, cuyo contenido sirve para que se comprenda por qué, sí, debemos siempre ser unas y unos «defiende-niñas adolescentes».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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