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Significación y sentido en los conflictos indígenas


Los regímenes de expresión que nos permiten en tanto chilenos mestizos a aproximarnos a lo que podría denominarse al conflicto indígena son duales: por un lado está la escritura; Historia e historiografía, literatura, filosofía y política. Por otro lado podemos ubicar los de expresión visual; la fotografía, el cine, el documental y el teatro. Ahora bien, independiente del régimen de expresión, pienso que uno de los impases actuales de la sociedad chilena en su conjunto y el modo de abordar el conflicto con los pueblos originarios en general y con el mapuche en particular, pasa por centrar el énfasis de la cuestión en un intento de captar la significación del problema y en desmedro de una aproximación que nos acerque al sentido de éste. Si hablo de significación y sentido como palabras que introducen una diferencia, vale la pena aclarar de manera mínima como las estoy tratando en estas líneas.

Nos aproximamos a la dimensión de la significación en tanto buscamos establecer entrecruzamientos y tramados comprensivos que nos permiten entender lo que sucede, desde una perspectiva ya sea histórica, sociológica, económica o política. Recabando información, cotejando, inmiscuyéndonos en las diferentes perspectivas nos formamos una idea de un determinado problema. Esta dimensión resulta indispensable si como sociedad queremos debatir sobre un determinado tópico y nos fuerza a encontrarnos en la diferencia y a entrar en paradojas y contradicciones. Así por ejemplo los trabajos de José Bengoa en torno a la historia del pueblo mapuche y las recientes columnas publicadas en el periódico de izquierda Le Monde Diplomatique en su edición chilena, nos ayudan a comprender los conflictos y nos enfrentan a preguntas espinosas tales como: ¿Hasta dónde los medios muchas veces violentos utilizados por organizaciones como la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) no son sino la reacción y respuesta de un pueblo por siglos violentado, primero por los conquistadores, luego por la incipiente república chilena y en la actualidad por el estado de organización neoliberal? En este punto cada quién debe tomar su posición merced a la significación que le ha otorgado al problema. Hasta aquí nada nuevo, sin embargo, pienso que el introducir la dimensión del sentido en el campo a tratar, nos permitiría como sociedad, posicionarnos de manera diferente, no tanto discerniendo sobre una cuestión ajena sino por el contrario sintiendo el conflicto como propio. ¿Qué estoy entendiendo por sentido y cómo introducirlo en el problema?

[cita tipo= «destaque»]Esta dimensión resulta indispensable si como sociedad queremos debatir sobre un determinado tópico y nos fuerza a encontrarnos en la diferencia y a entrar en paradojas y contradicciones.[/cita]

Roland Barthes reflexiona sobre el sentido a propósito del haikú, breve forma de poesía japonesa intensamente evocadora. Barthes planteó que el haikú nos deja tan sólo una leve estela, un ligero estremecimiento corporal vinculado a una representación, un punto de fuga en el horizonte, esto es el sentido. En otras palabras es sentir una conmoción interna, una reverberación que nos conecta con algo que sentimos como propio. En términos freudianos, nos identificamos. Realicemos el ejercicio con este breve haikú:

Un aguacero.

Se agarran a las hierbas

Los gorriones.

Aclarados los términos, daré tres breves ejemplos de regímenes de expresión que nos acercan a la dimensión del sentido del conflicto con los pueblos indígenas, es decir a sentir el conflicto como propio, en tanto pueblo mestizo: En el año 2001, la revista Patrimonio cultural de la Dibam dedicó uno de sus números a la problemática del destierro. En la portada un grupo de yaganes miran temerosamente la cámara a bordo de un barco que los llevará a París para ser exhibidos en un zoológico, corría el año 1881. Tanto esta foto como la del interior del reportaje que nos muestra al grupo desterrado en el jardín de aclimatación nos estremecen. En segundo lugar podemos ubicar en el régimen de expresión escrita la novela El lento silbido de los sables, de Patricio Manns, quién utiliza como contexto histórico la aberrantemente llamada “pacificación de la araucanía” para aproximarnos a cierta lectura de la cosmología y antropología mapuches, que por cierto nos interpelan y remecen los basamentos de la tradición de pensamiento occidental, otra vez emerge entonces el sentido. Finalmente, debo referirme a la reciente exposición montada en el Museo Nacional de Bellas Artes, Los espíritus de la Patagonia austral, que recupera el profundo trabajo fotográfico-documental realizado entre 1918 y 1924 por el antropólogo alemán por ese entonces radicado en Chile, Martin Gusinde, con pocos año de desfase del episodio del destierro. Por entonces las misiones inglesas ya llevaban varios años instaladas y gran parte del genocidio de la población yagán, kawéscar y selknam ya se había consumado. Son precisamente estos últimos los que más extensamente retrata Gusinde, quién accedió incluso a hain, ceremonia iniciática para los jóvenes. En paralelo a una serie de impactantes retratos y escenas de la ceremonia, impresionantes fotografías del Canal Beagle completan la muestra de Gusinde. Ésta es complementada por los trabajos contemporáneos de Paz Errázuriz, Leopoldo Pizarro y Gabriela Alt, constituyendo un conjunto que permite, según creo, la emergencia más que de una significación de un sentido. Una reverberación.

En suma, pienso que estas obras, de regímenes diferentes, nos sitúan de lleno en la dimensión del sentido, que complementaria a la significación nos permiten, por la vía de una profunda identificación, sentir el conflicto como nuestro, apropiárnoslo para sufrirlo de manera desgarradora, pero también para buscar una salida creativa que nos aproxime a reconciliarnos con nuestros orígenes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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