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Ciencia y ciudadanía

Alejandra Sepúlveda V
Por : Alejandra Sepúlveda V Investigadora, Instituto de Innovación basada en Ciencia, Universidad de Talca. www.utalca.cl
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Actualmente, en Chile, conceptos como ciencia, tecnología, innovación, desarrollo y sustentabilidad surgen con mayor frecuencia en diversos medios de comunicación masivos, saliendo de la discusión académica o de comités de expertos y alcanzando nuevos receptores: los ciudadanos en general. Esta situación es en gran medida producto de la percepción –y realidad en muchos casos– de que el avance tecnológico no considera el impacto social y ambiental que pudiese generar, lo que promueve conflictos socioambientales en las comunidades directamente involucradas, haciendo, por tanto, visibles los temas mencionados. Frente a ello, cabe preguntarse: ¿son comprendidas la ciencia y la tecnología como bienes sociales para beneficio de la sociedad en su conjunto? ¿Es realmente la ciencia una herramienta de desarrollo para los territorios? Veamos:

Diversos estudios, a nivel nacional e internacional, realzan y reconocen el rol clave de la ciencia en el desafío de alcanzar el desarrollo de una sociedad; en esta línea, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, definida por la ONU en 2015, establece 17 acuerdos globales, en los que Unesco identifica a la ciencia como elemento clave para el logro de todos ellos.

Sin embargo, aún instalado y reforzado el rol de la ciencia a nivel global, existen matices respecto a la apreciación social del real impacto de la ciencia sobre el crecimiento y desarrollo de los territorios a nivel local (país, región), de modo tal que influya positivamente en sus comunidades. Estos matices hacen suponer que, dada la relación directa entre inversión en ciencia y crecimiento económico de un país (OCDE), esta no solo impacta y hace posible crear nuevos conocimientos e innovaciones sino que también promueve y desarrolla cultura científica y tecnológica en la población, permitiendo la entrega de herramientas cognitivas, contextuales y democráticas para identificar y reconocer –por parte del ciudadano– el rol de la ciencia en la búsqueda e implementación de mejores oportunidades para las comunidades locales a las que pertenece.

Por consiguiente, no es un tema de mero interés para la comunidad científica el relativo al presupuesto nacional destinado a ciencia, ya que este no solo implica los recursos disponibles para realizar investigación científica sino que, en el largo plazo, condiciona también el impulso a la formación de cultura científico-tecnológica para la población en general.

[cita tipo= «destaque»]El reto para el país y sus localidades es lograr que la capacidad de reflexión y experimentación, propias del quehacer de la ciencia, se instalen en la población, de modo tal que promuevan un mayor entendimiento, valoración y apropiación social de la ciencia, junto con la participación de los ciudadanos en ella. A su vez, esta ciencia ciudadana (ver proyecto Socientize, Comisión Europea), estimula la innovación en la medida que ejercita la observación del entorno, la identificación de oportunidades y crea el contexto para la generación de ideas, lo que finalmente sofistica a la economía.[/cita]

En este sentido, la ciencia para el desarrollo requiere y estimula la presencia de ciudadanos libres y soberanos capaces de cuestionar la realidad. Esta necesidad, desafía la formación de conocimiento científico en la población como acción permanente y a distintos niveles: políticas, acciones público-privadas y planificación de la investigación científica, su transferencia y difusión de resultados.

Así, el reto para el país y sus localidades es lograr que la capacidad de reflexión y experimentación, propias del quehacer de la ciencia, se instalen en la población, de tal modo que promuevan un mayor entendimiento, valoración y apropiación social de la ciencia junto con la participación de los ciudadanos en ella. A su vez, esta ciencia ciudadana (ver proyecto Socientize, Comisión Europea), estimula la innovación en la medida que ejercita la observación del entorno, la identificación de oportunidades y crea el contexto para la generación de ideas, lo que finalmente sofistica a la economía.

En consecuencia, se esperaría que ciudadanos de diversas esferas, capaces de comprender el sentido de la ciencia, la tecnología y la innovación, sean, por tanto, sensibles ante la búsqueda de nuevos conocimientos y observantes activos respecto a su aplicación en contextos específicos, de tal manera que permita materializar la incorporación de la ciencia en la planificación productiva, social y ambiental de los territorios. El alcance de estos aportes debe ser influir en el diseño y evaluación de políticas públicas basadas en conocimiento científico con integración intersectorial público y privado.

De esta manera, el desarrollo inclusivo en nuestro país es posible en la medida que la inversión en ciencia y tecnología aumente, en tal medida que la ciencia efectivamente constituya un bien o beneficio que trascienda a toda la sociedad, basado en la ética, rigurosidad y respeto, desafiándonos a concebir y aplicar la ciencia, la tecnología y la innovación según principios de sustentabilidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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