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Francia sin brújula

Pierre Lebret
Por : Pierre Lebret Cientista político, experto en asuntos latinoamericanos, magister en cooperación y relaciones internacionales (Paris III), ex funcionario de la Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo y ex consultor de la Cepal. Actualmente trabaja en una ONG para asuntos humanitarios.
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Después del Brexit y la victoria de Trump, Francia mantiene un suspenso pocas veces visto en lo que refiere a una campaña presidencial. Difícil de creer, pero pareciera que el país galo estuviera perdiendo el control de su propia brújula, las agujas vueltas locas, sin control, cambios bruscos e inesperados dignos de un drama shakespeariano.

En pocos meses, es toda una clase política que se ve sacudida, llena de “sorpresas”, y contra todo pronóstico como lo fue la victoria de Fillon en las primarias de la centro derecha, venciendo al ex mandatario Sarkozy, y ex primer ministro, favorito de los sondeos Alain Juppé. Hollande, con la poca legitimidad que le quedaba, tuvo que renunciar a un segundo mandato, dejando la primaría abierta en el Partido Socialista. Cuando todos pensaban que el heredero natural de Hollande era su primer ministro Manuel Valls, ese fue vencido por un hombre más conocido por su discreción que por sus dotes de líder, Benoit Hamon. Más a la izquierda del PS se encuentra el candidato Jean Luc Melenchon, que propone nada más ni nada menos que una asamblea constituyente y pasar a una sexta república.

Por otro lado, Marine Le Pen está a punto de lograr lo que su padre no pudo el año 2002. La candidata de la extrema derecha se mantiene liderando todas las encuestas de opinión con un 27%, y hasta un 35% en algunas regiones del país para la primera vuelta del próximo 23 de abril. Entre medio de este liderazgo firme y preocupante, la campaña que aún no termina fue sacudida por escándalos de corrupción, empleos ficticios de familiares del candidato de la centro derecha Francois Fillon. El que se ubicaba como favorito para vencer a Le Pen en segunda vuelta queda hoy día relegado en tercer lugar, dejando en libre ascenso a Emmanuel Macron, ex ministro de economía del actual mandatario, que compite como independiente, el mismo que fue apoyado por el centrista Bayrou hace un par de semanas y ahora por Manuel Valls. En caso de victoria de Macron, la pregunta no menos preocupante que se deben hacer todos los analistas es: ¿con qué coalición gobernará? ¿Logrará unir un sector del PS con el centro político? En el caso más optimista, al lograr una coalición para enfrentar las elecciones legislativas de junio próximo, ¿cuan solida será para mantenerse durante los próximos cinco años?

Volviendo al caso de Le Pen, algunos se preguntarán qué hace que los franceses le entreguen cada vez mayor confianza a la extrema derecha para el primer lugar de estos comicios. Por supuesto no faltan los analistas que expresarán que Le Pen no es ningún peligro, ya que sus posibilidades de ganar en segunda vuelta son casi nulas. Pero en materia de análisis y encuestas, el último año nos demuestra que no hay nada dicho y más vale ser prudente. La mujer que toma como modelo a Juana de Arco, y que hace unas semanas logró superar el record de audiencia durante el programa televisivo del canal público France 2: L’Emission politique, reuniendo más de 3,5 millones de telespectadores. Un hecho que confirma lo que logra reflejar el filósofo francés Gilles Lipovetsky en su libro De la Ligereza, en donde los debates políticos actuales “las frases hechas sustituyen a la argumentación, la imagen prima sobre las ideas (…) La video política oculta los problemas de fondo, simplifica las cuestiones, asfixia la capacidad de razonamiento y juicio, privilegia las reacciones emocionales, despolitiza a los ciudadanos”. Al entrar en eso que define Lipovetsky como la lógica de la civilización de lo light, las nuevas formas de autoritarismos y los extremismos representan una gran amenaza para la democracia y la paz en el viejo continente y el mundo.

Son varios factores que explican el auge del Frente Nacional. Por un lado, sabemos que Francia vive bajo una fuerte y real amenaza terrorista y ha sufrido desde el año 2015 múltiples atentados. Un contexto complejo que permitió a Marine Le Pen galvanizar el sentimiento del miedo en algunos sectores de la sociedad francesa. Por otro lado, Europa es para Le Pen el chivo expiatorio, responsable de todos los males, la crisis financiera y económica, la falta de competitividad para los emprendedores, la crisis migratoria etc. ¿Su gran propuesta? Proponer un referéndum a los franceses para salir del Euro y de la Unión Europea.

[cita tipo=»destaque»]Nadie creía en la victoria del Brexit, tampoco en la de Trump. Parafraseando a Pierre Bourdieu, en lo impensable de una época, esta todo aquello que no se puede pensar por falta de una disposición ética o política. Debemos vencer la carencia de lo político, esa misma que elites y sociedades han promovido y que hoy hace posible que lo impensable se cumpla. Ayer, sabemos cómo ocurrió.[/cita]

El futuro de Europa está en juego en esta elección.

En los últimos años, Le Pen con un rostro más amable que el de su padre, disfrazó su partido con piel de oveja, aclamando ser la candidata del antisistema, ni de izquierda ni de derecha. Y finalmente, los potenciales votantes de Le Pen no son adherentes directos a las ideas de un partido reaccionario, extremista y xenófobo, sino que su decisión será una señal de protesta contra una clase política acomodada de la cual surgen cada año nuevos casos de corrupción y contra un gobierno que no logró enfrentar de manera significativa el problema del desempleo particularmente para los más jóvenes.

Según Eurostat, a fines del 2016 la tasa de cesantía de los franceses menores de 26 años se alzaba en un 25,8%. El próximo mandatario tendrá que hacer malabares en mucho ámbitos, desde dinamizar el empleo joven, promover la industrialización y el crecimiento económico, cumplir con los compromisos en materia de cambio climático y por ende energéticos, todo eso reduciendo la alta deuda pública.

Con más o menos legitimidad, los candidatos de derecha, centro o izquierda deben apostar más por Europa, proponer reformas institucionales y reducir el rechazo de la ciudadanía a la actual institucionalidad supranacional. Esta elección debe ser para Europa sinónimo de cambio para iniciar una refundación del proyecto político, económico y social, pensado de la mano con los pueblos. La Unión Europea se encuentra actualmente paralizada en una paradoja: de un lado, es urgente que los Estados nacionales cedan una parte de su soberanía a la unión para preservar el bienestar y evitar la victoria de tendencias destructivas cada vez más fuertes y menos controlables; de otro lado, las resistencias de fondo provienen de la naturaleza misma de esos Estados nacionales que nacieron y se han desarrollado aspirando a una soberanía absoluta, sin ningún límite exterior o superior. Estados que de hecho manifiestan la misma resistencia cuando se trata de delegar una parte de soberanía a instituciones locales.

Nadie creía en la victoria del Brexit, tampoco en la de Trump. Parafraseando a Pierre Bourdieu, en lo impensable de una época, esta todo aquello que no se puede pensar por falta de una disposición ética o política. Debemos vencer la carencia de lo político, esa misma que elites y sociedades han promovido y que hoy hace posible que lo impensable se cumpla. Ayer, sabemos cómo ocurrió. Hoy, está pasando frente a nuestros ojos y deberíamos saber cómo actuar. Como me decía un amigo, antropólogo chileno, Claudio Cerda Videla: “Muchos criticaron a Fukuyama, pero en los últimos años actuamos como si la historia se hubiera acabado”.

Con el próximo presidente galo, Europa tendrá que recobrar fuerza entre unos Estados Unidos imprevisibles de Donald Trump, y una Rusia nuevamente acomodada en el “concierto de las naciones”. Al no ganar en la segunda vuelta de estos comicios, Marine Le Pen seguirá siendo sin lugar a duda un actor muy relevante y un referente para la extrema derecha europea. Por ende, dependerá de los líderes actuales y las esperanzas concretadas en hechos, para lograr disminuir la amenaza desestabilizadora de los extremos o ese “olor a azufre” europeo. Edgard Morin señalaba hace unos años que la historia de Europa es una historia de metamorfosis, como francés y europeo aspiro a que la metamorfosis sea una evolución mediante la osadía de mantener en alto los valores de libertad, igualdad y fraternidad, y que desde el Sur o el Norte, la Unidad en la Diversidad no haya sido un lema en vano.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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