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Lo que no dice la autodenominada «centroizquierda» que rechaza Opinión

Lo que no dice la autodenominada «centroizquierda» que rechaza

Ernesto Moreno Beauchemin
Por : Ernesto Moreno Beauchemin Doctor en sociología
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Para que nadie se ofenda, y ya que ellos tienen tantas hipótesis sobre las calamidades que se van a dejar caer sobre el país si se aprueba la constitución, me permito plantear un par de hipótesis acerca de algunas de las variables que, en el fondo y más realmente, están sustentando y motivando a la opción por el apruebo de los autodenominados centro-progresistas.


Durante este tiempo he tratado de comprender y de hacer un esfuerzo para encontrar los móviles que guían y las razones que animan la opción de los autodenominados “centro-izquierda por el rechazo”. Opción que, por lo demás, han desplegado con un claro hálito de arrogancia y con una sorprendente cobertura en los medios de comunicación.

Lo que sucede es que, así como en el caso de gran parte de la derecha me parece casi natural su desprecio por el nuevo texto constitucional, en el caso del grupo en comento, mi asombro y decepción ha ido en aumento. Para tratar de ser algo más justo, al menos como sociólogo, he tratado de ir desmalezando los componentes y variables de la cuestión en análisis, lo que me ha permitido llegar a algunas conclusiones, de las cuales obviamente soy el único responsable, pero que quisiera compartir con los lectores de este texto.

Sus recurrentes críticas y argumentos para estar con el rechazo se han concentrado particularmente en el sistema político y sus amenazas, el funcionamiento legislativo, la eventual politización del sistema de justicia y la pérdida del nombre “poder judicial”, las autonomías territoriales indígenas y su paralelismo judicial con el Estado chileno.

Sobre estos temas, no solo se han aclarado múltiples tergiversaciones y caricaturas (también mentiras) acerca de lo que realmente expresa el texto, sino que también prestigiosos constitucionalistas han hecho precisiones y han propuestos mejoras en la implementación en caso de ganar el apruebo. Sin embargo, esto no es suficiente y se insiste majaderamente en las mismas críticas, las que, ojo, en su mayoría no son más que hipótesis, a las cuales ellos mismos adelantan las respuestas. La “lógica” del argumento es sostener, casi como infalible, que “al implementarse tal o cual norma de la nueva constitución, necesariamente, lo que se cambia no va a funcionar (ejemplo el sistema legislativo) y, además, se provocarán serios y lamentables problemas y crisis en el Estado chileno en diferentes ámbitos”.

Es aquí donde surge una pregunta clave que es la que más equívocos e inquietudes me ha provocado: ¿estas críticas e insuficiencias, debidamente aclaradas y/o con clara disposición a su corrección como ya se dijo, son, para una persona de centro-izquierda, más relevantes, anulan y sobrepasan el Estado social y democrático de derecho, el compromiso explícito con el medio ambiente y la naturaleza, la participación ciudadana que hace a todas las personas protagonistas de su futuro, unas relaciones más equilibradas entre trabajo y capital implementando el trabajo decente, la protección y acogida a la mujer en múltiples aspectos, la atención por las neuro discapacidades, el reconocimiento al trabajo doméstico y de cuidados, una real descentralización del país, el cuidar el agua para nuestros hijos y nietos, el más que justo reconocimiento de los pueblos indígenas ya propuesto hace ya casi 20 años como reforma constitucional por el presidente Aylwin, en fin, la democracia solidaria e inclusiva cuyos valores irrenunciables son la dignidad, la libertad y la igualdad sustantiva de los seres humanos?

Ciertamente, en una persona de centro-izquierda, no debería caber responder positivamente a esta pregunta, ni tampoco sacar conclusiones que deriven en una opción por el rechazo. Sin embargo y dado que no ha sucedido aquello, es decir, que este comparar y sobre pesar, cuantitativa y cualitativamente, lo malo y lo bueno de la constitución no ha funcionado como argumento convincente para el grupo “ centro izquierdista”, me ha parecido imprescindible avanzar hacia una respuesta explicativa de la opción de este grupo por el rechazo, la que se encuentra en un par de variables intervinientes y/o ocultas que no se han explicitado y que se busca mantener en estado de latencia.

Para que nadie se ofenda, y ya que ellos tienen tantas hipótesis sobre las calamidades que se van a dejar caer sobre el país si se aprueba la constitución, me permito plantear un par de hipótesis acerca de algunas de las variables que, en el fondo y más realmente, están sustentando y motivando a la opción por el apruebo de los autodenominados centro-progresistas:

  1. Gran parte de los y las participantes o identificados con este grupo, son personas que descalifican con extrema ligereza y liviandad cualquier atisbo de transformación social. Lo hacen usando los clásicos “esta es una amenaza a todo lo que tenemos y hemos logrado”; “lo que se propone realizar va a llevar a consecuencias exactamente contrarias a las deseadas” y/o “hay que hacer todo con calma y de a poco” (por supuesto, para que después no se note que no se hizo nada significativo). Son técnicamente hablando reaccionarios, esto es, como dice la palabra, reaccionan con un temor palmario, con argumentos apocalípticos y con una no disimulada agresión, dondequiera que se busque llevar a cabo cambios estructurales en la sociedad. Ilustran mis dichos, la actitud y conducta de muchos de ellos frente al segundo gobierno de Michelle Bachelet y particularmente su intento a fines del gobierno de iniciar un proceso constituyente. Se trata de una peculiar pero finalmente clara posición ideológica, a partir de la cual aceptan y promueven todos los cambios necesarios en la esfera económica que aseguren la permanencia del modelo actual, pero rechazan cualquier modificación en otros ámbitos de la sociedad.
  2. El proceso de modernidad de América Latina se ha expresado en algunos rasgos más propios y peculiares de nuestro continente, de los cuales han dado cuenta, no solo los estudios de Naciones Unidas (PNUD), sino que también diferentes cientistas sociales de la región. Al respecto, estimo que uno de estos rasgos, que por cierto es también parte componente de todos nosotros, en el caso de los “centro izquierda” por el rechazo, se ha exacerbado especial y notablemente ante este momento tan crucial de la historia de nuestro país. Se trata del racismo y clasismo encubierto, según el cual hay una visión negativa de los indígenas, negros y clases sociales emergentes. En el caso de los grupos indígenas, ello se agrava por estar circunscritos a una segregación espacial en regiones que normalmente están entre las más pobres y abandonadas. La mayor participación, integración, reconocimiento y autonomía cultural de estos grupos, es visto por la inmensa mayoría del centro izquierda por el rechazo, como una amenaza a la estabilidad e identidad del país.
  3. En una más que interesante manifestación actual de lo esencial de la teoría elitista del poder de Wright Mills, aunque obviamente con otros actores y circunstancias, hemos observado como en la sociedad chilena de las últimas dos décadas, terminó por plasmarse una elite que controla y demanda para sí la mayoría de los bienes y recursos, son propietarios de las grandes empresas, han formado parte o influido significativamente en el poder político y poseen la mayoría de los medios de comunicación. Son elites que se han instalado y perpetuado en los sectores estratégicos del país, dando prioridad a sus intereses por sobre el bien común y la justicia social, la que han creído practicar a través de lo que se conoce como la política del “chorreo”. A estas elites están ligados (as) de una u otra manera, directa o indirectamente, muchos de las y los pertenecientes al centro-izquierda por el rechazo. Después de mucho tiempo, ven amenazados sus privilegios de diferente índole y temen que en este país cambien las relaciones de poder, condición absolutamente necesaria para poder satisfacer las principales y a veces dramáticas demandas de la ciudadanía, lo que ciertamente solo será posible y tendrá un marco que la condicionará positivamente, con los contenidos centrales e implicancias del nuevo texto constitucional.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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