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Plebiscito de salida: cuatro escenarios Opinión

Plebiscito de salida: cuatro escenarios

Marco Moreno Pérez
Por : Marco Moreno Pérez Decano Facultad de Ciencia Política y Administración Pública, Universidad Central de Chile.
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Cualquiera de estos escenarios delineados son plausibles. Lo importante es no quedarnos solo con los pronósticos de las encuestas. Tenemos que complejizar el análisis y no reducirlo o simplificarlo a las opiniones cada vez más líquidas e inciertas. Los ambientes de incertidumbre como el actual resultan mejor para trabajar escenarios de futuro bajo la máxima de que “el futuro no se prevé, se construye”. No pretendemos acá predecir o acertar con precisión el futuro, sino más bien evidenciar rutas alternativas para prefigurar escenarios deseados o para evitar escenarios indeseados. En definitiva, las encuestas son predictores. Los escenarios son previsores y nos acercan mucho más a la tan anhelada y esquiva “bola de cristal”.


A catorce días del plebiscito el escenario sigue estando signado por la incertidumbre. ¿Qué es lo que hace que se dé un ambiente de incertidumbre? Una respuesta posible tiene que ver con que las variables acerca de cómo la gente actúa, piensa o desea ya no son las mismas porque hay otros factores que están irrumpiendo y actúan inesperadamente sobre los resultados.

En vez de complejizar la sociedad haciendo intervenir más factores en el proceso político, las elites, centros de poder y medios de comunicación se han dejado arrastrar por el espejismo de las encuestas. En los ciudadanos/espectadores opera también una suerte de cierre cognitivo y las encuestas se usan como placebo de certidumbre. Lo cierto es que, en esta simplificación de la realidad, el atajo que proponen las encuestas se ha naturalizado. Sin embargo, se omite un dato clave: las encuestas se basan en comportamientos normales y, por tanto, predecibles. Pero en escenarios de incertidumbre los comportamientos son altamente impredecibles. Las encuestas no están diseñadas para medir o prever comportamientos en escenarios de este tipo. Por lo tanto, la capacidad de predicción es directamente proporcional a la estabilidad del ambiente. Por eso las encuestas fallan o se equivocan.

En contextos de alta incertidumbre donde hay mayor nivel de desconocimiento del comportamiento de las variables que conducen a un resultado –por ejemplo, la participación electoral, el nivel de adhesión del Gobierno, la tendencia de la opinión pública encuestada, el accionar de la política o el grado de polarización— la única posibilidad es aproximarnos por escenarios para tratar de establecer qué puede pasar respecto de las posibilidades de los distintos resultados. En esta clave analítica y más preocupados por entender la atmósfera o los climas que medir opiniones, es posible prospectar, de cara al plebiscito, algunos escenarios posibles de salida. Identificamos cuatro: un escenario disruptivo, uno tendencial, otro de baja incertidumbre y uno último de alta incertidumbre y conflictividad.

El primer escenario, es uno disruptivo. El término disruptivo hace referencia a algo que ocasiona un cambio determinante, un quiebre en la tendencia de una situación. Los resultados de la mayoría de las encuestas muestran un triunfo de la opción Rechazo, por tanto, ese cambio determinante a través de una acción inesperada en el estado de la situación, sería el triunfo del Apruebo por una muy amplia mayoría. El amplio respaldo, además de dotar de legitimidad a la nueva Constitución, significaría un apoyo claro y categórico al Presidente y a su Gobierno para impulsar, desde la lógica de las convicciones, su agenda de transformaciones definida en su programa. En la interna oficialista el triunfo se traduce en un cambio en la correlación de fuerzas a favor de los sectores “hegemónicos” y de los discursos identitarios. Los sectores reformistas quedan debilitados para concretar el acuerdo preplebiscito y para equilibrar una gestión que combine convicciones con responsabilidades.

En el escenario de tendencia se impondría la opción del Rechazo por un margen estrecho. El resultado es que se mantiene abierta la “cuestión constitucional”. Esto obligará a definir un nuevo proceso y el mecanismo, sobre lo cual hoy hay visiones divergentes. Al no existir un itinerario y reglas claras, se profundiza el clima de incertidumbre y fatiga constitucional en relación con un nuevo proceso constituyente. Enfrentada a un escenario de derrota, La Moneda, si no quiere difuminar su proyecto de gobierno, deberá fraguar una nueva coalición más amplia para atenuar a los sectores hegemónicos en el oficialismo, fortalecer la dimensión cooperativa para negociar con la oposición una salida para el cambio constitucional. Lo anterior, con un Parlamento altamente fragmentado y con una derecha que podría apostar al statu quo. La gestión de gobierno deberá tener como horizonte el adelantamiento del ciclo electoral: nuevo proceso constituyente (2022-2023), elecciones administrativas (mayo 2024) y políticas (noviembre 2025).

El escenario de baja incertidumbre sería posible por la victoria del Apruebo por una mayoría consistente. El triunfo abre el momento de implementación de las leyes transitorias de la nueva Constitución. Estas entrarán en práctica en la medida que se legislen. Este proceso tendrá que desarrollarse en paralelo con los ajustes y adecuaciones impulsados por los sectores gradualistas del oficialismo. A esto debemos sumar la agenda legislativa que impulse el Gobierno con sus prioridades. La alta demanda legislativa podría estresar al Parlamento. La ventaja radica en que la arena institucional del Congreso es un espacio con mayores incentivos para la forja de acuerdos. El proyecto de nueva Constitución le entrega al Parlamento la posibilidad de llegar a consensos respecto a reformas. Se agrega a lo anterior la mayor legitimidad del texto constitucional, que abre un horizonte al país de nuevos principios en los cuales establecer su convivencia y al que los actores del sistema político deberán orientarse. Este clima además importa un nuevo impulso que facilita a La Moneda (re)tomar la iniciativa política.

Finalmente, tenemos un escenario de mayor incertidumbre y conflicto. En este se impone la opción Rechazo por amplia mayoría. La estrategia de la derecha pausa el proceso de cambios. Lo anterior no significa necesariamente que no se haga un nuevo proceso sino que este sea uno que ellos estén dispuestos a aceptar en una suerte de traje a la medida de sus intereses. Esto genera una tensión con los sectores de centroizquierda fugados. Por su parte, en los sectores derrotados se reactiva la lógica impugnadora y destituyente, aumentando la conflictividad social. Este clima posibilita un mayor protagonismo de los sectores “duros” de la oposición y “hegemónicos” del oficialismo. Desde el punto de vista institucional, el Rechazo deja en pie la Constitución 1980, lo que se traduce en una vetocracia que aumenta la posibilidad de bloqueo que dificulta al Gobierno retomar la iniciativa y control de la agenda. Se profundiza la faz agonal y la dimensión competitiva de la política.

Cualquiera de estos escenarios delineados son plausibles. Lo importante es no quedarnos solo con los pronósticos de las encuestas. Tenemos que complejizar el análisis y no reducirlo o simplificarlo a las opiniones cada vez más líquidas e inciertas. Los ambientes de incertidumbre como el actual resultan mejor para trabajar escenarios de futuro bajo la máxima de que “el futuro no se prevé, se construye”. No pretendemos acá predecir o acertar con precisión el futuro, sino más bien evidenciar rutas alternativas para prefigurar escenarios deseados o para evitar escenarios indeseados. En definitiva, las encuestas son predictores. Los escenarios son previsores y nos acercan mucho más a la tan anhelada y esquiva “bola de cristal”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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