Opinión
El regreso a clases tras un período extenso de inasistencia es un proceso difícil para el/la estudiante, sus padres y también para sus profesores. De hecho, los estudios muestran que es muy alta la probabilidad de que, en el corto plazo, el/la estudiante que regresó a clases, vuelva a ausentarse por otro período considerable o de manera intermitente.
Por esta razón, la escuela que realmente se compromete con lograr el retorno de los(as) niños(as) a las aulas, tiene que pensar y aplicar un plan de retorno y reintegración del estudiante ausentista que sea robusto, con fuerte énfasis en la prevención y que produzca resultados sostenibles.
Se requiere de un cambio de concepción sobre la asistencia a la escuela. En palabras de García Gracia (2013), hay que dejar atrás la idea de entender a la asistencia a clases, o la inasistencia, como una variable de stock expresada en días ausentados o en porcentajes. En dichos de esta misma investigadora, el ausentismo es, en realidad, un proceso biográfico de ruptura con la escuela, de múltiples causas y de perjudiciales consecuencias para los(as) estudiantes, sus familias y para los profesores. Además de ser un proceso biográfico, es un problema social que se va volviendo estructural, por su estrecha relación con la desigualdad social. Esta relación se expresa en que el ausentismo crónico tiende a ser prevalente entre estudiantes de contextos desaventajados (Zhang, 2003; Pflug & Schneider, 2016) y asimismo puede contribuir a la brecha socioeconómica en resultados de pruebas en lectura y matemáticas (Cook et al., 2017).
En la propuesta de que la escuela tenga un plan de retorno e inclusión del estudiante con situación de ausentismo, hay cuatro estrategias concretas a considerar.
La primera, es la educación y preparación de la comunidad escolar para reintegrar al/la la estudiante ausentista. Los profesores son un miembro central de esta comunidad y es preciso reconocer que reintegrar y nivelar a un estudiante con ausentismo prolongado supone un reto y una inversión considerable de tiempo pedagógico. Además, supone la puesta en práctica de habilidades sociales. Por ejemplo, se debe evitar a toda costa que los(as) profesores(as) le hagan, al/la estudiante que retornó, preguntas o comentarios que podrían ser incómodos para un(a) estudiante ausentista. No se trata de mantener silencio o indiferencia, sino de recibirlo con una actitud acogedora y comunicaciones positivas. También hay que preparar a los(as) compañeros(as) del/la estudiante que se ausentó, es primordial que ellos(as) tengan actitudes inclusivas con su par.
La segunda estrategia es la escritura y firma de un plan individualizado de retorno del estudiante. Este plan precisa y formaliza el compromiso del estudiante, de su familia y de la escuela y contempla acciones específicas de flexibilización y monitoreo, de modo de detectar a tiempo nuevas inasistencias o problemas de rendimiento.
La tercera es considerar a la visita domiciliaria como estrategia para fortalecer la relación entre la escuela y las familias. Estudios internacionales señalan que, al ser efectuada con el acompañamiento de un profesor, la visita domiciliaria genera un impacto positivo en la asistencia a clases.
La cuarta es nombrar en la escuela a un referente o encargado interno de ausentismo, ojalá del mayor rango jerárquico posible, de modo de canalizar las acciones, profesionalizarlas y lograr una visibilización de la relevancia que tiene la asistencia a clases en la comunidad escolar.
