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“La democracia es para valientes” Opinión

“La democracia es para valientes”

Rolando Garrido Quiroz
Por : Rolando Garrido Quiroz Presidente Ejecutivo de Instituto Incides. Innovación Colaborativa & Diálogo Estratégico
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La frase de Carolina Tohá nos infunde un ánimo especial y un desafío. La valentía está asociada al valor, porque una persona es valiente cuando actúa con decisión y claridad, haciendo frente a sus miedos, inquietudes y dudas. Así como es habitual asociar valentía a grandes actos, ella se encuentra preferentemente en actos pequeños y comportamientos cotidianos como saludar a un desconocido o al propio vecino por mera cortesía, ayudar al prójimo si vemos que lo necesita para superar un obstáculo, o bien, ser autorresponsables frente a nuestros propios actos que potencialmente pueden afectar el espacio que compartimos con los demás.


La frase instalada en el título de esta columna de opinión son las palabras pronunciadas por la Ministra del Interior Carolina Tohá Morales, en el marco de su discurso el día 11 de septiembre del 2023, para la ceremonia de conmemoración de los 50 años del golpe de Estado civil militar en Chile. “La democracia es para valientes” es una frase que nos debiese interpelar a todas y todos en Chile y en todos los países donde la democracia está debilitada como espacio de convivencia y reglas del juego político, social, económico y cultural.

Si las reglas del juego político en democracia son sobrepasadas por la intolerancia, el negacionismo de hechos históricos, el juego corto y disruptivo de las decisiones de los actores políticos, es porque las capacidades de diálogo y negociación propias de una democracia sana están dañadas, alteradas o nunca se han cultivado de forma consciente y persistente.

Cuando las reglas del juego social en democracia se vulneran por el comportamiento ciudadano, donde las personas se saltan la fila, no cumplen con sus deberes y derechos cívicos, se impone la violencia como forma de resolver conflictos en la calle, estadios y en nuestros propios barrios y hogares, es porque disociamos los atributos positivos de la convivencia social, con la necesidad de preocupamos por el conocimiento del otro, del distinto y el reconocimiento del legítimo otro.

Las veces en que las reglas del juego económico en democracia se pulverizan por medio de la estafa piramidal, la evasión de impuestos, el uso de información financiera privilegiada, el robo o saqueo de los bienes ajenos, las brechas salariales abusivas, el no pago de servicios prestados, el desfalco del erario público, la desbalanceada distribución de la riqueza, la cesantía estructural, es porque no logramos comprender las ventajas del equilibro como óptimo sostenible.

Cuando la supremacía de ciertos valores y visiones de mundo que imponen las reglas del juego cultural en democracia, constituyen un sistema cerrado de dominación, donde los medios de comunicación y la formación y educación de personas uniforman una idea de país, es porque la democracia se considera como un recurso o un bien de consumo más, para mantener el statu quo y el arrinconamiento o anulación de otras expresiones culturales, debilitando la diversidad.

La frase de Carolina Tohá nos infunde un ánimo especial y un desafío. La valentía está asociada al valor, porque una persona es valiente cuando actúa con decisión y claridad, haciendo frente a sus miedos, inquietudes y dudas. Así como es habitual asociar valentía a grandes actos, ella se encuentra preferentemente en actos pequeños y comportamientos cotidianos como saludar a un desconocido o al propio vecino por mera cortesía, ayudar al prójimo si vemos que lo necesita para superar un obstáculo, o bien, ser autorresponsables frente a nuestros propios actos que potencialmente pueden afectar el espacio que compartimos con los demás.

El coeficiente de adversidad es una medición que valora la capacidad de una persona para hacer frente a las adversidades durante un día o en la vida cotidiana, es decir, se puede medir el perfil de respuesta a la adversidad en una persona, que, entre otras cosas, nos permiten predecir la actitud, dimensionar la perseverancia, el buen vivir, los aprendizajes significativos y situados, así como nuestra capacidad de respuesta a los cambios en el entorno.
Entonces, también podemos aprender a usar herramientas para cultivar la valentía o nuestra capacidad para enfrentar las adversidades en las más diversas formas que estas se manifiesten, especialmente con las nuevas generaciones, sobre la base de diálogos intergeneracionales. Muchas de estas herramientas las han desarrollado toda su vida o en toda su historia nuestros pueblos originarios, así como nuestros abuelos, abuelas, padres y madres. Ellas y ellos tuvieron que peinarse y sacar a pasear a las crisis, los conflictos y problemas de la más diversa índole. Ahí hubo dolores y aprendizajes, pero, al mismo tiempo, mucha dignidad y resiliencia.

Hubo épocas cercanas en estos últimos 50 años en que la valentía nos acompañó junto a la muerte, el horror y la desesperanza. Muestra de ello son las mujeres que salieron a buscar a sus seres amados que habían sido detenidos desaparecidos en pleno régimen represivo y se aprendió la solidaridad como valor, estrategia y acción en ollas comunes y la movilización social. Eso estaba en el currículum invisible de una sociedad que entendió la importancia de la educación cívica en la reconfiguración del tejido social que vivió la memoria como expresión de futuro.

Si la democracia es para valientes, no se trata, entonces, solo de señalar que las dictaduras son para cobardes, porque la historia nos demuestra la fuerza de los cobardes, los traidores y los criminales cuando estos se confabulan y actúan imponiendo su uniformidad y que, por cierto, niegan su cobardía, traición y crímenes porque solo se esmeran en edificar una autoimagen de héroes y salvadores de la patria. Por tanto, no caer nuevamente en una dictadura que “tiene metas, pero no plazos”, pasa por armar de valor y atributos positivos a la democracia como ejercicio del poder soberano y espacio para la resolución pacífica de las crisis y los conflictos.

Si la democracia, para muchos, es aburrida, predecible, conformista, demasiado imperfecta y es, a su vez, sobrepasada por la corrupción, el crimen organizado, la delincuencia, el estancamiento económico, la falta de oportunidades de movilidad social, empleo digno, el descuido y maltrato de la infancia y la vejez o el deterioro del medioambiente y de nuestros barrios, entonces, bienvenidos a la complejidad y la incertidumbre, eso es la democracia o el gobierno de un pueblo, por el pueblo y para el pueblo que tiene que encontrar, a través del diálogo y la negociación, soluciones de diseño que sean adaptativas, sensibles y sostenibles.

La democracia se vuelve sexy y atrevida cuando es capaz de salirse de la caja, poniendo en práctica crecientes procesos de innovación colaborativa y creatividad dialógica, donde los problemas de seguridad dejan de ser temas de expertos, autoridades y políticas públicas no dialógicas, sino que parten por casa. Bueno, esto se llama “ecoseguridad”. La democracia puede llegar a ser excitante cuando los poderes del Estado dialogan con la ciudadanía de manera cotidiana, estratégica, cercana y efectiva.

Un gobierno democrático puede ser seductor cuando desde la inteligencia del Ejecutivo surgen políticas públicas interministeriales de corto, mediano y largo plazo. Las cámaras legislativas pueden llegar a ser eróticas cuando se abren a las iniciativas de la sociedad organizada y dejan entrar proyectos de ley dialógicos y negociables en su más plena desnudez y transparencia. El poder judicial puede llegar a ser sensual y afectivo si introduce la justicia restaurativa en toda su poética, estética y ética, para construir justicia, paz, verdad, reparación y no repetición.

Entre el despertar y el sueño puede haber nuevos amaneceres, donde la democracia, la economía y la paz nos invitan a ser más valientes, sensibles e inteligentes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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