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Argentina y Chile Opinión

Argentina y Chile

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Juan Legal
Por : Juan Legal El nombre de este perfil corresponde a un seudónimo para proteger la identidad de su autor/a
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Mientras tanto, los dirigentes chilenos se escandalizan, rasgan vestiduras e impostan la voz, diciendo que “es muy grave lo que pasa en Argentina”. Como si esa película de terror no pudiera pasar en Chile.


Como si fuera una obra de teatro, desde nuestro lado de la cordillera de los Andes vemos con expectación y creciente interés el espectáculo en que se ha transformado la elección presidencial argentina, cuya fase final concluye en el mes de noviembre próximo.

A pesar de estar tan cerca geográficamente, siempre hemos sido muy diferentes los chilenos de los argentinos. Agrandados estos, no solo por ser buenos y nosotros malos para todos los deportes, su seguridad arrolladora ha estado basada en ser un país inmensamente rico, extenso y con una gran y poderosa clase media, exigente a la hora de demandar calidad de vida y derechos sociales.

En el fondo, ellos siempre han sabido que su país puede ser desarrollado, como lo fue durante el siglo XIX y durante la primera parte del siglo XX. El obstáculo ha sido la corrupción, entronizada en la política y en el Estado. 

Hasta ahí nada nuevo. Lo mismo de siempre. Un Estado pagador de favores y un mundo paralelo donde el poder y los intereses económicos han jugado siempre a ganador. Capicúa, como se dice en el dominó.

Si algo sale mal, botamos al gobierno, como sucedió con Alfonsín y De La Rúa. Total Argentina aguanta todo, los agitadores y piqueteros se arriendan y sus cómplices miran para el lado y se hacen los tontos, esperando su turno. Para qué esforzarse si nada va a cambiar. Argentina es rica y puede bancarse que sus dirigentes roben.

Pero como en el cuento de la Caperucita, el lobo llegó. La realidad es demasiado amarga e intolerable aún para Argentina. Veinte años de kirchnerismo ha sido mucho y el país rico, abundante en recursos naturales, con un pueblo culto (sobre todo para un país de Latinoamérica), de pronto se dio cuenta de que había más de un 40% de la población bajo la línea de la pobreza, que todos los políticos los habían utilizado y que la realidad no daba para más, ni para Massa.

Y en ese estado de indignación la protesta fue contundente y se llama Milei, un ultraderechista, fuera del sistema, liberal extremo, que habla con Dios a través de su perro, que las emprende a cara descubierta contra el Papa peronista y que promete terminar con la casta, los privilegios y los ñoquis.

Algunos dicen que está loco, y no es difícil creerlo, pero puntea en las encuestas y elecciones, más por falta de alternativas reales que por otra cosa.

Es como si los argentinos dijeran que prefieren un loco a un mafioso, que es mucho más que un simple voto de repudio.

Mientras tanto, los dirigentes chilenos se escandalizan, rasgan vestiduras e impostan la voz, diciendo que “es muy grave lo que pasa en Argentina”. Como si esa película de terror no pudiera pasar en Chile.

Nuestro país hace más de diez años que no crece. A lo menos estamos estancados, la deuda crece, la desocupación está por sobre el 9 %, el costo de la vida es impresionante, y al alza siempre, y la inseguridad de las personas y sus bienes es mucho peor que en Argentina.

Por otra parte, la corrupción en municipios, Poder Judicial, Ministerio Público, ministerios, Parlamento, burocracia estatal, no distinguen signo político. Aquí está corrompida gente de derecha, centro e izquierda y los chilenos ya se dieron cuenta. Igual que con la impunidad de los políticos en los casos de financiamiento ilegal de sus actividades.

¿Acaso el poder político y el económico no están entendidos igual que en Argentina?

¿Acaso esa relación incestuosa de políticos e intereses económicos no ha dado impunidad a la colusión de las farmacias, los laboratorios, los supermercados, etcétera?

¿Acaso no fueron los abusos interminables de enumerar los que provocaron el estallido social de octubre de 2019?

¿Y qué ha cambiado?

Solo ha quedado una discusión ideológica de la casta sobre la nueva Constitución, que, además, es mediocre y alejada de la realidad de los chilenos de carne y hueso.

Entonces, ¿por qué nos sorprendemos tanto con la elección argentina?

Ya va a aparecer nuestro propio Milei, si es que no ha aparecido ya. Claro que a la chilena, es decir, sin melena, sin chuletas, pero con los mismos ojitos claros del fanático populista argentino. Los de Nerón, que brillaban mientras ardía Roma.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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