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Los pueblos indígenas y el turismo sostenible Opinión

Los pueblos indígenas y el turismo sostenible

Bernardo Muñoz Aguilar
Por : Bernardo Muñoz Aguilar Antropólogo Social Universidad de Tübingen, Alemania.
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Hoy el destino nuevamente florece y aun cuando la demanda es alta por parte de los turistas, pensamos que hay un cierto desorden en la gestión del destino, a lo que se suman diversas capacitaciones para el capital humano local que debe consolidarse en una gran iniciativa.  


El turismo, después del cobre es el segundo sueldo de Chile y desde sus territorios los emprendedores indígenas en turismo sostenible también quieren contribuir, desde su patrimonio cultural puesto en valor, al crecimiento sostenible de la nación. 

Prácticamente no hay ninguna región a lo largo del territorio nacional continental e insular, que se encuentre exenta de la presencia de pueblos indígenas y donde estos últimos no posean un amplio capital cultural material e inmaterial. Esta descripción no parte del extremo norte o sur del país sino que en esta oportunidad desde la Región Metropolitana, donde ya el año 2012 y a través de la USACH y con financiamiento Corfo, realizamos un proyecto de un circuito de turismo indígena en la ya mencionada región y con todos los pueblos indígenas reconocidos por la ley. 

Siguiendo por la Región de Arica y Parinacota, las propuestas desde el turismo indígena provienen desde los mismos detentores, las entidades públicas y también de propuestas de antropólogos asociados al mundo andino. Sin embargo, la región más extrema del país en el norte presenta una débil propuesta en materia de emprendimientos turísticos indígenas con esfuerzos aislados de Conadi y la Mesa de Turismo Indígena de la Provincia de Arica, con brechas que incluso parten desde la ausencia de los necesarios permisos sanitarios para el funcionamiento efectivo de las ofertas de turismo vivencial y turismo rural en dicho territorio.

En Tarapacá el patrimonio indígena puesto en valor está asociado a un turismo de desierto y oasis con sistemas de baños termales en un territorio en donde el accionar de las grandes mineras ha ocasionado un gran daño medioambiental y cultural, al no solo generar daños irreparables en materia de contaminación, sino que también en relación con la comunidad, con la existencia de nocivos greenwashes. Pude asistir a jornadas donde una gran empresa minera, desarrollando un ritual de círculos de reciprocidad entre ejecutivos de la empresa y profesores de la escuela local, entregaban paquetes destinados a las alumnas y los alumnos, conteniendo pelotas de plástico, lápices y cuadernos, entre otras cosas que en ningún caso se acercaban por un lado a lo levantado desde el suelo andino. Esto se complementaba con motores eléctricos entregados a la misma para satisfacer necesidades energéticas básicas.

Sin embargo también pude apreciar la preocupación de los vecinos por el colapso de los relaves, la contaminación de los árboles frutales y el suelo agrícola, así como los daños provenientes de los líquidos percolados provenientes de la actividad minera para el subsuelo y las napas subterráneas de agua.

Ambas regiones presentan evidentes brechas en materia de estándares de calidad internacional de sus ofertas turísticas y de conectividad con otras regiones del sur andino. Sus rutas, si alguna vez han sido planteadas, no han conseguido tener sustentabilidad en el tiempo ni sostenibilidad en sus ofertas turísticas, debido a lo frágil de estas y de su falta de circuitos locales, provinciales, regionales, nacionales e internacionales. 

Ya en la Región de Antofagasta nos encontramos con uno de los destinos únicos de Chile y en donde los Likanantai no solo poseen un patrimonio cultural material e inmaterial mundialmente reconocido, sino que también han podido desarrollar una propuesta de turismo indígena o etnoturismo, esto en un marco de permanente conflicto con los empresarios turísticos afuerinos que durante las primeras décadas de explosión del destino usufructuaron del mismo, en desmedro de los detentores del recurso turístico, ya que en ese entonces los agricultores atacameños surtían de productos del agro a los empresarios afuerinos, así como también las mujeres atacameñas eran contratadas como mucamas o cocineras en los hoteles y restaurantes que comenzaron a incrementarse en forma exponencial en el área. 

Esto comenzó a cambiar a partir de la toma de conciencia de los Likanantai acerca de ser los herederos de ese enorme capital cultural y la aparición, por ejemplo, del Consejo de Pueblos Atacameños en el Área de Desarrollo Indígena de Atacama la Baja. 

Aproximadamente en el año 2016 y a solicitud del entonces Programa Orígenes, realizamos como consultores una investigación el Área de Desarrollo Indígena del Alto El Loa, en donde pudimos proponer una serie de circuitos o el fortalecimiento de otros en estrecho trabajo con dichas comunidades, las cuales en dicha época miraban con aprensión el apoyo para el desarrollo de la propuesta turística que recibían los miembros del ADI de Atacama la Baja. Dichas diferencias concluyeron con el quiebre del Consejo Atacameño y derivaron en un fortalecimiento de las propuestas de ofertas turísticas del ADI Atacama la Alta.

Ya en tiempos de la pandemia del COVID-19 y con una presencia de operadores turísticos afuerinos en el área, que ofrecían múltiples tours, se desencadenó de nuevo el conflicto, ya que estos, en tiempos de la bonanza económica mediante la explotación del recurso turístico que no podía administrar y ante la paralización del turismo a nivel mundial, solicitaron la mediación del Gobierno Central para que este viniese en su ayuda ante tal hecatombe. Sin embargo, ya que esto no ocurrió, fueron los propios atacameños los que vinieron en su ayuda. Hoy con el destino ya recuperado, la pregunta es si aquellos que fueron ayudados tomaron conciencia de la importancia del concepto de reciprocidad andina existente en dicha área. 

No solo aquí se produce el conflicto entre el turismo masivo y el territorio. En muchas partes del mundo la industria del turismo no respetuoso agobia a los visitados. 

Para terminar con la macrozona norte, debemos mencionar que al menos en las regiones de Tarapacá y Antofagasta el turismo religioso con sustento andino está altamente presente. Para el caso de Tarapacá y especialmente en la comuna de Iquique, nos encontramos con la fiesta de La Tirana, en donde las categorías de la religiosidad andina se mezclan con la católica para producir el mayor encuentro del turismo religioso que convoca a miles de peregrinos del mundo andino de Perú, Bolivia y Chile, en modo de sincretismo religioso. 

Las bandas andinas, los bailes religiosos y sus cofradías que veneran la chinita que, según la mitología local, representaría a una ñusta andina que se enamoró de un soldado español y cuyo amor fue sentenciado por la muerte de cientos de flechas nativas. El antropólogo Lautaro Núñez Atencio acaba de publicar una excelsa obra de 218 páginas donde agota el análisis sobre la princesa india y su impacto en la mitología regional. 

No es menor esta expresión en la comuna de San Pedro, en donde la Pachamama en principio es su principal entidad, esta es hoy también relacionada con una madre y un padre provenientes de la matriz católica. Mientras el baile de los Catimbanos celebra y danza para la Asunción de la Virgen, el baile de los Negros lo hace para la fiesta de Santa Rosa, el baile del torito lo hace para la fiesta de San Juan. Si bien es cierto el impacto de estas no tiene el de la fiesta de La Tirana, no es menor el impacto que tiene a nivel del turismo regional.

Saltamos rápidamente hacia la Región de Valparaíso, donde en el territorio insular de esta nos encontramos con el segundo destino único en territorio étnico, la mítica isla de Rapa Nui que cautiva a miles de visitantes y donde el año 2013, también en conjunto con la USACH, realizamos el primer diplomado en gestión de destinos turísticos. Durante la pandemia del COVID-19 los emprendedores Rapanui también sufrieron los embates de la paralización del destino y debieron afrontar el desempleo con programas de emergencia de la Municipalidad de Rapa Nui. 

Hoy el destino nuevamente florece y aun cuando la demanda es alta por parte de los turistas, pensamos que hay un cierto desorden en la gestión del destino, a lo que se suman diversas capacitaciones para el capital humano local que debe consolidarse en una gran iniciativa.  

Existen regiones como la VI y VII en donde la información es difusa por la poca existencia de pueblos indígenas y, por lo tanto, de oferta turística étnica, pero si nos posicionamos en la VIII Región, vemos que desde la cordillera hasta la costa existen pequeños emprendimientos turísticos indígenas que no llegan a consolidarse dentro como tal, debido a una fuerte presencia de un turismo rural con estándares internacionales y con grandes inversiones, como lo son diversas rutas del vino, hoteles y restaurantes con ofertas reconocidas a nivel mundial.

Pero ya en la Región del Biobío, la presencia de los Lafquenche, Pehuenche, Nagche, Wenteche, Williche y Puelche podría sentar las bases para un turismo rural indígena, como les gusta nombrar a sus ofertas relacionadas fundamentalmente con un turismo vivencial y de salud. Muchas y muchos mapuche urbanos vuelven a sus tierras ancestrales en esta región para proponer pequeños emprendimientos turísticos, aprovechando sus redes nacionales e internacionales. 

En el corazón de La Araucanía, en la IX Región, aparece con más fuerza el etnoturismo o turismo rural, pero con ofertas limitadas en relación a la puesta en valor de diversos patrimonios culturales tales como el turismo de salud, de observación de flora y fauna, de la gastronomía ancestral y actividades al aire libre aprovechando el espacio territorial existente, pero donde no llega la oferta local existente a posicionarse como una oferta con niveles internacionales, aun cuando sus principales usuarios son justamente extranjeros deseosos de compartir con un pueblo famoso por su pasado indómito, su cosmovisión y su presente marcado por un conflicto intercultural y que tiene extensas redes internacionales. 

Situados en las regiones de Los Lagos y Los Ríos, la oferta continúa siendo una que ofrece rutas gastronómicas y vivenciales que repiten la oferta ya presente en La Araucanía y aun cuando exista un sello de turismo indígena promovido por la CONADI, no encuentra en estas regiones con mayoría mapuche una adhesión a prácticas internacionales de ofertas turísticas, creemos que en gran parte debido al componente fundamental de su ethos cultural, cual es la desagregación de sus actividades cotidianas y en este caso el turismo indígena, a contrario sensu de la vocación gregaria del mundo andino y que se amplía a las actuales ofertas culturales y patrimoniales a través del turismo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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