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Guerra “comercial” China-EE.UU:  Una pausa por las fiestas de fin de año Opinión

Guerra “comercial” China-EE.UU: Una pausa por las fiestas de fin de año

Mladen Yopo
Por : Mladen Yopo Investigador de Política Global en Universidad SEK
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Si EE.UU. y China llegasen  a algún tipo de resolución comercial pasado los 90 días (cosa que no se ve fácil), el conflicto estratégico no desaparecerá. Ningún bando va a ceder en su supuesto estratégico (EE.UU. no quiere perder su posición hegemónica y China no va a detener su ascenso “pacífico” disputando el liderazgo). Ni siquiera con el llamado “equilibrio del terror financiero” del que habla Joseph Nye, donde al no haber acuerdo China amenaza con vender la deuda del gobierno de EE.UU. al ser el mayor poseedor, ya que al desvalorizar el dólar estaría desvalorizando sus propias reservas.


Luego de la celebración de la clausura de la Cumbre G20, el presidente de Estados Unidos (EE.UU.), Donald Trump, y el presidente de la República Popular China, Xi Jinping, acordaron un pacto que planea darle una pausa de 90 días a la «guerra comercial» en la que ambos países están trabados desde marzo de este año, y donde ya se han impuestos enormes tasa arancelarias (EE.UU. del orden de los US$ 250 mil millones y China por US$ 110 mil millones).

El mundo, en particular los mercados, celebraron rápidamente esta tregua entre las dos principales economías del mundo, sobre todo teniendo presente dos hechos recientes no muy alentadores en este ámbito. El primero, fue que por primera vez en 25 años no hubo un comunicado conjunto de los 21 líderes de la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) celebrada en Papua Nueva Guinea, en noviembre de 2018.  El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, confirmó que la falta de acuerdo en temas comerciales se interpuso en el camino de una declaración final, en particular un párrafo que los chinos asumieron como una crítica hacia ellos y que decía: «Acordamos combatir el proteccionismo incluyendo todas las prácticas comerciales desleales» (cnnespanol.com del 19/11/2018). El consejero de Estado de China, Wang Yi, replicó diciendo que la incapacidad de llegar a un comunicado no fue “de ninguna manera accidental…Se debió principalmente a que economías individuales insistieron en imponer sus propios textos a otras partes, excusando el proteccionismo y el unilateralismo…” en una clara referencia a EE.UU. (estrategia.cl del 20/11/2018).

El segundo se refiere a expresiones del propio presidente Trump en su medio favorito el twitter días antes del G-20 en Buenos Aires. Trump escribió en referencia clara a China: “Soy un hombre de aranceles. Cuando personas o países vengan a saquear la gran riqueza de nuestra nación, quiero que paguen por el privilegio de hacerlo. Siempre será la mejor manera de maximizar nuestro poder económico. Ahora mismo estamos recibiendo miles de millones de dólares en aranceles. HAGAMOS QUE ESTADOS UNIDOS SEA RICO DE NUEVO» (BBCmundo 5/12/2018).

Esta «pausa» en la guerra económica comenzará a regir desde el primero de enero del 2019 y  dará un respiro de 90 días para buscar un acuerdo que ayude a reducir el déficit comercial de EE.UU. con China, el que en la actualidad se ubica en los US$375 mil millones. El viceministro chino de Comercio, Wang Shouwen, aseguró que EE.UU. continuará imponiendo aranceles pero que estos no se extenderán sobre productos nuevos. La Casa Blanca dijo, a su vez, que Pekín comprará “una cantidad aún no decidida, pero sustancial, de productos agrícolas, energéticos, industriales y otros para reducir el desequilibrio comercial entre nuestros países” (t13.cl del 02/12/2018).

Si al final de este período las partes son incapaces de lograr un acuerdo, tal como lo adelantó el presidente Trump ante de llegar a Argentina al G-20, la Casa Blanca implementará un plan para imponer aranceles de entre el 10 y el 25% a los restantes US$267.000 millones de exportaciones anuales chinas a EE.UU. (BBCmundo 02/12/2018). Sin embargo, y pensando en el cuadro de fondo en el que se da este dilema, cual es el gran crecimiento económico de China y su elevación a potencia global generado un nuevo contexto estratégico, resulta poco probable un acuerdo estable de bipolaridad distendida, caracterizada ésta por una cooperación entre ambos países en la gestación del orden mundial (aspectos financieros, económicos, políticos y de seguridad).

Sin ser un realista o neorrealista de las relaciones internacionales, y como dicen Nicolás Creus y Esteban Actis, “la búsqueda de la hegemonía (que es lo que está en juego) constituye un objetivo permanente para las potencias, que se centran en el fortalecimiento del poder propio y el debilitamiento de los rivales, con la intención de preservar o alcanzar una posición dominante…pero tarde o temprano, los grandes poderes tienden a confrontarse” (Foreign Affairs Latinoamérica, julio-septiembre de 2018). En esta predica, entonces, el desarrollo exponencial de China, su creciente nivel de influencia a partir de la diplomacia financiera y del aumento sostenido de sus capacidades militares (de su estatura estratégica), todo producto de su gran y prolongado crecimiento económico, no sólo ha llevado a varios países a re-apreciar sus relaciones de seguridad y defensa, sino que a EE.UU. a salir al paso de China táctica y estratégicamente para evitar el cambio del orden establecido después de la Segunda Guerra y consolidado tras el fin de la Guerra Fría.

El ascenso de China como potencia global y su “Nueva Ruta de la Seda” (OBOR – One Belt One Road), un megaproyecto que construye carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos y otras infraestructuras para unir (viralizar) China en Asia Central y del Sureste, Europa, África e incluso América Latina y del Ártico a la Antártica, es ya un tema de seguridad no sólo para Estados Unidos: países como Sri Lanka, Malasia e incluso Pakistán (para no citar a Australia o Nueva Zelanda) han expresado sus preocupaciones sobre el citado programa chino. Hoy no hay lugar al que China no mire, alcance por tierra, aire y mar y lo condicione con su diplomacia económica o diplomacia de la deuda como algunos la llaman: China te presta y quedas endeudado dice un artículo de BBCMundo 25/10/2018, agregando que al final cobra caro como lo experimentó Sri Lanka que no pudo pagar y tuvo que ceder un puerto por 99 años (China tiene 16 objetivos estratégicos de este tipo sostiene un informe de Escuela de Análisis de Políticas Públicas de Harvard Kennedy – Latinvestment.org 16/05/2018). Ahora Panamá se ha visto seducida a romper con Taiwan, otorgándole un doble triunfo a China: debilitar a Taiwan y ganar capacidad de control en una zona de influencia de EE.UU. con  un canal interoceánico de gran tránsito y ciudades de alto tráfico comercial y financiero (El País del 13 de junio de 2017).

Otra de las acciones más cuestionadas a Pekín es la intensificación de su presencia en el disputado territorio en el Mar de China Meridional desde 2010. La política china hacia esos territorios y aguas ha demostrado poca voluntad de diálogo con las partes en disputa, ya sea en ámbitos bilaterales o multilaterales como ASEAN, ni siquiera acata fallos de la Corte Internacional como en la caso de la disputa con Filipinas. Simón Tisdall columnista del The Guardian escribió crudamente: “La construcción de islas que hizo China por todo el Mar del Sur de China ha sido completa, inclemente, veloz y descarada. Ni siquiera se han molestado en ocultar sus planes concretos de construir bases navales, de aviones y de misiles en los nuevos territorios. A la vez y para enfrentar las posibles críticas, Pekín ha ejercido activamente su poder blando (gran prestamista e inversor de varios países en desarrollo). Así como su presentación de documentos antiguos, supuestamente auténticos, para respaldar sus dudosos reclamos. Un comportamiento digno de un subastador deshonesto que intenta hacer pasar una pintura falsa por una obra maestra” (The Guardian, reproducido por eldiario.es del 13/07/2017).

Junto al OBOR y las disputas por islotes y arrecifes en el Mar de China y la navegación en estas aguas, la cuestión de Taiwán (la provincia rebelde de acuerdo a Pekín) es otro problema de seguridad inmediato. Pese a su complejidad y a la posibilidad de escalamiento, aún ha primado un cierto pragmatismo, aunque la pregunta es ¿hasta cuando? De la misma forma, en el caso de Corea del Norte, aun cuando se trate de un actor que genera por sí mismo una alta dosis de incertidumbre, no es menor como  Estados Unidos, Corea del Sur y China abordan el problema. Por suerte Seul, en septiembre de 2018, ha defendido que las relaciones intercoreanas deben ser independientes de las conversaciones entre el régimen del Norte y la Casa Blanca o de la disputa comercial. La tercera cumbre intercoreana de 2018 ha servido para desatascar el diálogo EEUU-Corea del Norte (La Vanguardia.com del 20/09/2018) y en cierta medida limitar el uso de Pionyang como amortiguador de la disputa global.

Este “pulso estratégico” como le puso el Secretario de Defensa, Jim Mattis, ha llevado a EE.UU.  y a países como Australia, Nueva Zelanda, Filipinas, India y otros a re-apreciar sus relaciones de seguridad y defensa no solo a través  del poder duro (EE.UU. aumento el gasto en defensa en US$ 69.000 millones, Australia está abocado a la mayor renovación de su flota desde la II Guerra, etc.) en vista a una posible confrontación en los próximos años como lo dijo el teniente general Ben Hodges (ahí están los vuelos de los B.52 o las provocaciones entre un destroyer chino clase Luyang y el destroyer  clase Arleigh Burke USS Decatur estadounidense), sino que también conceptualmente. En julio del 2018, el Secretario de Estado Mike Pompeo dijo ante líderes de la región del Pacífico que “EE.UU. está comprometido a impulsar la paz, la estabilidad y la prosperidad en la región del Indo-Pacífico, en asociación con los países que comparten la creencia de que la región debe mantenerse libre y abierta. (Agregó) que EE.UU. nunca ha buscado ni nunca buscará la dominación en el Indo-Pacífico y se opondrá a cualquier país que lo haga…” (share.america.gov del 31/07/2018). El constructo Indo-Pacífico («diamante de seguridad democrática de Asia» como lo nombró el Primer Ministro Japonés, Shinzo Abe), a la vez, hecho a la India y el Índico entrar al juego geopolítico, rompiendo la marginación que lo ponía el concepto Asia-Pacífico y otorgarle a India una posición central y una presencia global, favoreciendo desde su no alineamiento y su concepción de poder profundo el desarrollo de su Armada en una perspectiva de potencia naval.

El Dr. John Chipman, director del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), en su artículo “A new geopolitical challenge to the rules-based order” (Un nuevo desafío geopolítico al orden basado en reglas), mirando a China y en menor medida a Rusia,  expresa que hoy está siendo menos difícil desafiar el orden mundial existente (léase EE.UU.) a través de lo que llama “guerra de tolerancia” y que no es más que probar las distintas tolerancias/resistencias a acciones unilaterales, es decir “ganar sistemáticamente ventajas tácticas sobre opositores indecisos” sin plantear un desafío simétrico explícito (construcción de las islas en caso de China). La disputa comercial o la detención de Meng Wanzhou, directora financiera Huawei, por violar supuestamente las sanciones a Irán (empresa también investigada hace 8 años por el FBI y acusada por EE.UU. y  Australia de espiar – The Guardian 30/10/2018) también son parte de esta “guerra de tolerancia”.

Entonces e incluso si llegasen  a algún tipo de resolución comercial pasado los 90 días (cosa que no se ve fácil), el conflicto estratégico no desaparecerá. Ningún bando va a ceder en su supuesto estratégico (EE.UU. no quiere perder su posición hegemónica y China no va a detener su ascenso “pacífico” disputando el liderazgo). Ni siquiera con el llamado “equilibrio del terror financiero” del que habla Joseph Nye, donde al no haber acuerdo China amenaza con vender la deuda del gobierno de EE.UU. al ser el mayor poseedor, ya que al desvalorizar el dólar estaría desvalorizando sus propias reservas.

Por lo tanto, y aunque China sin hipotecar la autoestima evitará por el momento todo tipo de escalamiento (aún no tiene la estatura estratégica para enfrentar simétricamente a EE.UU.), los comentarios y acusaciones sobre China (ej. entre otros aumentar los ciberataques – El Mercurio 22/11/2018) del Presidente Trump, de su Vicepresidente Mike Pence o de los secretarios Pompeo, Mattis, Ligththizer, entre muchos otros, o las acciones fácticas de poder duro no deben analizarse de manera aislada, son parte de la firme decisión de Washington de limitar la influencia (hoy tácticamente graficada en déficit comercial y sus implicancias y/o su presencia viral en el mundo) y, en los posible, el ascenso de este coloso asiático apuntando a su corazón (la economía como detonante de su estatura estratégica). Entonces, un acuerdo de largo plazo se ve de varios puntos de vista a contra sensus, de todos modos igual es deseable esperar que se prolongue la pausa navideña.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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