En el Gobierno del Presidente Salvador Allende se impulsó un proyecto de transformación integral de la educación chilena. La Escuela Nacional Unificada (ENU) tuvo como objetivo principal conseguir la igualdad de oportunidades y la permanencia en el sistema educacional para todos los niños y jóvenes. La ENU era una parte del proyecto revolucionario de educación del Gobierno de la Unidad Popular que pretendía “extender el servicio educacional a todas las capas sociales, determinar nuevas estructuras y gobierno de la educación integrando a los maestros, trabajadores, padres y apoderados, estudiantes y a la comunidad organizada”. Sin duda una muy ambiciosa meta que ya sabemos cómo finalizó
De esta política quiero rescatar la igualdad de oportunidades y extender el servicio educacional y enlazarlo con la pandemia que hoy nos afecta. Todos quienes tenemos hijos nos hemos enfrentado a un año escolar con nuestros hijos en casa, el comedor se transformó en la sala de clases y el computador la herramienta por excelencia, siendo el acceso a internet el canal. Sin embargo, esto significó que salieran a la luz las enormes brechas en el acceso a una conexión estable a internet y sus servicios. Por el lado de los colegios, hubo que rápidamente adaptarse a este formato de clases y todos los profesores planificar nuevamente sus clases y evaluaciones.
Como las crisis siempre presentan oportunidades, es en este sentido que podemos tomar el espíritu original de la ENU y aplicarlo hoy en día.
Me refiero específicamente a que los colegios más reconocidos de nuestro país, los colegios donde se prepara la elite criolla, tienen la oportunidad de compartir con todos sus buenas prácticas y enseñanza de excelencia. Me imagino que colegios particulares de la zona oriente de Santiago permitan que alumnos de diferentes orígenes y capital cultural disímil, ser participes de sus salas de clases virtuales, compartir a sus profesores y sus materiales pedagógicos. No me refiero a hacerlo de forma sincrónica para no saturar una sala, más bien poner a disposición (de forma asincrónica) las clases grabadas para quien le interese revisarla. El Ministerio de Educación debería proveer una buena conexión y becar a los alumnos que lo necesiten.
Esta propuesta no involucra más costos, pues es el mismo material y la misma clase que ya se realizó. Los profesores no deberían oponerse porque es con un sentido social y sin fines de lucro. Los profesores de la Escuela o Colegio “receptor” podrían enriquecer su práctica pedagógica al ver cómo se hace en otros colegios “de elite”. Mas bien es un tema de voluntad y de hacer lo que tantas veces se verbaliza como un ideal que es la igualdad de oportunidades.
Tal vez, a 40 años de su creación, la ENU –y más allá de sus conflictos políticos de la época– pueda tener su versión del siglo XXI gracias a la tecnologización forzada de la sala de clases y podamos integrar a nuestros niños, independientemente de su origen.