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Desde el balcón, el estadio o la barricada

Desde el balcón, el estadio o la barricada

Yolanda Pizarro Carmona
Por : Yolanda Pizarro Carmona Subsecretaria de la Niñez.
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En un lapso de pocos días fuimos impactadas por imágenes donde se mostraba una abierta vulneración de derechos de niños. Uno de 5 años, aparentemente incitado por un adulto o adulta a cargo de su cuidado, participando de una barricada en medio de una protesta callejera; una guagua de pocos meses cargada por el que suponemos es su padre, “disfrutando” de un concierto masivo en el Estadio Nacional; y un tercero, de dos a tres años, colgando literalmente de un balcón de un piso 21, en un departamento en Estación Central donde funcionaría una guardería clandestina.

Ustedes podrán cuestionar que equiparemos estos tres casos, en cuanto a gravedad y peligro inminente para esos niños, y efectivamente podemos estar de acuerdo en que hay algunos matices, pero donde no vamos a estar en concordancia es que se distingan distintos niveles o grados de vulneración. La desprotección de derechos no puede ser medida con alguna tabla o fórmula, sino que simplemente decimos si hay o no hay. Blanco o negro. Se vulneran o no se vulneran.

Y esto, que puede sonar draconiano, desde la mirada de la niñez y la adolescencia no es tal. ¿Debe un niño ser instigado a estar en una barricada? No, de ningún modo, incluso si él considera que se trata de algo lúdico (que es lo más probable en el caso que conocimos recientemente). ¿Debe una guagua estar sometida al ruido, el humo del cigarrillo, a bajas temperaturas, a altas horas de la noche y a las aglomeraciones? No, y no porque sus padres no tengan derecho al disfrute y el esparcimiento, sino porque sus deseos y anhelos no pueden ser superiores al derecho a la seguridad, la protección y la tranquilidad de un recién nacido.

Por último, ¿debe un niño o niña estar en un lugar donde supuestamente debería estar protegido, pero por el contrario está expuesto a una situación de peligro, como asomarse desde un balcón a más de 50 metros de altura? Claro que no, y muy probablemente no por responsabilidad directa de sus padres o tutores, que depositan en un tercero el deber de cuidar a su hijo o hija, creyendo que está en un lugar a resguardo.

En todos estos casos existe una mirada adultocéntrica que queremos desterrar, donde se mira a los niños, niñas y adolescentes no bajo el prisma de sujetos de derecho, sino que como individuos que deben someterse al designio y necesidades de sus padres, apoderados o tutores. Pero este cambio cultural no nace de la noche a la mañana, es quizá un proceso tanto o más lento que el que hemos vivido las mujeres para despojar la mirada patriarcal de nuestra sociedad (tarea donde aún queda mucho por hacer, dicho sea de paso).

Y un buen punto de partida, a mi juicio, es la Ley de Garantías y Protección Integral de los Derechos de la Niñez y Adolescencia, promulgada el 15 de marzo de este año y que pretende, a través de un marco legal, generar una transformación paradigmática de cómo protegemos a nuestras niñeces y adolescencias desde los tres poderes del Estado, pero también desde la sociedad civil, estableciendo una serie de exigencias y mandatos, instaurando un Sistema de Garantías que obliga a la coordinación entre ministerios, servicios, tribunales y policías, entre otros, y creando una nueva institucionalidad territorial a través de Oficinas Locales de Niñez.

Pero todo este entramado legal no va a resultar del todo sino movemos el switch cultural como sociedad, y estos tres ejemplos son clara muestra de que el camino recién comienza y todavía nos resta un muy buen tramo por recorrer. Soy optimista. El Gobierno del Presidente Boric ha dado señales claras de que debemos mirar a niños, niñas y adolescentes de otra manera, así que no quiero abrumarme con balcones, estadios y barricadas, sino que prefiero creer que a ellos y ellas podremos darle seguridad, tranquilidad y protección. Depende de todos y todas que así sea.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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