Publicidad
No existe contemporaneidad sin crisis de los signos II Opinión

No existe contemporaneidad sin crisis de los signos II

Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
Ver Más

Lo que menciono, en capitales como Santiago de Chile, puede que sea demasiado tarde, a pesar de la interacción de pares (con la inclusión y exclusión que involucra) en que se desenvuelve esta ciudad, junto con la incorporación histérica de actualización competitiva. Esto la colocaría, comparativamente en las urgencias de contemporaneidad, más alejada de la posibilidad de diálogo sígnico en que se encuentran muchas regiones del país y ciudades no capitales del mundo, particularmente de Latinoamérica. El problema es que en regiones no se (re)conoce este privilegio, (peor aún: casi nadie lo “cree” a cabalidad) pues la constitución de institucionalidades céntricas es más sólida y consolidada, pero esto no dice nada en relación a las posibles prospecciones y construcciones que nos sobrevivirán en la herencia de época.


La construcción de soportes subjetivos en la inclusión de nuestras vidas para sostener, momentáneamente, una idea a desarrollar, cualesquiera sean las condiciones histórico territoriales, pasa por el principio (no siempre) de la utopía, la cual, desde la apertura y conocimiento del arte, se lleva a cabo en las posibilidades de su disolución irrealizable, hasta las concreciones materializables que nos invitan a generar todas las posibles discusiones y abarcamientos reflexivos y analíticos al respecto para su inclusión o rechazo en el campo que interese o convenga de acuerdo a una “economía abierta“. Sin embargo las posibilidades creativas son mucho más abiertas que esto que se lee recién. En este escrito la concentración va dirigida a campos de concreción, pues, en este contexto, hacer ambiguo lo que ya es ambiguo solo nos disgrega y aleja de los diagnósticos que queramos localizar dentro de una temporalidad determinada o no.

Para entrar en terreno, y como continuación a la anterior columna, se puede hablar y escribir mucho sobre las consideraciones que habría que tener en cuenta, desde ciertas pautas referenciales a seguir, al momento de investigar y desarrollar, de alguna manera, arte contemporáneo (o lo que entendamos hoy como tal). Pero estas consideraciones metodológicas, como son las inclusiones académicas en las materias del arte, a pesar de lograr mínimas investigaciones sobre la “cientificidad social”, nunca se han “encontrado” en los principios básicos de integración entre la máxima subjetividad artística y los alcances metodológicos de investigación racional, tanto para una incidencia local o internacional en las nuevas significaciones de mundo o de mínimas  “actualizaciones” onto-epistémicas. La cultura y las artes, “supuestamente deslindadas de  lo anterior”, se encuentran en un estanco tautológico que solo realiza revisiones a conceptos adoptados y nuevas formalidades estructurales de novedad tecnológica sin un abordaje de peso en la necesaria interacción, o fusión, entre todos los alcances de aplicación y estudio sobre la afectación de lo sensible en el mundo.

En este aspecto no es suficiente relatar sucesos territoriales, políticos, etc. de un sector aplicando las mejores posibilidades matérico simbólicas del arte, usando las mejores actualizaciones internacionales que se conozcan para relatar un problema sectorial por ejemplo (sin, necesariamente, ser separado del mundo, a pesar de las posibles diferentes condiciones de cada cual). Lo necesario, creo, es la búsqueda e incorporación de las mismas “realidades” y “subjetividades” del sector y significarlas, de tal manera que el posible relato o lectura sea una construcción implícita en el proceso; se signifique desde su propia politización: la que construye la potencia creativa.

Lo que menciono, en capitales como Santiago de Chile, puede que sea demasiado tarde, a pesar de la interacción de pares (con la inclusión y exclusión que involucra) en que se desenvuelve esta ciudad, junto con la incorporación histérica de actualización competitiva. Esto la colocaría, comparativamente en las urgencias de contemporaneidad, más alejada de la posibilidad de diálogo sígnico en que se encuentran muchas regiones del país y ciudades no capitales del mundo, particularmente de Latinoamérica. El problema es que en regiones no se (re)conoce este privilegio, (peor aún: casi nadie lo “cree” a cabalidad) pues la constitución de institucionalidades céntricas es más sólida y consolidada, pero esto no dice nada en relación a las posibles prospecciones y construcciones que nos sobrevivirán en la herencia de época. Las posibilidades de nuevas y justas subjetividades abiertas en el mundo se darán, y se están dando ya desde lo que ha sido callado dentro de las construcciones modernas de dualidad separativa: ejemplos pueden ser el retorno de los posibles neo-hacktivismos, como el fenonianismo, también (y no separado) el rescate estético de las serias acciones y estudios de género (no las modas). El revisionismo de bases ontológicas como las de “construcción” histórica de “nuevos hombres y mujeres” y el necesario estudio de los espacios construídos en la realidad socio-cultural, junto con todas las condiciones materiales que inciden, directamente, en las subjetividades, también son ejemplos posibles para una intelectualidad y un accionar honesto y riguroso en lo que respecta a nuestros nuevos presentes y devenires.
Chile, en este sentido, es un extraño territorio extremadamente híbrido, siendo uno de los más (sino el más) pasivos países en lo que concierne a la búsqueda y estudio de “lo latinoamericano”, por lo menos desde la economía, que es el aspecto materialista del asunto. En este sentido, Santiago es el mejor ejemplo concretizado. Regiones también caminan por la misma senda, pero la diferencia es aún muy notoria, pues aún existe una potencia posibilitante enorme (quizá la pérdida de esta potencia, en la actualidad, sea Valparaíso, espero equivocarme).

Los intentos de sustentos culturales como son la potenciación de aparatos del Estado, museísmo, galerías de arte (en la aplicación literal del término), instituciones en general, etc., son claramente lentos de acuerdo a los procesos comparativos (al menos en el trabajo en “solitario”). Pero, también estas instancias, hasta la más independiente galería tradicional de arte, son reflejo explícito de una conjugación conformada de acuerdo a experiencias histórico culturales. Y, aunque desde la experiencia, el aumento de calidad y cantidad de estos lugares o espacios abiertos (excluyendo en este caso el Estado para mí) contribuye significativamente en los imaginarios y los conocimientos graduales de una población. Sin embargo no es la principal “meta” para las construcciones simbólicas en ciudades o pueblos de borde.

En este aspecto, el trabajo desde la desobediencia puede ser interesante a través de los comportamientos del día a día; replanteamientos de la estructura misma de la protesta (desarticulada)  por ejemplo, las fracturaciones creativas y sus posibles materializaciones en sus puestas en crisis, no dentro de su tautología sino en el terreno del movimiento socializable: la “estetización” de una relación política local como otro ejemplo.

Es necesario aclarar que lo escrito aquí no se relaciona con una diferencia lineal de un aspecto contra otro del problema. Si bien hay una especie de separación en la conjugación de la forma de tratar el problema, lo realizo con el propósito de hacer claro el subrayado de la idea en un breve texto. Y si bien, todos los posibles centros del mundo establecen la separatividad conceptual y práctica de casi todos los no centros del mundo, y los planteamientos que escribo se podrían leer como parte de la misma construcción desde la otra polaridad, lo que planteo es que: realicemos la construcción que realicemos, desde los territorios de subversión sígnica, o de los terrenos de construcciones posibilitantes como en regiones, debemos poder entrecruzarlas con la comunicación excluyente, o sea con los constructores subjetivos de centros, pero no para ser otro centro, sino para la oblicuidad, puesta en cuestión, o puesta en crisis de las mismas decisiones que se tomen, y de las mismas relaciones que se ejerzan entre todas la comunicaciones posibles de un mundo creativo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias