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Cuídate España de tu propia España Opinión

Cuídate España de tu propia España

Mauricio Electorat
Por : Mauricio Electorat Escritor y académico chileno. Autor de "El paraíso tres veces al día", "La burla del tiempo", "Las islas que van quedando" y "No hay que mirar a los muertos", entre otros textos.
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En aquellas comunas donde gobierna VOX, se censuran ya obras de teatro… de Virginia Woolf y hasta de Shakespeare. El partido franquista que esta noche puede volver al poder –algo impensable hace solo algunos años–, aunque sea mediante una alianza con el PP, se propone cerrar el Ministerio de Igualdad, transformándolo en un Ministerio de la Familia, igual que Kast pretendía hacerlo acá. España, para VOX, es tauromaquia, liturgias franquistas, testosterona a chorros y mujeres en casa, lavando los platos y viendo la tele. ¿Diversidades sexuales? ¿Diversidades nacionales, religiosas, raciales? ¿Mundialización? ¿Cambio climático? Eso no va con la España “una, grande y libre”.


Este domingo España se juega mucho más que una elección. El resultado de las urnas decidirá la orientación y hasta quizás el destino de la democracia española. La contienda es entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), aliado con SUMAR, por el lado del progresismo y el Partido Popular (PP) y VOX (formación declaradamente neofranquista) por el otro. Desde la recuperación de la democracia, tras la muerte de Franco en 1975, y durante prácticamente cuatro décadas, el poder en España se repartió entre socialistas y populares, formación originada en el tardo franquismo, de corte conservador, salvo, como es habitual entre los conservadores, en economía. La libertad para esta gente es sobre todo la libertad del dinero. Beati possidentes. ¿Les recuerda algo? Como en Chile, el progreso económico e intelectual llegó a España de la mano de gobiernos democráticos y socialistas, concretamente los de Felipe González quien, a la cabeza del PSOE, hizo entrar a España en la Unión Europea (y también en la OTAN). Integrar el proyecto europeo no sólo le permitió a España consolidar su institucionalidad democrática y modernizar su infraestructura, sino volver al cauce de la modernidad, algo nada evidente durante los turbulentos primeros años de la transición, porque la sombra de Franco, “caudillo de España por la Gracia de Dios” y encarnación de “la reserva espiritual de Occidente”, era alargada. Recuérdese sólo la intentona de golpe de Tejero y Milans del Bosch el 23 de febrero de 1981. Pero sobresaltos más, sobresaltos menos, la socialdemocracia española logró algo único: hacer que España reanudara con su tradición humanista, heredada del medioevo en donde convivieron cristianos, musulmanes y judíos. Esa España del siglo XV –la de Antonio de Nebrija, Juan Luis Vives, Juan de Valdés– abrió las puertas a la mejor España, la de los siglos de oro, la de Garcilaso de la Vega, Baltazar Gracián, Quevedo, Góngora, Cervantes… Los siglos de oro –el XVI y el XVII– son el período de mayor potencia intelectual y también política y económica de España. Después, durante el XVIII, el XIX y buena parte del XX, se va forjando poco a poco la leyenda de la España “de charanga y pandereta” –la España carlista, ultramontana, refractaria al racionalismo ilustrado y al mundo, beata, mediocre y contumaz.

Cuando yo llegué a Barcelona, en 1981, España era en varios aspectos un país mucho más atrasado que Chile. Y eso que yo venía del Chile de Pinochet. Las dueñas de casa bajaban a comprar en bata de levantarse y bigudíes, no existían prácticamente el psicoanálisis, ni el estructuralismo, ni la lingüística moderna, el método de los estudios literarios era el de la clásica filología, heredada de los románticos… Con la alegría y la algarabía de los españoles, todo olía a un magnífico encierro provinciano de siglos. En menos de quince años, entre 1982 y 1996, España se transformó en el país central que es hoy día en Europa. No me refiero sólo a la economía: apareció el cine, la literatura, la música… Autores como Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Muñoz Molina, Almudena Grandes, Eduardo Mendoza, entre tantos otros, músicos como Paco de Lucía, María del Mar Bonet o Joan Manuel Serrat, sin hablar del cine –Pedro Almodóvar, Carlos Saura, Víctor Érice–, pusieron a España en el centro del interés cultural europeo. Y esto, a pesar de la guerra sucia de ETA y de la guerra sucia contra ETA, que llevó al socialismo al fracaso. Esa potencia cultural, ese modelo de convivencia entre culturas muy diferentes, el llamado Estado de las Autonomías, que ha permitido el equilibrio y la diversidad que son el sustento de la democracia española actual es lo que hoy está en juego. En aquellas comunas donde gobierna VOX, se censuran ya obras de teatro… de Virginia Woolf y hasta de Shakespeare. El partido franquista que esta noche puede volver al poder –algo impensable hace solo algunos años–, aunque sea mediante una alianza con el PP, se propone cerrar el Ministerio de Igualdad, transformándolo en un Ministerio de la Familia, igual que Kast pretendía hacerlo acá. España, para VOX, es tauromaquia, liturgias franquistas, testosterona a chorros y mujeres en casa, lavando los platos y viendo la tele. ¿Diversidades sexuales? ¿Diversidades nacionales, religiosas, raciales? ¿Mundialización? ¿Cambio climático? Eso no va con la España “una, grande y libre”. Vallejo escribió: “¡Cuídate España de tu propia España!” Los españoles nos han legado lo mejor y lo peor. Démonos por avisados.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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