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¿Y el terremoto? ¿Qué ocurrió con la educación? Opinión

¿Y el terremoto? ¿Qué ocurrió con la educación?

Gabriel Mora P.
Por : Gabriel Mora P. Licenciado en Ciencias de la Administración Pública, Fundación Para el Progreso.
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La generación afectada por este terremoto educacional ha sido sistemáticamente condenada a la desigualdad. Los estudiantes fueron perjudicados por la crisis en sí, pero también por la inacción de quienes en su momento instrumentalizaron la lucha estudiantil para llegar al poder.


Tal como ya nos acostumbramos a los movimientos telúricos, nos hemos vuelto insensibles ante lo que ocurre con nuestro sistema educativo.

Terremoto educacional, así lo llamaron. Se sabía que las medidas sanitarias tomadas durante la pandemia tendrían efectos devastadores sobre la educación en Chile, la cual ya venía en un declive de calidad desde antes (sobre la base de los resultados de las pruebas). Aun así muchos actores relevantes, como el Colegio de Profesores, se opusieron a la reactivación de las clases presenciales. Fue así como, cambio de gobierno mediante, se comenzó a hablar del “Terremoto educacional”. Se unieron las fuerzas políticas con el fin de buscar una solución al inminente aumento de la deserción escolar y la drástica caída de los resultados en la prueba Simce. Sin embargo, lejos de dar una pronta respuesta a dicha calamidad, pareciera que solo fue otro de esos momentos políticos en los que hay solo ruido y ningún resultado concreto.

Ahora, ya casi terminando un segundo año consecutivo con muy pocos avances en materia educacional, el Gobierno anuncia con un gran entusiasmo el aumento de apenas 0,2% del presupuesto de educación, evitando mencionar que hasta la fecha no existe un plan de acción para nivelar o recuperar el vacío de conocimiento que se generó durante el último tiempo en los estudiantes. Esto no hace más que reafirmar una insuficiencia de parte de la clase política a la hora de enfrentar una crisis que ha sido invisibilizada en medio de las diferentes contingencias que han saturado los medios de comunicación.

La generación afectada por este terremoto educacional ha sido sistemáticamente condenada a la desigualdad. Los estudiantes fueron perjudicados por la crisis en sí, pero también por la inacción de quienes en su momento instrumentalizaron la lucha estudiantil para llegar al poder y que hoy deciden ignorar la profundidad del daño generacional que se está provocando.

En estos momentos es cuando los jóvenes necesitan a un ministro de Educación que esté a la altura, que proponga un plan de acción y que pelee los aumentos de presupuesto como la importancia de su cartera lo requiere. Sin embargo, la urgencia de lo que hoy vivimos y las acciones que se han tomado dejan mucho en qué pensar: ¿es el ministro Cataldo el indicado para afrontar estas problemáticas?, ¿podemos esperar a averiguarlo?, ¿cuánto tiempo pueden esperar los estudiantes?

Es posible que, tal como ocurrió con su antecesor, el actual ministro no llegue a proponer un plan que lidie de manera efectiva con la crisis actual, e incluso podría darse el caso de que decida priorizar otras materias que son claramente menos relevantes, como ocurrió con la ESI. También es posible que ya sea muy tarde y que en realidad lo ocurrido será guardado bajo el tapete, creando una generación de sacrificio a la cual solo nos dedicaremos a monitorear y señalar como aquella “generación online” que tiene un certificado de 4° medio, pero que no tiene los conocimientos de otros egresados.

Tal como se ve la situación, estos últimos meses que quedan del año son la última oportunidad que tenemos para dar una solución seria a lo ocurrido con los estudiantes y es más imperativo que nunca el lograr que esta se vuelva algo prioritario tanto en la agenda del gobierno como en la agenda pública. Que no nos ocurra que este “terremoto educacional” se vuelva mera anécdota, dado que el daño en los jóvenes ha sido profundo y dejará secuelas en el tiempo.

Recuperar la calidad en la educación debe ser una prioridad y no solo un eslogan con el cual posicionarse. Es necesario dar un alto a la violencia dentro de los establecimientos educacionales, promover el uso de la ley de Aula Segura, ir en búsqueda de aquellos jóvenes que han desertado del sistema educativo y fortalecer el programa de Liceos Bicentenario. Ya no hay tiempo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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