Los debates filosóficos contemporáneos avanzan hacia un macroconsenso: el ser humano ya no se podrá definir como el único con capacidad de razonar, tener memoria, crear, sentir y resolver a partir de ello.
La política exterior de Chile en este 2023 ha crecido en solidez y participación. Ahí está, como ejemplo elocuente, el Acuerdo Marco Avanzado firmado entre la Unión Europea y Chile para reforzar la cooperación política y fomentar el comercio y la inversión. Un logro mayor que, por cierto, alegra el devenir internacional del ministro Alberto van Klaveren: su quehacer como embajador en Bruselas fue determinante para el acuerdo que entró en vigencia en febrero de 2003 y ahora la vida lo coloca en el momento en que Chile suscribe un documento que ningún otro país ha logrado en el continente con aquella entidad europea.
Junto con eso, hay avances en la diversificación con Asia, y en la región está la participación en el Consenso de Brasilia y la Alianza del Pacífico, iniciativas que Chile deberá conducir en el 2024. En esos y en otros pasos dentro de América Latina, se trató de dejar claro que este país busca construir consensos mirando al siglo XXI, asumiendo la diversidad porque ella enriquece, pero con determinantes hemisféricas que no pueden dejarse de lado: el respeto a los derechos humanos y el fortalecimiento de la democracia.
Con pocos días de diferencia, el Presidente Boric sostuvo visitas al más alto nivel en China y Estados Unidos, y en cada caso –tanto con el presidente Xi Jinping como con el presidente Joe Biden– fue claro en señalar cómo ve Chile el futuro de las relaciones con cada cual, como también el compromiso de nuestro país para afrontar los cambios que trae el siglo XXI.
Especialmente, en esas visitas, hubo participación de diversos sectores políticos, del mundo empresarial, con distintas facetas, como también del mundo cultural, todo ello mostrando que poco a poco estamos volviendo a rescatar lo que es obvio, pero habíamos perdido: la política exterior debe ser política de Estado. No cabe usarla para las pugnas de coyuntura –a veces, de bajo nivel– que son constantes en la política interna.
Todo lo anterior se ha hecho en un mundo de complejidades e incertidumbres mayores. El predominio de la Revolución Industrial queda atrás con sus dos siglos y medio de chimeneas: la era digital es un cambio civilizatorio mayor y eso es lo que le ha tocado al Presidente Boric, ser puente entre lo que se va y un mundo aún sin certezas que llega.
La globalización, aquella impulsada por Reagan y Thatcher a comienzo de los 80, fue puesta formalmente a un lado ni más ni menos que por el consejero de Seguridad Nacional en la Casa Blanca, Jake Sullivan, en abril pasado. Hablando en The Brookings Institution, señaló que aquello había creado desigualdad, malos resultados para la industria norteamericana, crisis económica global y el surgimiento de una China poderosa. Mandó al Consenso de Washington al rincón de las herramientas fallidas de la historia. Y, en cierta forma, reconoció que Estados Unidos y China deberán aprender a vivir en las tres “C”: Colaborar, Competir y Confrontar.
¿Hacia dónde mira Chile, en medio de todo aquello? En lo inmediato, hacia la Agenda 2030, y eso valida la importancia del Consejo Nacional para la Implementación de esa estrategia global en Chile. Lo preside el canciller Van Klaveren, quien, al presentar el texto de esa estrategia, marca las dos metas a lograr: “A siete años del horizonte simbólico del 2030, el camino a recorrer es tan importante como el resultado a alcanzar, pues sentará las bases del cambio de paradigma que se requiere para construir el país que heredaremos a nuestros hijos e hijas”.
Es decir, por una parte, avanzar lo más posible en las diversas metas de desarrollo y cambio que la agenda se ha propuesto. Por otra, saber que esa tendrá que ser la plataforma desde la cual mirar el futuro del siglo XXI, tanto para Chile como para el mundo. Es en ese marco donde cabe mirar cómo la palabra “humanidad” cruza muchos de los planteamientos hechos por el Presidente Boric este año.
La lucha contra el cambio climático, la urgencia de dar solidez y eficiencia a la ONU frente a los conflictos, el avance de las energías renovables, el impacto de la revolución digital y la inteligencia artificial en la vida de todos los seres humanos, el convencimiento de que a Chile le importa lo que ocurre cerca y lo que ocurre lejos, todo eso revoluciona la forma en que se ha entendido “el interés nacional” en tanto concepto eje de la política exterior.
Gabriel Boric lo remece y convoca a repensarlo desde su narrativa, la del primer Presidente de Chile que ha vivido más en el siglo XXI que en el XX. Alza la voz como nadie más lo hace en América Latina frente a Rusia, por la invasión a Ucrania. Condena con vehemencia el ataque de Hamas a Israel, pero a la vez rechaza con indignación la masacre que Israel genera en la zona de Gaza: “Nos sentimos en el deber de alzar la voz ante dos conflictos que desgarran desde diferentes épocas a nuestra humanidad. Se preguntarán algunos, legítimamente, ¿por qué desde Chile hablamos de conflictos en tan lejanos países? Porque nos duele la humanidad entera”.
Al hablar en la última Asamblea General en Naciones Unidas, remarcó que es urgente incorporar “la perspectiva de derechos humanos a la investigación e innovación tecnológica, considerando el resguardo y fomento de la libertad y la dignidad de las personas”.
Sin embargo, esa afirmación estratégica la planteó llamando a reflexionar desde un hecho singular: “Hace poco veíamos cómo en un pueblo en España una madre denunciaba a unos jóvenes que utilizaron inteligencia artificial para desnudar a sus compañeras de clase, mancillándoles no solo la honra, sino también su derecho a ser persona, a tener integridad, a tener privacidad. Cada gran transformación tecnológica siempre ha sido en la historia de la humanidad una gran oportunidad para construir sociedades más justas, pero también, si lo hacemos mal, puede ser fuente de nuevas injusticias”.
La idea de “humanidad” es sinónimo de vida en un planeta castigado por un cambio climático cada vez más potente, pero es mucho más que eso. Y dice el Presidente Boric: “Cuando se quema una parte del Amazonas o cuando se acelera el derretimiento de un glaciar en la Patagonia chilena o argentina, no es el Estado chileno o el Estado brasileño y su gente el único que sufre, es toda la humanidad… y eso creo que es muy importante, a propósito de la pandemia, que volvamos a entender un principio muy básico en el cual nos debemos mover en el mundo hoy: o nos salvamos juntos o nos hundimos cada cual por su lado. Desde Chile vamos a seguir empujando en esta línea”.
Los debates filosóficos contemporáneos avanzan hacia un macroconsenso: el ser humano ya no se podrá definir como el único con capacidad de razonar, tener memoria, crear, sentir y resolver a partir de ello. La robótica, si bien creación humana, ya acumula capacidades para hacer aquello y a mayores velocidades.
La filosofía política está viviendo un debate y preguntas profundas sobre los retos humanos ante la inteligencia artificial, subrayando la importancia de la ética y la política ante esta realidad. Boric, cuando habla de “humanidad”, con una intensidad que todos sus discursos demuestran, convoca a pensar que ese concepto nos debe guiar mucho más en todas nuestras relaciones con el mundo.
En cierta forma nos dice somos chilenos, pero también ciudadanos planetarios. Y esa determinante ya está aquí y nos espera con más fuerza en el futuro. Por esa mirada, Boric es valorado y se le escucha con interés en diversas partes del mundo.