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La cuenta pública y sus señales laborales

En materia laboral hay más de veinte iniciativas en el Parlamento; un informe de la Comisión Asesora Presidencial para la Equidad; una agenda ministerial; una golpeada Dirección del Trabajo y una CUT a las puertas de sus elecciones internas, que esperan una señal. ¿Tendrá este Gobierno, como todos sus predecesores desde 1990, su propia reforma laboral? Y si es así, ¿quién la comandará y hacia dónde?


Por Camilo Feres



Mucho se ha especulado ya con el carácter magnificente de los anuncios que la Presidenta hará para el próximo 21 de mayo. La premisa de ello es simple: la del año en curso es la última cuenta pública que da para anuncios, la siguiente (y final) será de balances y despedidas. Hay plata, hay elecciones y hay un gabinete que, con altos y bajos, ya muestra a dos o tres figuras dignas de presión y especulación mediática. Muestra inequívoca de ello es la pérdida de interés en poderes detrás del trono, sea en los partidos o en el Segundo Piso.



Y sin bien el discurso ante el Congreso Pleno suele tener mucho rito y poca enjundia, hay señales que darán tema para debate, especulación y análisis. Por lo pronto, con tanto entusiasmo empresarial por Perú -cantado a coro con un Alan García que promete alcanzar a Chile al modo en que otros, acá, prometieron el desarrollo pleno para el Bicentenario-, los anuncios económicos y de impulso a la ralentizada tasa de crecimiento que exhibe la economía serán parte de esas mentadas señales que el mercado auscultará con detención.



En materia laboral, en tanto, hay más de veinte iniciativas en el Parlamento; un informe de la Comisión Asesora Presidencial para la Equidad; una agenda ministerial; una golpeada Dirección del Trabajo y una CUT a las puertas de sus elecciones internas, que esperan una señal. ¿Tendrá este Gobierno, como todos sus predecesores desde 1990, su propia reforma laboral? Y si es así, ¿quién la comandará y hacia dónde?



Si hacemos memoria recordaremos que el trabajo que recientemente concluyó la Comisión Meller nació de una agenda laboral en la que, en el mismo Gobierno, chocaban el modelo danés de "flexiseguridad", impulsado por el ministro Velasco, y los anuncios de ampliación de la negociación colectiva y eliminación del concepto de empresa, promovidos por el ministro Andrade. Una pugna que fue aliñada por el desembarco de la Iglesia en el debate laboral y los llamados de ésta a la instauración de un sueldo ético.



Esa tensión, sin embargo, lejos de desaparecer con la creación del grupo de expertos, se expresa nítidamente en aquellos puntos en los que no hubo acuerdo ni consenso posible. Precisamente ahí, en la definición del mercado del trabajo que se modelará a partir de las futuras regulaciones, será clave el pronunciamiento presidencial respecto de cuál será la fórmula para procesar las divergencias de la Comisión (y del gabinete), y convertirlas en proyectos de ley.



Si los anuncios van en la dirección de modificar leyes existentes (como la de subcontratación); revertir la pérdida de poder de la Dirección del Trabajo; eliminar el concepto de empresa del Código del Trabajo y fortalecer a los sindicatos por la vía de hacer automática la afiliación a éstos, la señal es que la lectura de la conflictividad laboral que hace el Ejecutivo, es que ésta responde a la crisis de un esquema de atribuciones empresariales excesivas y sus abusos asociados.



Por el contrario, si los anuncios van hacia la profundización del seguro de desempleo (paso previo para hacer tender a la eliminación de las indemnizaciones por años de servicio); fortalecer los instrumentos de protección y capacitación de trabajadores en tránsito entre un trabajo y otro; incrementar la participación de la mujer en el mercado del trabajo (no por la vía de cuotas, por cierto) y fomentar las formas de empleo flexible, la señal será hacia la adecuación de la ley al mercado. No al revés.



En lo político, la adopción de una u otra alternativa -o del ancho camino del medio- será la señal respecto a si es más importante para la continuidad de la Concertación el viabilizar una alianza que crece a la izquierda; dinamizar la innovación y el crecimiento o dar señales de tranquilidad al empresariado. La primera podría ser la tesis del "chupasangrismo-escalonismo", la segunda la de la tecnocracia-concertacionista de Expansiva, y la tercera la del "partido transversal" que denunciaba Adolfo Zaldívar, también denominada como "difunta generación Mapu" por Tirón, y que tantos esfuerzos hace en estos días por desmentir su presunta defunción. Y lo hace, precisamente, en reuniones con altos empresarios.




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