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Ricardo Yáñez: la solución parche para amortiguar la profunda crisis en Carabineros PAÍS

Ricardo Yáñez: la solución parche para amortiguar la profunda crisis en Carabineros

El reemplazo de Rozas era urgente, pues estaba de por medio la sobrevivencia política del flamante nuevo ministro del Interior, Rodrigo Delgado. El nombramiento de Ricardo Yáñez como general director de Carabineros efectivamente baja los niveles de presión pública, pero no así los cuestionamientos a los problemas de procedimientos de la policía uniformada y la necesidad de una reforma profunda a la institución, que la saque de la crisis que atraviesa desde hace años. «Si bien existen aristas de corrupción y transparencia, el problema de fondo, y el más grande, es la relación de Carabineros con la ciudadanía y ese tema viene de la gestión del orden público”, dice Eduardo Vergara, director ejecutivo de la Fundación Chile 21.


El general Ricardo Yáñez Reveco pudo haber sido el carabinero perfecto para un despacho de matinal. En junio, patentó la etiqueta de “los más porfiados de los porfiados” para referirse a las personas reincidentes en violar la cuarentena. Nació en San Fernando y, además del carisma campechano, maneja cifras de detenciones, decomisos, delitos cometidos y armas incautadas. Ideal para la televisión.

Pero Yáñez Reveco está para cosas más grandes y, luego de una semana como subdirector de Carabineros, fue designado ayer al mando de la institución a la que ingresó en 1986. “Hay una buena impresión de él, porque el personal lo conoce, fue instructor en la Escuela de Formación de Carabineros [que forma a los suboficiales] y hay mucho personal que fue su alumno, cabos, sargentos. La parte educacional lo hace relacionarse con varias generaciones. Están todas las expectativas puestas en él, para que podamos enmendar el rumbo”, dice un oficial de alto rango en Carabineros.

El mismo oficial explica las funciones del director de Orden y Seguridad, cargo que el general Yáñez ocupaba desde diciembre de 2018. La dirección de Orden y Seguridad es un puesto estratégico. Su función es la supervigilancia directa de todas las operaciones a nivel nacional, basado en el trabajo constante con cada jefe de zona policial. Desde este puesto, Yáñez tenía como misión encauzar y dar instrucciones a la tropa respecto de cómo desempeñar la función operativa. “Instruir los criterios policiales”, puntualiza el oficial. Precisamente lo que se cuestiona a Carabineros desde el asesinato de Camilo Catrillanca, en noviembre de 2018, y en lo que compete a Yáñez, desde el estallido social del 18 de octubre de 2019.

[cita tipo=»destaque»]Esta vez, la decisión habría sido del propio Presidente, Sebastián Piñera. Existen dos versiones, la del Mandatario enérgico que, apenas supo el miércoles 18 en la tarde del incidente en el Sename de Talcahuano, tomó rápidamente la decisión de sacar al general Rozas y dejar en ese puesto a Yáñez, que desde hace una semana estaba en la pole position. La otra versión muestra a un Piñera mesurado, dialogante, que recién en la mañana de ayer jueves tomó la decisión de cambiar al jefe máximo de Carabineros, después de consultar con ministros y asesores. Lo cierto es que no hubo un comité político ampliado para tratar el caso y que ninguno de los consultados por el Jefe de Estado recomendó la permanencia de Rozas. “No era negocio para nadie mantener a Rozas y debilitar gratuitamente al nuevo ministro del Interior”, reconocen en el oficialismo.[/cita]

Fue Ricardo Yáñez, como director de Orden y Seguridad, quien el 6 de octubre de este año enfrentó a la prensa, después del procedimiento que terminó con el joven Anthony Araya en el lecho del río Mapocho tras ser embestido por el carabinero Sebastián Zamora. Ese día, el general confirmó que el joven, además de estar internado en la Clínica Santa María, estaba detenido y que Carabineros entregó –dijo– «un oficio a la Fiscalía con nuevos antecedentes que se encontraron respecto a imágenes que había, donde había nuevos antecedentes respecto a la participación de este joven en hechos de violencia en el sector de Plaza Italia”, en un velado intento por justificar el procedimiento. De esos antecedentes, hasta ahora ninguno es público en el marco de la investigación que lleva adelante la fiscal Ximena Chong, que incluyó un controvertido episodio de supuesto espionaje protagonizado por un mayor de Carabineros.

Ayer, apenas fue nombrado el nuevo general director de la policía uniformada, la Contraloría trabajó en aclarar la información respecto de un sumario que la institución sigue contra 7 generales y en la que –según consignaban varios portales– Ricardo Yáñez estaba incluido. La investigación intenta determinar si los generales fallaron en cumplir los protocolos de orden público, al enfrentar las manifestaciones desde el 18 de octubre de 2019, y Yáñez –a pesar de tener una relación directa con la instrucción de los procedimientos policiales a sus oficiales subalternos– finalmente no está incluido en el sumario que se maneja en secreto.

Un flotador para Delgado

“Yáñez emerge desde el corazón del problema de Carabineros de Chile. Si bien existen aristas de corrupción y transparencia, el problema de fondo, y el más grande, es la relación de Carabineros con la ciudadanía y ese tema viene de la gestión del orden público”, dice Eduardo Vergara, director ejecutivo de la Fundación Chile 21 y consultor en seguridad pública.

“Es el general que tiene la mayor carga respecto de lo que ha sucedido, después de Rozas, el general director saliente. Lo importante es entender que, aunque Yáñez fuera un carabinero que se hubiese rebelado contra Rozas por la forma de conducir la institución, de todas formas la responsabilidad política la sigue teniendo sobre Carabineros el Ministerio del Interior. Nada va a cambiar por el hecho de que sacaron a Rozas para reemplazarlo por un fusible de recambio, si es que el Gobierno no entiende que son ellos los responsables en el control de orden público y que hay una cadena de mando político antes que la cadena institucional dentro de Carabineros”, agrega Vergara.

Precisamente, la responsabilidad política del incidente en que dos efectivos de Carabineros balearon a dos menores en un centro a cargo del Sename en Talcahuano, era un dardo venenoso del que había que proteger al titular de la cartera del Interior, Rodrigo Delgado. El Gobierno no habría resistido perder otro ministro del Interior y que Mario Rozas hubiese seguido en su puesto. Habría significado darle la razón al bloque opositor que apunta a un descontrol en Palacio. En La Moneda existe un diseño de contención para proteger al exalcalde de Estación Central. Hay consenso en el oficialismo en cuanto a que Delgado todavía no ha mostrado el empoderamiento que se espera en el cargo más importante del gabinete.

Esta vez, la decisión habría sido del propio Presidente, Sebastián Piñera. Existen dos versiones, la del Mandatario enérgico que, apenas supo el miércoles 18 en la tarde del incidente en el Sename de Talcahuano, tomó rápidamente la decisión de sacar al general Rozas y dejar en ese puesto a Yáñez, que desde hace una semana estaba en la pole position. La otra versión muestra a un Piñera mesurado, dialogante, que recién en la mañana de ayer jueves tomó la decisión de cambiar al jefe máximo de Carabineros, después de consultar con ministros y asesores. Lo cierto es que no hubo un comité político ampliado para tratar el caso y que ninguno de los consultados por el Jefe de Estado recomendó la permanencia de Rozas. “No era negocio para nadie mantener a Rozas y debilitar gratuitamente al nuevo ministro del Interior”, reconocen en el oficialismo.

Otra vez Piñera

A pesar de las dificultades, en La Moneda vieron, con optimismo, que la salida de Rozas pudiera significar el bautizo comunicacional del ministro Delgado, al aparecer tomando una decisión como la de sacar al cuestionado general, aplaudida en forma transversal por el mundo político y la opinión pública.

Pocos minutos antes de la vocería de ayer, se pensaba que Delgado iba a hablar y así lo indicaba el podio que se puso en el patio de La Moneda. Pero finalmente fue el Presidente Piñera quien hizo el anuncio, con un discurso que parecía tener guardado para la ceremonia de ascensos a la que no asistió el miércoles en la tarde: Tengo el mayor aprecio, admiración y gratitud por la labor que ha cumplido el general Rozas. Le tocó dirigir a Carabineros de Chile en un tiempo extraordinariamente difícil y complejo en que hemos vivido demasiada violencia. Quiero desearle al general Mario Rozas una buena vida, porque hay vida después de ser general director”, expresó el Mandatario.

Palabras que se leyeron como una apología y no una sanción por la serie de hechos cuestionables en los que Rozas se vio involucrado. Como si fuera poco, el Presidente aseguró que “acepté su renuncia”, cuando a todas luces el cambio en Carabineros fue por la destitución de Rozas. El general confirmó la versión de la renuncia en un discurso grabado, con un último gesto de marketing al usar una referencia a Salvador Allende: “Quizás este sea mi último discurso por este medio. Como saben, su Excelencia el Presidente de la República aceptó mi renuncia. Lo hice después de un momento de reflexión, pensando en ustedes, mi amada institución”.

Igual en el oficialismo, con un optimismo envidiable, aseguran que lo que viene hacia adelante es una oportunidad de hacer las cosas bien respecto de los cambios que requiere Carabineros. En este sentido, y así lo hicieron ver desde Chile Vamos, llegó la hora de “hacer política”. Pensando en la reforma a la policía uniformada, que sigue estancada y sin visos de acercamiento de posiciones.

Los caminos de la reforma

El diputado RN y miembro de la comisión de Seguridad Ciudadana, Gonzalo Fuenzalida, señala que “yo creo que lo que viene ahora es la oportunidad que tenemos, el mundo político, de ponernos de acuerdo con una comisión bicameral que teníamos formada con el ministro Blumel, pero que nunca ha funcionado, porque él salió, y que el Gobierno lidere esta modernización y este cambio de Carabineros. Pero tiene que haber un diálogo político previo”.

A eso, Fuenzalida añade que “tenemos que ponernos de acuerdo, como país, sobre qué policía queremos. No es la policía de uno o de otros, es la policía que todos necesitamos, que es la que garantiza nuestra seguridad, que es la que garantiza nuestra libertad, que es la que establece la igualdad ante la ley, y eso es muy necesario que sea a través de un diálogo político y, por eso, yo tomo esta salida como una oportunidad para retomar ese diálogo”.

El diálogo podría partir de forma bien republicana, en el propio Congreso, si es que el Primer Mandatario acoge las resoluciones aprobadas ayer en la Cámara de Diputados y Diputadas que piden al Ejecutivo agilizar con urgencia la discusión de al menos dos proyectos que buscan reformar a la institución de Carabineros. El primero, presentado por parlamentarios de RN, entre ellos el propio Fuenzalida, Leopoldo Pérez y Karin Luck, que propone instalar mesas prelegislativas para concordar aspectos como la carrera y la formación policial. El otro proyecto, de diputados de oposición, considera una “reforma estructural” de Carabineros, una reparación para las víctimas de violaciones a los Derechos Humanos desde el estallido y la figura de un “interventor civil” que esté a cargo de la reforma.

Sobre dicha reforma, Eduardo Vergara dice que desde el 8 de marzo tienen una propuesta de intervención civil para Carabineros: «Implica una tutela tripartita entre los poderes del Estado, que pudiera designar un nuevo Alto Mando, pero por sobre todo definir los canales de fiscalización y de supervisión de la labor policial, en base a nuevos protocolos que tienen que hacerse desde cero. En otros países, la intervención civil de la policía es algo perfectamente natural”.

Pero el trámite legislativo hasta ahora ha chocado con la inercia que –reconocen en la coalición de Gobierno– ha mantenido el Ejecutivo sobre el tema, el que debería liderar el ministro Delgado, pero de quien ya apuntan que tiene debilidades en relación con redes políticas y entendimiento con los parlamentarios. A eso se suma que el subsecretario del Interior, Juan Francisco Galli, tampoco es alguien que se mueva como pez en el agua en el Congreso, donde deberá concretarse la reforma. Parlamentarios oficialistas agregaron que aún no conocen mucho al ministro del Interior, pero que lo esperan con las puertas abiertas, para reiniciar el diálogo con “altura de miras”.

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