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José Luis Díez:‘‘El crimen organizado está en los despachos de los sectores más poderosos’’ PAÍS

José Luis Díez:‘‘El crimen organizado está en los despachos de los sectores más poderosos’’

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El criminólogo español destaca la importancia de combatir la inseguridad ciudadana al mismo tiempo, que destinar esfuerzos y recursos para luchar contra el crimen organizado: “Si está bien hecho, ese crimen no produce violencia. Normalmente es lo que llamamos delincuencia de cuello blanco y no hay que buscarla en los barrios desestructurados”, señala. “Contra ambos se requiere de una policía profesional que —en el primer caso— actúe sin lesionar los derechos humanos, y en el segundo, posea un gran manejo de redes informáticas y formación financiera”. Y sobre la labor de la política es tajante: “Siempre he criticado a la izquierda que se desentiende de la lucha contra la delincuencia. Tienes que ocuparte, ese es un flanco débil que tienes. Como no controles la delincuencia, vas a caer porque la derecha te va a hacer caer”.


El académico del Departamento de Derecho Penal, exdirector del Instituto de Criminología de la Universidad de Málaga, autor de decenas de libros y textos, columnista de El País e inspirador de un premio que —con su nombre— busca promover la investigación en ciencias penales. El experto en criminología estuvo en Santiago inaugurando el Magíster en Criminología y Gestión de la Seguridad Ciudadana y Diploma de Criminología Aplicada de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile.

Aterrizó en medio de la llamada crisis de seguridad. Una denominación —dice— se repite en las distintas sociedades del mundo y que tiene que ver, en su mayoría, con percepciones sociales. Señala que hay que distinguir entre la preocupación y el miedo al delito. “La preocupación se refiere a la idea que un ciudadano tiene de la criminalidad y de cómo están haciendo las cosas, en cuanto a seguridad, el gobierno, las policías, los jueces… El miedo al delito, por su parte, muchas veces no existe a pesar de que la preocupación es importante. En una investigación que hicimos, cuando preguntamos a la gente cómo iba la delincuencia y lo que se estaba haciendo al respecto, nos dijeron que mal, que no se hacía la suficiente. Pero cuando les pedimos que nos dijeran los mecanismos de seguridad que tenían en su casa, o si sentían miedo al salir por la noche en su barrio, respondieron negativamente. Entonces, ‘todo está mal con la delincuencia, pero a mí no me pasa’. Esas percepciones sociales están muy inducidas por lo que oyes, lo que dicen otros y los medios de comunicación. A veces por los mismos intereses políticos, porque los problemas delincuenciales le hacen mucho daño al gobierno de turno”.

Añade que a la preocupación y el miedo al delito hay que agregar un tercer criterio: lo que realmente está pasando, ver las tasas de criminalidad. “Con esto no quiero poner en duda que en Chile exista un incremento de la criminalidad, pero quiero llamar la atención sobre el hecho de que a veces puede haber mucha preocupación por el delito, y eso no responde al miedo o a las estadísticas. Es un fenómeno social complejo”.

Para Díez Ripollés, lo mejor es cuantificar lo que realmente está sucediendo, acudir a las estadísticas, los estudios para no quedarse solo en la percepción social. “Las fuerzas políticas saben que prometer medidas duras contra la delincuencia da muchos votos, sobre todo si no gobiernan les viene bien que la sociedad esté inquieta, porque ellos van a proponer cosas que luego ya veremos si las hacen o no, pero tienden a dar confianza a la sociedad diciendo:‘No os preocupéis, que nosotros arreglaremos esto’”.

—Es una buena herramienta para la oposición, entonces.

—Siempre lo ha sido. Hay experiencias históricas, una de ellas en España, donde la izquierda, que no está en el poder y que pretende ingenuamente iniciar una campaña en que pone de relieve que la inseguridad ciudadana crece, con la pretensión de que le apoyen. Pero en esos casos, generalmente la izquierda se equivoca, porque cuando las fuerzas más conservadoras ven que efectivamente hay un banderín de enganche vinculado a la preocupación por la seguridad, ellos se anticipan.

—¿Dice que la seguridad es un tema de derecha?

—Claro. Un partido de izquierda que no esté en el poder y que intente levantar la preocupación por la inseguridad ciudadana va a perder porque en cuanto la derecha lo vea, se lo va a quedar. La derecha va a empezar a proponer cosas que la izquierda ya no podrá aceptar.

—¿Eso significaría que a gobiernos de izquierda se les hace más difícil manejar una agenda de seguridad ciudadana?

—A veces les cuesta dar la importancia que deben a la inseguridad ciudadana. Pero tienen que hacerlo. Como dijimos, funciona mucho sobre la base de percepciones sociales, entonces es una bomba de relojería. Eso altera todo. Siempre he criticado a la izquierda que se desentiende de la lucha contra la delincuencia. Tienes que ocuparte, ese es un flanco débil que tienes. Como no controles la delincuencia, vas a caer porque la derecha te hará caer. Además, la izquierda lo puede hacer, generalmente, respetando más los derechos humanos. Lo que no puede hacer es abstenerse. Debe actuar. En cualquier caso, un gobierno, sea de derecha o de izquierda debe luchar contra la delincuencia. Proteger a los ciudadanos, reducir la delincuencia es una obligación de cualquier gobierno. Normalmente, la izquierda quiere ir a las causas que la crean  y eso está muy bien, pero hay que reducirla primero.

—En las elecciones del Consejo Constitucional en Chile, justamente ganó el partido que apeló a la crisis de seguridad.

—La lucha contra la delincuencia no es fácil. Y ni la izquierda ni la derecha tienen soluciones mágicas. La lucha contra la delincuencia es una política pública igual como lo es una política sanitaria. Los políticos de cualquier signo, tienen que darse cuenta que igual que tienen una política educativa, económica, de salud, deben tener una política criminal. Explicarnos a los ciudadanos cómo van a reducir la delincuencia, los medios que usarán, las etapas y eso debe estar incorporado a sus programas. Los ciudadanos tenemos derecho a vivir seguros.

Leyes, policías y crimen organizado

—En Chile se han aprobando últimamente leyes rápidas para mejorar la seguridad.

—Las leyes no tienen poderes taumatúrgicos, no producen milagros. Siempre digo que mucho más importante que lo que diga el Código Penal, que si las condenas son largas o son cortas, lo fundamental es que sepamos prevenir la delincuencia, no sólo la prevención social, sino la prevención inmediata del actuar policial.

—Una policía bien preparada.

—Claro. En la lucha contra la delincuencia, quien la lleva en primer plano a término, es una policía técnicamente bien preparada, que sabe investigar los delitos, que tiene tasas de esclarecimiento altas. No hay nada que prevenga más la delincuencia que el delincuente sepa que le van a descubrir. Puedes subir las penas todo lo que quieras, pero si las tasas de esclarecimiento están bajas, al delincuente no le preocupa porque sabe que no lo van a capturar. Lo que necesitamos es que haya tasas de esclarecimiento alta, y para ello se requiere una policía profesional que ha sido enseñada a actuar sin lesionar los derechos humanos. Eso tiene mucho más efecto que elevar penas, que ampliar capacidad carcelaria. Eso es una actuación que se debe hacer, pero es posterior. Más importante es el delito que consigues evitar, no el delito que consigues castigar.

—Usted dice que el respeto a los derechos humanos por parte de la policía es fundamental…

—Por supuesto, una policía que no respeta los derechos individuales, las garantías, al final es una policía desprestigiada que no va a contar con la colaboración ciudadana y créame la colaboración ciudadana es la base para tener una policía eficaz.

—En Chile se habla de la llegada de nuevos delitos como sicariatos, secuestros, torturas… ¿Tiene alguna mirada desde la academia?

—En Latinoamérica siempre ha habido países más violentos que otros, como Colombia, Venezuela y algunos en Centro América. Hay que atajarlo rápidamente, antes de que se consoliden. En la medida que vienen del exterior es más fácil. En España tuvimos una fuerte migración y aunque la gran mayoría de las personas no planteaba ningún problema, tuvimos un cierto inicio de asentamiento de Maras centroamericanas en Madrid y Barcelona y se dio una serie de homicidios a los que no estábamos acostumbrados. Eso se redujo porque la policía le dio la importancia que tenía. Se infiltró y desactivó en gran medida. No digo que esté totalmente desactivada, pero ya no constituyen un problema.

—Y la lucha contra el crimen organizado, ¿cómo se trabaja?

—El crimen organizado no es violento. Es el blanqueo de capitales, el tráfico de seres humanos, de drogas, de especies, las grandes empresas que atentan contra el medio ambiente, el crimen organizado son muchas cosas y si está bien hecho no produce tanta violencia. Normalmente es lo que llamamos delincuencia de cuello blanco y no hay que buscarla en los barrios desestructurados. El crimen organizado está en los grandes despachos de los sectores más poderosos de la sociedad. Para combatirlo se exige investigación policial de alto nivel con manejo de las redes informáticas y crear unidades especializadas.

—¿Estamos hablando de crear otra policía?

—Sí, hay que armar divisiones en diferentes áreas. No es lo mismo perseguir el blanqueo de capitales, el tráfico de seres humanos o el tráfico de drogas. Deben ser policías, pero también fiscales con una formación económica muy importante, que sepan desenvolverse en el mundo de las finanzas, que entiendan las operaciones alambicadas detrás de esos crímenes. Eso es ingeniería financiera.

—Mucho más difícil de detectar.

—Claro. En España hay mucho crimen organizado y no es violento. El turismo es un mecanismo de blanqueo de capital muy potente. Nosotros hemos estudiado, (en la Universidad de Málaga) la corrupción urbanística en la Costa del Sol. Ahí se asientan todas las mafias, pero no para matar, sino para lavar su dinero. Invierten mucho. Se trata de descubrir las redes financieras que les dan cobertura. Toda delincuencia organizada de gran nivel genera muchos beneficios y esos beneficios tienen que integrarse en el circuito legal. Y eso, para ellos es un importante problema. Es un punto débil donde hay que trabajar para tirar del hilo y descubrir muchas otras cosas.

—Esa delincuencia debe tener asesores, equipos financieros y legales.

—Sí, hemos tenido procesos muy sonados donde han ido a la cárcel financieros, abogados, auditores, gente muy bien preparada que daba asistencia a esa delincuencia.

—¿Cumplen penas duras, importantes?

—Ese es un debate interesante. En toda Europa ha surgido la idea de que el Derecho Penal tiene que ser imparcial socialmente. ¿Qué quiere decir esto? Que las penas tienen que estar en función del daño social que produce el delito. Y el daño social realizado por la conducta de las clases poderosas, es mayor —puede desestabilizar la economía de un Estado y nos afecta a todos— que el que puede producir un ratero. Las penas del Código Penal no reflejan la importancia de la conducta delictiva. Si comparamos las penas de hurto, robo con las de los delitos contra los consumidores, contra el medioambiente, por ejemplo, se observa que son más bajas que las que se aplican a los pobres diablos, mientras que las que se dan a los poderosos son más bajas. Siempre la política va a decir que no hay que subir esas penas, probablemente las otras, las de los ladrones, las hemos subido demasiado y las de la delincuencia de los poderosos se han mantenido muy bajas. El Derecho Penal, la política criminal, es un instrumento fundamental para mantener el orden y la paz social, para que los ciudadanos puedan desarrollar sus planes vitales. Y la izquierda está más capacitada que la derecha para darse cuenta de que la paz social se perturba no sólo con el desorden social callejero, sino que con todo ese tipo de conductas que drenan los recursos del Estado. O que atentan contra bienes colectivos de todos, como puede ser el medio ambiente o un urbanismo que acaba con la posibilidad de vivir decentemente, etc. Son daños muy importantes de los que el Derecho Penal se tiene que ocupar.

—Pareciera no haber conciencia porque no afecta directamente la propiedad personal: el auto, la casa…

—Claro, y es más dramático. Uno dice: me han robado el auto… Y el otro le dice: pero fíjate es mucho más importante, porque dentro de 15 años, si no lo frenamos tú realmente no vas a poder vivir donde vives porque va a estar todo tan contaminado…  Pero eso será en 15 años, la cosa es que aquí ahora me han robado el auto y quiero que me solucionen esto. No son daños tan evidentes, pero más importantes.

—Un tremendo desafío.

—Hay que trabajar, convencer a la sociedad. Insisto el orden social hay que mantenerlo, los desórdenes públicos hay que atajarlos. La ciudadanía no está dispuesta a vivir con ellos. Pero no hay que olvidar esa otra delincuencia que muchas veces ni siquiera es delito, ni siquiera está en el Código Penal. Hace años introdujimos determinados delitos —por ejemplo, el abuso de información privilegiada en la bolsa— los financieros decían, pero por qué va a ser delito, esa persona que obtiene información está demostrando que es más lista que los demás. Y por tanto, lo que está haciendo es estimular la competitividad. Claro, pero lo que ellos ignoraban y lo que les decíamos, es que no todo el mundo tiene acceso a esa información privilegiada. Son sólo ciertos sectores sociales los que tienen esos contactos. Hay otras personas que nunca van a acceder a esa información. Entonces, lo que está haciendo es beneficiar a unos sectores sociales por sobre otros. Costó mucho, pero finalmente se introdujo el delito de Abuso de Información Privilegiada. Son casos que a veces cuesta mucho trabajo explicar. El propio blanqueo de capital cuesta mucho que se entienda. Te dicen, “¿cuál es el problema si están invirtiendo, está llegando dinero a nuestro país e invierten en la economía lícita. Persiga cuando están cometiendo el ilícito, no cuando tenemos el dinero. Esto crea riqueza para todos”. Toda esa delincuencia que es muy dañina, cuesta trabajo que la sociedad le dé la importancia que merece.

—¿Cómo se explica?

—Porque somos los primeros que lo hacemos. Nosotros también intentamos pagar los menores impuestos posibles. Y si podemos esconder algo, lo escondemos. Es un problema social. En realidad, los pequeños fraudes que hacemos repercuten poco, pero crean una mentalidad y por esa mentalidad luego es muy difícil perseguir al delincuente fiscal.

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