BRAGA
Además, Valentina Muñoz tuvo la oportunidad de exponer ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, instancia en la que pidió la inclusión de los jóvenes en instancias políticas.
La activista STEM, Valentina Muñoz Rabanal, mejor conocida como “chica rosadita” en redes sociales, es una influencer, feminista y defensora de los derechos digitales que a sus cortos 19 años ha recibido varios reconocimientos, por instaurar las voces de niñas y adolescentes en las políticas públicas de su país y a lo largo de Latinoamérica.
Ahora, la joven ha sido seleccionada por la Organización de las Naciones Unidas a ser parte de los defensores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, donde sus labores están enfocadas en la acción climática, la reducción de la brecha digital, la igualdad de género y la promoción de los derechos del niño. Labor que tendrá que compartir junto al premio Nobel de la Paz Kailash Satyarthi, el presidente de Microsoft Brad Smith y las superestrellas de k-pop Black Pink.
“Como la Defensora más joven de los ODS, quiero ser una voz para la juventud, especialmente para las niñas y adolescentes, promover el diálogo intergeneracional en los lugares de toma de decisiones y sentar las bases para establecer los derechos digitales en todo el mundo”, señaló Muñoz.
Otros de sus reconocimientos es haber sido seleccionada como una de las jóvenes más influyentes de Chile (2020), recibió el reconocimiento Exceptional Women of Excellence (2021), es la programadora más joven en contribuir en la construcción de la Política Nacional de Inteligencia Artificial en Chile y es la Presidenta de la Asociación Latinoamericana de Mujeres Jóvenes por las Ideas (AMUJI ONG).
El pasado lunes 20 de Septiembre, después de la intervención de la banda de k-pop BTS en la Asamblea de las Naciones Unidas, la activista chilena participó de una conversación junto a la ex-primera dama de Sudáfrica, Graça Machel, donde destacaron su mención al estallido social ocurrido en Chile durante el 2019.
Además, Valentina realizó la petición de buscar nuevas formas de participación en que los jóvenes tengan voz para influir políticamente en sus territorios bajo la frase «no hay edad cambiar el mundo».
«Podemos hacer algo tan simple, básico y fácil como preguntar a nuestros niños qué piensan, mientras almorzamos o cenamos. Nuestra mesa es el primer lugar donde los niños aprenden a estar callados. Cambiemos eso, animemos a nuestros niños a pensar políticamente y a hablar en voz alta sobre lo que piensan. Así es como nuestras mesas se convertirán en mesas de decisión. Y así es como vamos a enseñar a los niños que no necesitan pedir permiso para decir lo que piensan, porque no hay ´conversaciones de adultos´, y pueden conquistar cualquier otro espacio donde sientan que pertenecen y del que quieran ser parte», señaló la activista.
